La antidiva Cristina Bucsa, sin redes y con filosofía: “Me gusta ser libre”
La cántabra logra su primer triunfo en Australia y se estrena en el ‘top-100′ a contracorriente, alejada de los patrocinios, la exposición y las frivolidades
Cristina Bucsa nació hace 25 años en Chisinau, Moldavia, aunque a los 3 emigró con sus padres a Torrelavega. Sentada sobre una silla, cuenta en Melbourne cuál es su filosofía de vida, ahora que es noticia por haber logrado su primer triunfo en Australia (2-6, 6-0 y 6-2 a Eva Lys) y haberse convertido en la sexta española que ingresa en el top-100 del circuito de la WTA. No es mérito menor, ni mucho menos, aunque ella ha logrado el acceso a contracorriente, alejada del prototipo moderno que se resume en contratos, patrocinios, comodidades y una exacerbada presencia en las redes sociales.
“Solo tengo Facebook, pero para hablar con las chicas y quedar para entrenar y jugar dobles. No lo veo algo para mí. No me gusta enseñar fotos mías ni cosas personales”, dice ante los cuatro periodistas que la tirotean a preguntas, expresándose con naturalidad pese a la inexperiencia. Bucsa, citada en la segunda ronda con la rumana Bianca Andreescu, campeona del US Open en 2019, cuenta que viaja únicamente acompañada por su padre Ion, que no tiene marcas comerciales que la respalden y que más que espiritual es filosófica.
“Leo sobre eso y sobre cómo funcionan la mente y el cuerpo humano”, precisa. También sobre Psicología, carrera que empezó a estudiar a través de la UNED, aunque luego tuviera que abandonarla porque las clases le coincidían con los Grand Slams. A diferencia de la gran mayoría de las tenistas, luce una camiseta de una marca, un pantalón de otra, unas zapatillas de una tercera y la raqueta es de una cuarta. Un detalle sin importancia, dice.
“Me gusta ser libre, lo mejor es la libertad. No necesito tener mucha ropa; con siete camisetas, siete pantalones y faldas ya me vale, porque si no, es un gran gasto. Si ahora viene alguien, ya hablaremos…”, agrega la española, que mide 1,75, le pega a la bola con la derecha y que saca el máximo provecho a las raquetas porque no las rompe. “Tampoco el cordaje, así que no lo cambio. No sé ni qué tensión utilizo porque de eso se encarga mi padre”, continúa.
Bucsa habla cuatro idiomas –español, rumano, inglés y francés– y admira a Serena Williams y Kim Clijsters. Y ahora se ha hecho un hueco entre las cien mejores, algo que ni mucho menos le quita el sueño. Relativiza la cántabra. “Estar ahí no me parece algo estratosférico. Si hay que jugar previas, se juegan; si estoy en el cuadro, pues bien, pero mi forma de ver el tenis es diferente a la de otras jugadoras”, concluye la tenista, que se define “abierta” y fue citada por España para la fase final de la Billie Jean King Cup, en noviembre del año pasado.
Bucsa, al igual que Aliona Bolsova, catalana nacida también en Moldavia, representa otra forma de encarar el día a día de su deporte. Hoy día es, sencillamente, diferente.
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