Álvaro Bautista, campeón de Superbike 16 años después de ganar en 125cc
El piloto de Talavera de la Reina triunfa tras dejar MotoGP y rejuvenece a los mandos de otra obra maestra de Ducati: “Venir aquí me ha dado una segunda vida”
Dice Álvaro Bautista Arce (Talavera de la Reina, 1984), flamante campeón del mundo de Superbike, que la vida da muchas vueltas y no se podía imaginar levantando un nuevo título a los 37 años, 16 después del primero y único que lucía en las vitrinas de su casa. “Empecé hace más de 20 años y jamás pensé que podría aguantar tanto. La vida me ha traído hasta aquí y lo estoy disfrutando”, confiesa en conversación con EL PAÍS desde Mandalika (Indonesia). Allí se ha coronado después de consolidar su margen en la clasificación ...
Dice Álvaro Bautista Arce (Talavera de la Reina, 1984), flamante campeón del mundo de Superbike, que la vida da muchas vueltas y no se podía imaginar levantando un nuevo título a los 37 años, 16 después del primero y único que lucía en las vitrinas de su casa. “Empecé hace más de 20 años y jamás pensé que podría aguantar tanto. La vida me ha traído hasta aquí y lo estoy disfrutando”, confiesa en conversación con EL PAÍS desde Mandalika (Indonesia). Allí se ha coronado después de consolidar su margen en la clasificación sobre el turco Toprak Razgatlıoğlu, el anterior campeón, con dos segundos puestos y una cuarta posición en la prueba al esprint en la penúltima ronda del certamen.
El toledano es el segundo español que triunfa en este campeonato tras Carlos Checa (2011) y supera en el proceso un registro de Ángel Nieto, que logró sus 12+1 títulos mundiales en un período de 15 años. Además, se une a John Kocinski y Max Biaggi como el tercer piloto capaz de proclamarse campeón tanto en el Mundial de Motociclismo como en el de Superbike. A lomos de una Ducati Panigale V4 R, que como la de Pecco Bagnaia en MotoGP también lleva la firma de Gigi Dall’Igna, ha devuelto a la gloria a la marca italiana. Si la sequía para la fábrica en la categoría reina del motociclismo era de 13 años, en el WorldSBK era también notable: 11 temporadas.
“A nivel físico y mental me siento en plenitud”, explica desde el garaje. Ha ganado 14 pruebas y se ha subido 28 veces al podio en 33 carreras en su cuarta temporada en un certamen que utiliza motos de calle en vez de prototipos. “Cuando me dijeron de venir aquí no lo tenía claro. Lo veía como un campeonato de segunda, y es la concepción que siempre ha habido en España. Me sentía bien, quería seguir compitiendo y disfrutando y dije ‘va, si no me queda otra…’. Me alegro de la decisión, porque he descubierto un campeonato más cercano y humano”, comenta.
Bautista, campeón de 125cc en 2006 y subcampeón de 250cc en 2008 bajo el cobijo de Jorge Martínez Aspar, vio truncados sus sueños en MotoGP en 2018. Tras ocho años en la máxima categoría, cuatro cambios de fábrica, tres podios y ninguna victoria, un mal arranque de curso le hizo llegar tarde a la firma de contratos y se quedó sin hueco en la parrilla. Aunque volvió a acercarse a las posiciones delanteras a finales de temporada –llegó a ser cuarto cuando sustituyó a Jorge Lorenzo por lesión con la Ducati oficial–, ya no había espacio: “Tengo una espina clavada. Estuve en el sitio equivocado en el momento equivocado, pero eso ya es pasado”. Con 33 años, se vio sin trabajo y alejado de su pasión, y por ello decidió optar por la opción menos mala.
“Venir aquí me ha dado una segunda vida. A mí me gusta viajar, moverme mucho. Estar con el equipo, trabajar, explicar mis sensaciones e intentar hacerlo lo mejor posible. No te puedes fiar tan solo de los resultados, debes disfrutar del camino”, afirma el veterano campeón. Tiene cuerda para rato y se maravilla de la relevancia que cobran la experiencia y la mente para mantenerse en lo más alto: “Los treintaimuchos son los nuevo veintipocos. Ojalá pudiera volver atrás con todo lo acumulado, sería la bomba”.
Lejos queda el Alvarito que la liaba hasta en las celebraciones, como la vez que se cargó una moto por intentar hacer un caballito con la carrera finalizada. Los únicos rasgos que recuerdan aquel chaval extrovertido de la hornada de Dani Pedrosa son su gusto por los peinados atrevidos –ahora luce unas trenzas– y su arraigo a la tierra. En Talavera le espera su familia, con su esposa y dos hijas chiquitas, de quienes se aísla brutalmente durante los fines de semana de competición. “En este aspecto soy egoísta, pienso mucho en mí. Por suerte, ellas me entienden y, de momento, me aguantan”, agradece. Lejos de los circuitos, aplica el mismo criterio: está al 100% con la familia y se olvida de las motos.
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