El Madrid se queda a gusto

El Real, lanzado por dos penaltis de estos tiempos por manos, golea al Celtic con un gran Asensio, sella el primer puesto del grupo y Ancelotti puede dar descansos

Asensio celebra su gol ante el Celtic, este miércoles en el Bernabéu.Manu Fernandez (AP)

¡Qué puñetero es el fútbol! Todavía llegaba el eco del berrinche madridista por la condena a Asensio por una mano ante el Girona, cuando la árbitra francesa Stéphanie Frappart siguió el vanguardista manual de su colega español Mario Melero. Como consecuencia, dos penaltis favorables al Real Madrid en los primeros 20 minutos. ¿Motivos? Dos manotazos a lo Asensio. ...

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¡Qué puñetero es el fútbol! Todavía llegaba el eco del berrinche madridista por la condena a Asensio por una mano ante el Girona, cuando la árbitra francesa Stéphanie Frappart siguió el vanguardista manual de su colega español Mario Melero. Como consecuencia, dos penaltis favorables al Real Madrid en los primeros 20 minutos. ¿Motivos? Dos manotazos a lo Asensio. Este miércoles, con ese arbitrario celo arbitral, penaltis. En tiempos del fútbol natural, nada de nada.

Modric y Rodrygo no discutieron a la histórica Frappart —ojalá deje de ser una excepción una árbitra en el fútbol masculino— y el Real puso muy pronto en jaque a los animosos muchachos del Celtic. Para colmo, Courtois redimió a Mendy, autor del tercer penalti de la tarde por una siega al israelí Abada, la sentencia más clara del partido. Del resto se encargó un jugador muy por encima del partido: Marco Asensio.

A golpe de penalti y con Asensio en órbita, todo el Madrid se vino arriba, de Vinicius a Valverde. Una tarde de merienda para cerrar la primera fase y certificar el primer puesto del grupo.

La jornada iba de penaltis, suerte de la que hoy nadie está liberado porque los rectores reglamentarios han decidido ser más tiquismiquis que nunca. Ocurre que, incluso con el maldito VAR mediante, son más subjetivos aún. Antes no eran pocas las veces que se guiaban por el instinto y el particular sentido común. Hoy, vaya usted a saber qué ventolera le pegue al del VAR, el VOR o el juez de campo. Desde luego, Frappart no mereció reproches.

Ramalazos de este fútbol que se vende como el más científicamente justiciero. ¡Manos arriba! Esta vez nadie en Chamartín puso el grito en el cielo, salvo para celebrar la decisión arbitral. Un mazazo para el Celtic. Un paseíllo para el campeón, líder de grupo. Mal asunto para su adversario en octavos. Sea quien sea deberá jugar la vuelta en el Bernabéu, donde todo el universo sabe que se dan fenómenos sobrenaturales.

En Madrid se presentó un Celtic contracultural, sin nada que le enhebre con el Celtic de Jimmy Johnstone y Billy McNeill. En el cuadro católico de Glasgow, primer club británico en brindar con una Copa de Europa (1967), ya no abundan los futbolistas azafranados, sino los japoneses. Influencia del greco-australiano Ange Postecoglu, un entrenador nómada con horas de vuelo en Australia, Japón y Escocia. Otro Celtic, pero sin cuajo para el fútbol escocés. En esta Copa de Europa, cero puntos, dos goles a favor y 22 en contra para el colista Glasgow Rangers. Dos puntos, cuatro goles propios y 15 ajenos para el Celtic.

Al generoso Celtic no solo se le fue la mano, la de Jenz y la de O’Riley. Es un equipo que fluye con gracia. Se resiste a asumir sin más su papel de episódico entre la élite. Se desenvuelve con soltura. No castañetea ni en Chamartín. Ocurre que a cada marcha adelante del cuadro de Glasgow respondió el Madrid con saña. Sobre todo Asensio, que sin engorrosos centinelas por delante, sintió que la tarde estaba para pasarlo pipa. Así le fue. Nada del Asensio sujeto a la pelota al pie, al de apariciones esporádicas. Esta vez, un Asensio con ojo para el desmarque clínico, un Asensio dale que dale, con y sin la pelota. El jugador anhelado por el madridismo y Luis Enrique. En el devenir de los dos penaltis favorables siempre estuvo el balear por el medio. Y Modric, guía juvenil de todos. Más que de sobra para el Madrid, que sin apadrinar al juego tuvo una llegada tras otra ante el destape general del Celtic, más dispuesto a incordiar a Courtois —que tuvo tajo— que a proteger a Hart. Tan jovial es este Celtic, tan crudo en otros tiempos, que al descanso el Real solo precisó una falta, la de Mendy en el penalti.

Llegado al segundo acto aminoró la intervención judicial y el fútbol se alió de nuevo con Asensio y Modric. El primero certificó el 3-0 asistido de maravilla por Carvajal. El 4-0 tuvo la etiqueta de la emergente sociedad blanca. Valverde y Vinicius congenian estupendamente. Ya es costumbre: asiste el uruguayo y golea el brasileño. Si no hay hilo, Valverde, que ha tardado 24 años en descubrir a Valverde, resuelve por su cuenta. Lo hizo nada más irse Vinicius, con un remate con el empeine interior del pie derecho que merecería un titular en toda academia.

Desatado el Madrid, sonado el Celtic, Carlo Ancelotti —ya el técnico con más victorias en la Copa de Europa— ordenó un toque de silencio para pretorianos como Modric, Carvajal, Vinicius y Alaba. Turno para Vallejo, Ceballos, Lucas, Nacho... La segunda unidad, tan necesaria en esta temporada tan partida, con un curso de apertura —hasta Qatar— y otro de clausura —tras Qatar—. Cumplida la faena, todo fueron bienaventuranzas en Chamartín: unas manos a favor para sofocar la exagerada rabieta arbitral tras el duelo con el Girona, un Asensio de aúpa, otro Modric para la eternidad, descanso para algunos, feliz probatura para Benzema y liderato del grupo. Todos con perdices en Chamartín. Incluso hubo tiempo para la coña: “Cholo quédate”, gritaba la gente. Qué mala uva.

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