Mourinho frustra a Xabi Alonso para llegar a su sexta final europea
La Roma supera al Bayer Leverkusen después de trabar un partido en el que no tiró a puerta, pero gestionó su ventaja mínima de la ida de semifinales de la Europa League
Jose Mourinho llega a su sexta final europea como entrenador. Ganó las cinco anteriores (perdió tres Supercopas), entre ellas dos Champions y ahora opta a su tercera Europa League, competición que ya alzó con Oporto y Manchester United y a la que oposita en esta ocasión con la Roma, que hizo un alarde de oficio en su visita al Bayer Leverkusen para validar la mínima ventaja que había obtenido en el partido de ida. Le sobró al equipo romano, que convirtió el partido en un campo de minas. El equipo ...
Jose Mourinho llega a su sexta final europea como entrenador. Ganó las cinco anteriores (perdió tres Supercopas), entre ellas dos Champions y ahora opta a su tercera Europa League, competición que ya alzó con Oporto y Manchester United y a la que oposita en esta ocasión con la Roma, que hizo un alarde de oficio en su visita al Bayer Leverkusen para validar la mínima ventaja que había obtenido en el partido de ida. Le sobró al equipo romano, que convirtió el partido en un campo de minas. El equipo alemán las pisó todas, una detrás de otra. Por más que Xabi Alonso se desgañitase en la banda o esgrimiese maniobras tácticas, la Roma fue tan compacta como el pedernal, detuvo la liza, le quitó ritmo, se plegó y hasta llamó a la fortuna para aguantar el arreón final del Leverkusen. Todo acabó sin goles y con Mourinho exultante.
El Bayer siempre estuvo incómodo. Ya le había pasado durante bastantes minutos en Roma ante un rival que no dudó en trabarlo todo, en enlazar sucesos y detenciones de todo tipo para jugar con el desasosiego del rival. No pudo soltarse el equipo que pilota Alonso, que buscó superioridades por dentro y se encontró un monumental atasco, pero que sobre todo no pudo correr. Cuando hubo espacios, el Bayer sintió que el partido podía ser suyo. Pero apenas se los concedieron. Los tuvo Diaby cuando antes del cuarto de hora de partido galopó hacia la meta defendida por Rui Patricio y soltó un monumental zapatazo que envió la pelota al larguero.
Fue una excepción. La Roma ya no concedió más contras. A su portero lo molestó Demirbay con un par de intentos tibios desde la frontal. Ni siquiera necesitó amurallarse Mourinho para desactivar a su oponente. Tampoco dudó en hacerlo para blindarse en un epílogo en el que Alonso nutrió el equipo con atacantes. Pero le falta talento en el área al Leverkusen, que cambió de delantero respecto a la ida. El vasco sentó a Hlozek y dio cancha a Azmoun, que tampoco ni es un talento ni le sobra colmillo. Tuvo, con todo, la mejor opción para marcar en un disparo que se fue a una cuarta del palo cuando quedaban diez minutos para el noventa, no para el final porque el árbitro prolongó la liza ocho minutos que a la postre fueron nueve. Fue la consecuencia del plan de la Roma, que paró el duelo a cada encontronazo. El Bayer acabó desquiciado entre un festival de amonestaciones, también para Alonso, producto de la frustración.
Wijnaldum entró por Belotti en el descanso. Smalling edificó una defensa de cinco hombres, que al final mudó en línea de seis o de siete. Diaby y Wirtz los talentos locales no encontraron espacios. Tampoco Dybala en la Roma, guardado en la banda por Mourinho, que necesitaba pico y pala y bregó hasta encontrar un billete para la final de Budapest entre la algarabía de Mourinho, abucheado por la grada germana, sonriente y exultante tras colocar al equipo en la segunda final europea consecutiva tras vencer la Conference League hace un año. Su equipo apenas remató una vez y el intento no fue entre palos, pero se marchó del campo como un triunfador tras abrazarse a Alonso.
Tres finalistas italianos
Italia ha colocado a un equipo en cada una de las tres finales europeas. La Fiorentina se metió en el duelo decisivo de la Conference League con un gol que derrotó (1-3) al Basilea en el minuto 128 de la prórroga que se disputaba en terreno suizo. Todo apuntaba a que los penaltis iban a dilucidar si el país helvético iba a situar por primera vez a un equipo en una final continental, pero un inesperado tanto del checo Barak en un fallo defensivo rival decantó una eliminatoria en la que el Basilea se había impuesto por la mínima en el duelo de ida celebrado en terreno italiano.
La Fiorentina, que no disputa una final europea desde que en 1990 se asomó a la de la vieja Copa de la UEFA con Roberto Baggio en sus filas, se enfrentará en Praga al West Ham United, vencedor en casa del AZ Alkmaar (0-1) gracias a un gol de Pablo Fornals también en tiempo de prolongación, cuando los holandeses buscaban igualar la eliminatoria.
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