El Barça sigue viudo de Messi
La traumática salida del argentino ha empujado tras el Mundial a un deseo de reparación sentimental
Al grito de ¡Messi, Messi!, la hinchada del Barça aclamó al ídolo en el minuto 10 del partido contra el Atlético de Madrid, de cuyo resultado dependía el grado de tranquilidad del equipo en la recta final del campeonato. Venció el Barça y dio carpetazo a la Liga, pero el sonoro recuerdo del ausen...
Al grito de ¡Messi, Messi!, la hinchada del Barça aclamó al ídolo en el minuto 10 del partido contra el Atlético de Madrid, de cuyo resultado dependía el grado de tranquilidad del equipo en la recta final del campeonato. Venció el Barça y dio carpetazo a la Liga, pero el sonoro recuerdo del ausente se ha convertido en un ritual que no pasa inadvertido a nadie.
Lejos de provocar una desconexión con el barcelonismo, la traumática salida de Messi ha empujado a un deseo de reparación sentimental, acentuado por el éxito del jugador argentino en el Mundial. Se interpretó como una prueba de su vigencia, puesta en duda en sus dos últimas temporadas en el Barça, y a la vez profundizó en la herida emocional que significó su fichaje por el Paris Saint-Germain.
Messi ha coronado su carrera en Qatar, vinculado a otro equipo y otra ciudad, París, donde en el mejor de los casos se le aprecia, pero no se le ama, cuando no se le discute o se le responsabiliza de los fracasos en la Copa de Europa. Por postiza que suene la relación PSG-Messi, el barcelonismo se sintió privado de su deseo más íntimo: celebrar como propio el éxito del mejor de los suyos. Duele que la gran figura histórica del club disfrute de su momento cumbre en otro lugar, en un equipo especialmente antipático para el Barça, noqueado desde el fichaje de Neymar por el PSG.
Lo que estaba previsto arreglarse en un asado, en palabras de Joan Laporta, derivó en un desenlace estrepitoso. No se sabe si es al jugador o a lo que representa, la hinchada le echa de menos con la más doliente de las añoranzas. El Barça está viudo de Messi. Se nota en el ambiente y se percibe en el Camp Nou, donde se reclama su vuelta desde el más allá.
Todo indica que el club ha dado rienda suelta a la presión popular. El Barça quiere el regreso de Messi y aprovecha la emoción de la masa social, que atisba, no se sabe si con razón o no, la posibilidad de la vuelta. Como tantas cosas en un club que se ha abandonado al ruido y los conflictos, cuesta distinguir el deseo de la realidad y la propaganda de las certezas.
Fuera del sentimentalismo y de las cuestiones económicas que operarían en las negociaciones, el caso afecta esencialmente al ámbito futbolístico. ¿Qué significaría la presencia de Messi en un equipo que pretende mirar al futuro? El Mundial ha ofrecido una coartada magnífica a los partidarios del regreso, pero siete partidos en un mes no son lo mismo que 60 en un año.
Messi cumplirá 36 años en junio. Ha logrado con Argentina lo que no ha conseguido en el Paris Saint-Germain. Como jugador mantiene rescoldos del genio que ha sido. En términos comerciales es una garantía mundial y en el aspecto sentimental cauterizaría la herida que sangra en el Barça, aunque no la cerraría. Sin embargo, el fútbol discurre a velocidad de vértigo y no es nada amable con la nostalgia.
Mientras el público coreaba el nombre de Messi, tres jugadores —Gavi, Araujo y Balde— defendían el liderato del Barça sin ficha en el primer equipo, en un mercado que anhela los futbolistas libres de contrato. Un equipo, además, que tiene la necesidad imperativa de encontrar el próximo año un sustituto a Busquets, cubrir varios puestos más que cuestionados tanto en la defensa como en el ataque y asumir que los 200 millones de euros gastados en fichajes no han rendido los beneficios previstos. Es la presente realidad del Barça, que mira las tribulaciones del futuro con el interés en el pasado.
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