Los ultras de la Primavera Árabe
La extinta hinchada radical del Al Ahly egipcio fue decisiva en las revueltas callejeras que derrocaron en 2011 al dictador Mubarak
A veces, desligar la política del fútbol no es posible. Le ocurre a la historia reciente del equipo egipcio del Al Ahly, rival del Real Madrid en las semifinales del Mundial de Clubes (20.00, Telecinco). Junto a un recorrido de gloria deportiva por sus más de 100 títulos, el nombre del club aparece también muy vinculado a un momento clave del país, la Primavera Árabe, debido a la decisiva participación de sus afi...
A veces, desligar la política del fútbol no es posible. Le ocurre a la historia reciente del equipo egipcio del Al Ahly, rival del Real Madrid en las semifinales del Mundial de Clubes (20.00, Telecinco). Junto a un recorrido de gloria deportiva por sus más de 100 títulos, el nombre del club aparece también muy vinculado a un momento clave del país, la Primavera Árabe, debido a la decisiva participación de sus aficionados más radicales en un movimiento que acabó con el régimen del dictador Hosni Mubarak después de 30 años en el poder.
El consenso es amplio entre todos los que han estudiado esas revueltas iniciadas en 2011: ellos resultaron fundamentales en los enfrentamientos con la policía, convertidos en punta de lanza callejera, y violenta, del levantamiento de una parte importante de la población. “Los ultras se convirtieron en un protagonista sorprendentemente central en la revolución egipcia al influir con su unidad organizativa y experiencia en la lucha en la calle contra la policía. En Egipto, pocos grupos poseían esta habilidad”, explica Connor Jerzak, profesor de la Universidad de Texas en un estudio que publicó en 2013 sobre el papel de este tipo de hinchas en aquellos sucesos. Los del Al Ahly no fueron los únicos implicados, pero sí unos de los más numerosos por el volumen de personas que eran capaces de movilizar.
Habían nacido hacía menos de una década y, según Jerzak, en sus inicios no mostraron un perfil muy político. “Tenían, eso sí, inclinaciones antiautoritarias”, matiza el profesor en su texto. Con la dirección del club tampoco exhibían mucha cercanía, ya que le reprochaban la excesiva mercantilización en la forma de gestionar la entidad. Se desplegaban en un entorno de fútbol y, como todo colectivo de carácter ultra, acumulaban los clásicos roces con la policía, cada vez mayores. Así fue hasta que las revueltas de la Plaza Tahrir, en El Cairo, y extendidas a otros puntos de Egipto cambiaron para siempre su destino.
“Desde el principio, apoyaron a los manifestantes, protegiéndoles y enfrentándose a la policía, que representaba al estado represor”, indica Connor Jerzak. Su historial de choques con los agentes les otorgó un liderazgo en la calle decisivo en ese movimiento de protestas y, como consecuencia de ese papel cada vez más influyente, su politización también se multiplicó.
Las revueltas se cobraron la pieza política de Mubarak, derrocado en febrero de 2011, aunque la situación política en Egipto no ha dado desde entonces ningún vuelco. Le sucedió el islamista Mohamed Morsi tras ganar las elecciones y, desde 2014, Abdelfatah Al Sisi gobierna el país con mano de hierro.
La decisiva participación de los elementos más radicales de la afición del Al Ahly en la caída de Mubarak no quedó ahí. Un año después, la tragedia ocurrida el 1 de febrero de 2012 después del partido entre Al Masry, club próximo al régimen, y Al Ahly en la ciudad portuaria de Port Said fue interpretada como una venganza del aparato del Estado. Al terminar el encuentro con la sorprendente victoria de Al Masry (3-1), la afición local invadió el césped y se lanzó contra los aficionados visitantes. Murieron 79 personas, de las cuales 74 eran hinchas y ultras de Al Ahly, como consecuencia de golpes, cuchilladas y aplastamientos. Se registraron más de 1.000 heridos y todas las versiones de testigos señalaron la pasividad policial para tratar de contener a la turba agresora. Se trató del episodio más sangriento desde el derrocamiento de Mubarak y provocó una crisis política de primer orden.
“Cuando llegamos al terreno de juego, había una pancarta que decía: ‘Hoy os vamos a matar”, relató a este periódico el argentino Óscar Elizondo, técnico asistente en ese instante del Al Ahly. “Nuestro jugador más famoso, Abutrika, sacó en brazos a un chico de 17 ó 18 años fallecido. ¿Qué habría pasado si los agresores hubiesen avanzado hasta los vestuarios? Yo vi a dos policías de civil y nada más”, denunció.
La Liga se suspendió un año, se jugó a puerta vacía durante siete años y 21 personas fueron condenadas a muerte, una sentencia que causó otra revuelta de protesta en Port Said que se cobró más de 40 vidas. Aquellos ultras, ya mucho más politizados y declarados ilegales, terminaron disolviéndose en 2018.
El recuerdo de esos episodios ocurridos hace una década sigue sobrevolando la historia reciente del Al Ahly (traducido como El Nacional), un club hegemónico en Egipto con 99 títulos nacionales y 10 Champions de África que este miércoles se cruza con el Real Madrid en Rabat.
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