Gidey choca contra el muro del maratón en su debut en Valencia
La atleta etíope, de 24 años, favorita para batir el récord del mundo, se hunde en los seis últimos kilómetros, derrotada por la sorprendente Beriso, que se convierte en la tercera mujer que baja de 2h 15m en los 42,195 kilómetros
El maratón de Valencia fue el maratón de todas las maravillas, como se había anunciado con intenso hype, aunque no todas fueron las esperadas. Hubo récords de todo tipo, de la prueba, de España, de los maratones más rápidos corridos nunca en España, hubo marcas históricas, y hubo un hundimiento, el de la aclamada como estrella la víspera, la etíope Letesenbet Gidey, derrotada.
Si Gidey hubiera batido el anunciado réc...
El maratón de Valencia fue el maratón de todas las maravillas, como se había anunciado con intenso hype, aunque no todas fueron las esperadas. Hubo récords de todo tipo, de la prueba, de España, de los maratones más rápidos corridos nunca en España, hubo marcas históricas, y hubo un hundimiento, el de la aclamada como estrella la víspera, la etíope Letesenbet Gidey, derrotada.
Si Gidey hubiera batido el anunciado récord del mundo en su debut en el maratón de Valencia el mundo habría contemplado admirado su hazaña, la boca abierta, el hipo curado, y sin embargo, su asombro sería aún menor que el que produjo, acompañado de perplejidad y de una súbita y dolorosa pérdida de la inocencia, el resultado final de la carrera con el hundimiento de la fenomenal Gidey en el muro del kilómetro 36, antes de cumplir las dos horas de la carrera, y el brillo inesperado de su compatriota etíope Amane Beriso, quien se impuso con un tiempo de 2h 14m 58s, la tercera mejor marca de la historia (a 54s del récord mundial). Es la tercera mujer, tras la plusmarquista Brigid Kosgei (2h 14m 4s) y la también keniana Ruth Chepngetich (2h 14.18s), que ha corrido los 42,195 kilómetros en menos de 2h 15m.
Que alguien lo explique, clamaban los expertos, cómo es posible que Beriso, una atleta de 31 años, con una mejor marca de 2h 20m 48s, lograda hace seis años, que desde 2020 solo ha corrido dos maratones, el último, en México en agosto pasado, ha sido capaz de hacer esto. Y nadie sabía qué responder.
Al límite de sus reservas
Casi dos minutos después, 111 segundos perdidos en seis kilómetros, ella, que es un metrónomo, llega Gidey, que, mareada, prácticamente se desvanece cruzada la meta, tan al límite de sus reservas forzó a su organismo (y los sabios recuerdan que, despistada, no pudo coger su líquido preciado en el primer avituallamiento, lo que seguramente dejó su huella), pero, al menos, la plusmarquista mundial de 5.000m, 10.000m y medio maratón, consiguió, con un tiempo de 2h 16m 49s, la mejor marca jamás conseguida por una debutante (la anterior, 2h 17m 20s, de Almaz Ayana) y la quinta de la historia.
También acabaron felices la mañana no solo los 30.000 corredores populares que completaron la prueba sino un keniano jovencito, que cumplió 23 años el viernes, Kelvin Kiptum, que ganó la prueba masculina (2h 1m 54s), y una española de 37, llamada Marta Galimany, la pura definición de maratoniana tenaz y perseverante, la personificación del equilibrio entre la prudencia y el atrevimiento, la línea que nunca hay que cruzar, y que, con una marca de 2h 26m 14s batió el récord español de la prueba, una de las plusmarcas más antiguas del listado nacional, en poder desde octubre de 1995 de Ana Isabel Alonso (2h 26m 51s).
Kiptum, un debutante prometedor porque su marca de medio maratón, conseguida ya en Valencia hace dos años, es de 58m 42s, de golpe, cumplidos sus primeros 42,195 kilómetros, se ha convertido, con un tiempo de 2h 1m 53s en el tercer maratoniano más rápido de la historia, en uno de los tres únicos, junto al plusmarquista intocable Eliud Kipchoge (2h 1m 9s), y al mítico Kenenisa Bekele (2h 1m 41s), que ha bajado de las 2h 2m, una marca que hasta hace nada parecía imposible. Kiptum jugó con las liebres, más pendientes del campeón del mundo, el etíope Tamirat Tola, que de ninguno, y dejaron tirados a todos nada más pasar el kilómetro 25.
Entonces, Kiptum, exuberante, empezó a jugar con todos como hacía Zatopek, quien en su primer maratón, el de los Juegos de Helsinki 52, les preguntaba a sus rivales si no les parecía que el ritmo era muy alto para una carrera tan larga, y mientras estos se miraban perplejos, él aceleró y les dejó clavados. Así Kiptum, que en el kilómetro 30 les mira a Tola y al tanzano Gabriel Geay, los últimos supervivientes, y les hace gestos de que le pasen de que lleven un poco el ritmo, que él no puede. Como ninguno le hace caso, acelera y comprueba que no es porque no quisieran sino porque no pueden. “Jeje”, dice Kiptum, que se entrena solo en Kenia. “Al verles así, me dije, pues me voy solo”.
Gidey corre de tal manera, tan suave, tan serena, su ritmo tan regular, su cuerpo tan inmóvil, que solo un cursi o un Juan Ramón, encontraría las metáforas perfectas, algo así como poesía en movimiento, como más que correr se desliza, flota, o así, y a su lado todos los hombres que intentan seguir su ritmo, son garrulos, domingueros echando el bofe. Pero corre de verdad y a toda velocidad. Una velocidad violenta. Atómica. Y como corre así, y ha salido prudente (pasa el medio maratón en 67m 18s), paso previo a una segunda mitad prevista en 66 minutos pelados, cuyo ritmo lleva clavado hasta el kilómetro 35, y solo los cronómetros cada cinco kilómetros permiten saber si va muy deprisa o muy despacio, porque ella no cambia.
Beriso se apuntó al maratón pensando que la presencia de Letesenbet le beneficiaría. Las liebres masculinas estaban pensadas solo para su compatriota pero ella sorprendió colándose en el corro, y durante 35 kilómetros marca a la favorita, va a su lado, y oye su respiración y percibe mínimas señales de agotamiento, y es capaz de saber que algo va mal en el mecanismo de Gidey, y ni siquiera tiene que acelerar, sino simplemente mantener su ritmo para superar a las liebres, siempre pendientes de su maestra, y lanzarse sola hacia la victoria y hacia una marca deslumbrante.
“Mi cabeza no piensa tanto como mis piernas cuando corro”, dice, feliz, Tariku Novales, el joven maratoniano gallego, de 24 años, que ha terminado 16º, y primer español, en dura pugna con el plusmarquista nacional Ayad Lamdassem, y ha logrado una marca que ni siquiera había calculado, 2h 7m 18s, en el segundo maratón de su carrera, un cuarto de hora más rápido que en Madrid en mayo. “No venía con nada en la cabeza, solo con miedo porque temía estar lesionado”, añade Novales, entrenado en Madrid por Juan del Campo y Luismi Berlanas, y gran promesa del atletismo español desde juvenil con un crecimiento a veces más complicado de lo que esperaba. “Ni pensaba meterme en el grupo de Lamdassem, con liebres para batir el récord de España (2h 6m 25s) ni nada en especial”.
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