El Atlético, sin gol y en el alambre
El equipo rojiblanco, que fue de más a menos, no sentencia al Brujas tras su gran primer tiempo y concede un empate que le complica la clasificación para los octavos de final
De más a menos. Con algo más de una hora eléctrica y un final de partido aturullado, el Atlético no pudo derribar al Brujas, menos equipo y más conservador que hace una semana en el Jan Breydel Stadion. Al campeón belga el empate le sitúa como líder fiable del grupo, agarrado a su portero, que no ha encajado un gol en lo que va de competición. Mignolet fue decisivo en Brujas y también en el Metropolitano. Si el Atlético cae...
De más a menos. Con algo más de una hora eléctrica y un final de partido aturullado, el Atlético no pudo derribar al Brujas, menos equipo y más conservador que hace una semana en el Jan Breydel Stadion. Al campeón belga el empate le sitúa como líder fiable del grupo, agarrado a su portero, que no ha encajado un gol en lo que va de competición. Mignolet fue decisivo en Brujas y también en el Metropolitano. Si el Atlético cae en esta primera fase, su fracaso llevará en parte el nombre del meta belga. No dieron los rojiblancos con el gol, solo llevan dos en cuatro partidos. Ese mal le penalizó de nuevo y le obliga ya a alargar sus posibilidades de clasificación hasta la última jornada en Oporto. Durante un buen tramo del encuentro pudo doblegar a su rival, pero acabó atacando con más ganas que juego. Fue significativa la no intervención de João Félix ante el atasco final rojiblanco. El atacante luso no fue ni el quinto cambio. Prefirió Simeone taparse con Witsel en los diez minutos finales a romper la baraja. La carga final fue atropellada e insuficiente para doblegar a este Brujas rebajado, que celebró la defensa de las tablas que ejecutó en cuanto intuyó que enfrente había un equipo muy diferente al que había pasado por encima en su estadio.
Con dos derrotas ya en la mochila y sin margen para especular, el Atlético tuvo la altura de miras que se espera de un equipo superior libra por libra al Brujas. Nada que ver con la rácana imagen ofrecida hace una semana. Esta vez no salió a esperar el equipo de Simeone. Irrumpió frenético, interpretando lo que le demandaba el bullicio de la grada. Buscó el partido y lo gobernó con nervio. Apenas le concedió al campeón belga un par de transiciones antes de someterlo a una ráfaga de ataques de distinto pelaje. De dos robos, Griezmann tuvo un cabezazo y un mano a mano con Mignolet. De una pared entre Griezmann, Koke y Correa en la corona del área, el argentino también se vio cara a cara con el meta belga. Correa sigue a lo suyo. Trata de inventar en cada jugada como si fuera la última. En cada giro o en cada toque se afila. Es como si quisiera dar un golpe sobre la mesa para reivindicarse como intocable cada vez que interviene. De una jugada llevada de lado a lado, Saúl dibujó una pelota curva para que Griezmann hiciera volar de nuevo a Mignolet con un potente cabezazo. Pólvora y ambición. Jugó el Atlético a ganar por demolición, metido en campo contrario. Con Kondogbia para coger campo. En su debe, que de dos saques de esquina a favor se encontró con dos contragolpes que pudieron lastimarle. En uno, a Jutglà se le fue el remate por medio palmo. En otro, Buchanan le sacó un penalti a Molina que el VAR anuló porque el canadiense pisó antes al lateral argentino en su intento por recortarle. Hubiera sido injusto que el Brujas hubiera recolectado un gol antes del descanso.
No mutó el Atlético su relato. Mantuvo su aire mandón a la salida del vestuario en la búsqueda de ese gol liberador. Y lo tuvo Griezmann, al que Mignolet le cazó el intento de vaselina. La apuesta rojiblanca tenía el riesgo del desfondamiento. De dar paso a un partido roto que Simeone no quería ni a tiros. Por ello operó a la hora de juego. Sentó a los exhaustos Correa y Koke y al irregular Lemar, su otra gran novedad en el once. De Paul, Carrasco y Morata fueron los elegidos para mantener el voltaje. Este se mantuvo, pero no la fluidez en los ataques. Se enmarañó el Atlético y comenzó a abusar de centros laterales. Había más presión ya que juego. Y siempre el temor de jugar en el alambre. De exponerse a una carrera del Brujas. Buchanan amagó un par de veces con ello. Lo mismo intentó Carrasco, pero este no encuentra ni el golpe de cintura ni el tacto en el pie para el desborde. Simeone trata de rehabilitarlo, pero hasta ahora el extremo belga sigue cruzado. No le sale nada y el personal se lo recrimina ya sin disimulo.
Sin encontrar una rendija, Simeone ordenó la entrada de Cunha por Saúl, también ya falto de gasolina. En la banda seguía João Félix, confirmando su condición de quinto delantero. Esta vez ni siquiera fue el último cambio. El temor de Simeone por la derrota en una contra le empujó a blindarse con Witsel. Y su equipo ya solo encontró un par de ocasiones claras en el barullo de dos saques de esquina que Morata y Cunha estrellaron contra Mignolet.
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