Muere a los 105 años La Niña del Gancho, la mamá del baloncesto español jugado por mujeres
Encarna Hernández, que tuvo su reconocimiento tras muchos años en el anonimato, se dedicó a encestar a pesar de los tiempos plomizos del franquismo
Encarna Hernández (Lorca 1917- Barcelona 2022) falleció este lunes con 105 años y el reconocimiento universal de ser la mamá del baloncesto español en femenino, mujer que despertó y mantuvo viva la llama de la pelota del baloncesto en su corazón y en las pistas hasta que se quedó embarazada y decidió dejar de botar el balón. Y aunque resultó anónima durante muchísimos años, la casualidad hizo que un periodista que vivía cerca de su casa en el Eixample -donde tenía un auténtico santuario y m...
Encarna Hernández (Lorca 1917- Barcelona 2022) falleció este lunes con 105 años y el reconocimiento universal de ser la mamá del baloncesto español en femenino, mujer que despertó y mantuvo viva la llama de la pelota del baloncesto en su corazón y en las pistas hasta que se quedó embarazada y decidió dejar de botar el balón. Y aunque resultó anónima durante muchísimos años, la casualidad hizo que un periodista que vivía cerca de su casa en el Eixample -donde tenía un auténtico santuario y museo de recortes de prensa y fotografías- la conociera en 2013 y acabara por dar luz, color y forma a una vida dedicada a la canasta como ninguna otra, recogida finalmente en un documental de la productora Ochichornia que llevó su vida a la gran pantalla con el documental La Niña del Gancho (2016, Filmin).
Aunque nació en Lorca (Murcia), sus padres -Andrés y Pascuala- decidieron hacer las maletas en 1929 junto con sus 12 hijos para vivir en Barcelona. Ahí, desde el balcón de su casa, veía cómo unos chicos del barrio -uno de ellos acabó por ser su marido- habían alquilado una pista para arreglarla con una vallita y unas canastas. Entonces germinó su pasión gracias a la aquiescencia de su padre, que con anterioridad le había animado a probar los patines, la bicicleta, la natación y la gimnasia rítmica. “Era moderno y liberal y consentía que jugase porque yo quería ser deportista. El deporte es vida y salud, te evade de las cosas malas. Yo soy aire, agua y sol. Eso me lo daba el deporte”, recordaba Encarna hace unos años.
Unos pocos días más tarde se apuntó con su hermana Maruja y otras amigas a botar el balón y encestarlo. Y como ella era bajita (1,57 metros) pero ingeniosa, se animó a pulir el gancho. “Me llamaban La Niña del Gancho porque los hacía con mucha elegancia y no fallaba casi ninguno. No lo hacía de cualquier manera, hay que saber y tener gusto y clase para ello. Saltaba, lanzaba por encima de la cabeza y tac… canasta. ¡Qué tiempos aquellos!”, explicaba Encarna con orgullo, casi tanto por el reconocimiento que le llegó con el tiempo. Pero para eso llovió mucho.
En 1931 se fundó el Atlas Club, su primer equipo cuando contaba con 14 años. Allí jugó hasta 1934 y al curso siguiente se fue al Laietà hasta 1940, también paso a la Sección Femenina (1941-1944) y al Barcelona hasta 1953. Pero no eran tiempos fáciles porque con Franco no estaba bien visto que las mujeres tuvieran iniciativas. “Quería que nos quedáramos solo para las labores del hogar y para dar hijos sanos a la patria. Pero yo seguí jugando. Trabajaba de modistilla y ganaba seis pesetas, pero era muy activa y no podía con eso de coser y planchar”, relataba Encarna al tiempo que lamentaba que pasara de jugar con unos shorts y blusas a ponerse unas faldas tan largas que apenas les permitía moverse. “Pero no me resigné”, añadía. Por lo que el régimen acabó seleccionándola como instructora de educación física y entrenadora de la Sección Femenina de Falange y, en 1946, fue una de las primeras mujeres en conseguir la titulación oficial de la Federación como también en conducir por Barcelona.
Su relevancia no se mide por las medallas ni palmarés, pues ni siquiera se había creado la Liga femenina (1964) ni la Copa de Europa (1959), sino por defender el baloncesto en la etapa de plomo del franquismo. Un mérito que le reconoció el Consejo Superior de Deportes (CSD) al distinguirla en 2020 con la Medalla de Oro al Mérito Deportivo. Por eso, por más que ahora Encarna haya dicho adiós y no pueda hacer uno de sus ganchos, siempre quedará en la historia por ser la mamá del baloncesto español, también la niña que defendió los derechos de la mujer con una pelota entre las manos.
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