La reputación del ‘més que un club’

Es incomprensible que ninguno de los sucesores de Gaspart advirtiera anomalías ni sospechas

Joan Laporta, durante una rueda de prensa el 9 de febrero.Alejandro Garcia (EFE)

Hay pagos que difícilmente admiten justificación, no solo por desproporcionados, sino también por el servicio prestado, como es el efectuado por el Barcelona a una empresa del que fue vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira. Abonar 1,4 millones entre 2016 y 2018 por no se sabe muy bien qué ni para qué, salvo que se trata de una cuestión vinculada al asesoramiento y comportamient...

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Hay pagos que difícilmente admiten justificación, no solo por desproporcionados, sino también por el servicio prestado, como es el efectuado por el Barcelona a una empresa del que fue vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira. Abonar 1,4 millones entre 2016 y 2018 por no se sabe muy bien qué ni para qué, salvo que se trata de una cuestión vinculada al asesoramiento y comportamiento con los colegiados, suena mal y es feo, más si se trata de un club con el relato del Barcelona.

A la Fiscalía le corresponde investigar sobre las explicaciones de Negreira a la Agencia Tributaria. Habrá que saber cuál es la diferencia entre las declaraciones de los años en cuestión con respecto a los anteriores, si el concepto es el mismo, y recordar, por otra parte, que el excolegiado ya tuvo un contencioso por unas facturas con la Federación Catalana. La inspección de Hacienda ha puesto en evidencia en cualquier caso la relación de la empresa sospechosa con el Barça. La cuestión particular pasa a ser, por tanto, colectiva y de momento se impone atender a las sorprendentes respuestas dadas en el Camp Nou.

Aseguran en el Barcelona que es una práctica habitual de los clubes contratar a consultores externos para disponer también de asesoramiento arbitral y consecuentemente no debería extrañar el acuerdo con Negreira. El club no ha explicado, en cambio, cuándo se firmó el primero de los contratos y en qué términos —se suponía que pasó durante la presidencia de Joan Gaspart, años precisamente de mucha penuria, hasta ser negado por el propio Gaspart—. Igualmente incompresible parece que ninguno de sus sucesores advirtiera anomalías ni sospechas suficientes para romper la relación hasta que quebró la caja del club en tiempos de Josep María Bartomeu. Nadie creyó necesario tampoco renovar el contrato, sino que sus funciones fueron absorbidas por los servicios del club, argumento que cuestiona su utilidad y sobre todo el importe pagado en los últimos recibos que propiciaron el interés de Hacienda.

La situación invitaba a que el club interviniera de manera inequívoca para dar explicaciones y evitar maledicencias en lugar de advertir de medidas contra quien dude de la honorabilidad del Barcelona. El presidente Joan Laporta ha preferido hablar del por qué más que del cómo y el qué para afirmar que “no es casualidad” que la noticia “salga ahora” con el equipo líder destacado de la Liga.

Apelar al victimismo era una táctica que se suponía superada en el club desde la llegada de Johan Cruyff al banquillo y el triunfo de aquel dream team que ganó cuatro ligas y la Champions de Wembley (1992). Alcanza con recordar la serenidad con la que la hinchada barcelonista asumió que el Atlético ganara la Liga de 2014 en el Camp Nou después de un gol mal anulado a Messi —un error reconocido después por Mateu Lahoz—. El éxito azulgrana provocó precisamente que fueran los rivales como José Moruinho los que se preguntaran por las posibles complicidades de los colegiados con el Barcelona.

Aunque dejó de ser presidente por primera vez en 2010, la época más victoriosa del Barcelona se asocia al mandato de Laporta y, por tanto, no se entiende su reacción cuando podía haber expuesto que de momento se trata de una investigación y que por supuesto ponía el club a disposición de la Fiscalía para esclarecer el contrato firmado con la empresa de Negreira. Las palabras del presidente encienden por contra el viejo debate que alimentó la historia del Barcelona en los tiempos de derrota, cuando pitaba Guruceta e incluso el colegiado Camacho sostenía que el Barça no sería campeón mientras el presidente de los árbitros fuera José Plaza.

La información destapada por el Què t’hi jugues de la Cadena SER es tan concreta como variadas son las interpretaciones que ya ha provocado en medios de Barcelona y Madrid. Aquí está el contencioso, de manera que al club azulgrana no le conviene avivar un fuego que aún no se sabe si ha sido originado por la torpeza, un fraude, una tapadera, un plan o vaya usted a saber qué, el mejor caldo de cultivo para manchar la carta de naturaleza del Barça. La cuestión es que pagar con un sobreprecio un servicio prescindible suministrado por una empresa en la que el padre y el hijo no se ponen de acuerdo no es ético ni favorece la reputación del més que un club, como se define el Barça.

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