La Superliga presenta otra Superliga

A22 Sportsmanagement elabora un decálogo con el que aspira a sustituir a la Champions con una competición que englobe a más de 60 clubes y con un mínimo de 14 partidos

Desde la izquierda, Florentino Pérez, Bernd Reichart y Joan Laporta, el 16 de diciembre en Madrid.Mariscal / efe

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A22 Sportsmanagement, empresa impulsora de la Superliga, ha elaborado un decálogo, que este jueves publica EL PAÍS junto a otros diarios europeos, que expone las bases sobre las que trabaja para redefinir su proyecto. La nueva Superliga corrige algunos de los puntos más conflictivos de su planteamiento inicial y aboga por una competición en la que tengan cabida los mejores clubes de las grandes ligas europeas y en la que prime el mérito depo...

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A22 Sportsmanagement, empresa impulsora de la Superliga, ha elaborado un decálogo, que este jueves publica EL PAÍS junto a otros diarios europeos, que expone las bases sobre las que trabaja para redefinir su proyecto. La nueva Superliga corrige algunos de los puntos más conflictivos de su planteamiento inicial y aboga por una competición en la que tengan cabida los mejores clubes de las grandes ligas europeas y en la que prime el mérito deportivo.

A la espera de que en las próximas semanas el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) emita la sentencia que dirima si la UEFA y la FIFA incurren en abuso de posición de dominio como organizadores de las competiciones internacionales, la Superliga sigue trabajando en la creación de una competición ahora ya abierta y sin miembros permanentes.

Real Madrid, Barcelona y Juventus de Turín, los tres clubes que siguen activamente al frente del proyecto, han contactado con más de 50 equipos europeos y aspirar a crear una gran liga que tenga entre 60 y 80 participantes repartidos en divisiones. Mientras tanto, los otros nueve fundadores (Atlético, Manchester City, United, Arsenal, Chelsea, Liverpool, Tottenham, Inter y Milan) que renunciaron públicamente a continuar con la aventura todavía no se han desligado del proyecto contractualmente.

La agencia promotora al frente del proyecto por encargo de la European Super League Company (ESL) aspira a crear un nuevo ecosistema en el que sean los propios clubes los que gestionen las competiciones europeas. El movimiento pretende emular al que en su día ejecutaron las grandes ligas profesionales para explotar los torneos nacionales al margen de sus respectivas federaciones. En este caso, la principal entidad sacada de la ecuación económica y de gobernanza sería la UEFA, aunque la independencia también incluiría a la FIFA.

La Superliga, que garantiza un mínimo de 14 partidos a sus participantes (ahora mismo solo los finalistas disputan hasta 13 partidos), ambiciona una competición que sustituya en la práctica a la actual Liga de Campeones. Para ello crearía una entidad que reemplace como explotadora de los torneos al actual organismo rector del fútbol europeo.

El fondo del cisma que se vislumbra no es nuevo. Desde hace años, los clubes vienen reclamando un mayor reparto de los ingresos que generan las competiciones internacionales, además de una mayor participación en la toma de decisiones sobre los formatos de las mismas. Antes de que el 19 de abril de 2021 la Superliga rompiera la baraja y anunciara su nacimiento, la mayoría de los grandes equipos de Europa pretendían incrementar sus ingresos por participar en las competiciones de la UEFA y un formato más atractivo de la Champions. También que la UEFA tirara solo de las Eurocopas para el reparto de los beneficios entre las federaciones europeas. El argumentario para que se otorgara vía libre a sus demandas es el mismo que expone y abandera ahora la Superliga. Los clubes razonaban que estaban obligados a realizar grandes inversiones para mejorar los estadios o componer plantillas competitivas mientras que la UEFA, sin exponerse, era la gran beneficiada de los réditos que principalmente genera la Liga de Campeones.

Ante la crisis económica que tiene en jaque al fútbol, surge la necesidad, según los ideólogos del proyecto, de esa autogestión económica y política. La Superliga, que vio como su primer proyecto fracasaba por el rechazo popular emanado de las calles de Inglaterra, ha absorbido las reticencias que generan los clubes estado en los aficionados y la condescendencia con la que la UEFA trató al PSG cuando quebró las normas de control económico. También ha lanzado el guante a clubes históricos que se han quedado rezagados en el segundo o el tercer vagón del fútbol europeo por sus penurias económicas. Campeones de la Copa de Europa o de las extintas Recopa y Copa de la UEFA han sido sondeados y algunos de ellos reclutados para la rupturista causa.

Ante este órdago, la UEFA ya había reaccionado. Cambió el formato de la Champions a partir de la temporada 2024-2025, en la que se pasará de 32 a 36 participantes y de seis a ocho partidos en la primera fase, cuatro en casa y cuatro fuera, contra rivales distintos. Una sociedad compartida al 50% con los clubes ya opera para la explotación de las competiciones.

La decisión del TJUE será decisiva para las aspiraciones de la Superliga. El informe previo del abogado general de la UE, el griego Athanasios Rantos, fue favorable a la UEFA, a la que legitimaba para organizar y autorizar las competiciones europeas. La opinión del magistrado no tiene por qué ser igual al fallo que se emitirá en primavera, pero suele coincidir en un 80% de las ocasiones. Sin el respaldo de la justicia europea, el poder de convencimiento de la Superliga para atraer clubes quedaría muy mermado.

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