Roglic no está para bromas en la Vuelta a España
El esloveno, superado el topetazo que le hizo abandonar el Tour, vence la etapa en un esprint escarpado y se pone el maillot de líder
Roglic no permite que nadie le tosa en La Vuelta, ahora que lleva un reinado consecutivo de tres años, ya camino del cuarto porque en Laguardia pidió lo que es suyo y volvió a ponerse el maillot rojo. Fue después de una rampa de dos kilómetros antes de llegar a meta, cuando solicitó turno el Movistar con Enric Mas (acabó tercero) y cuando lo sugirió el Trek con Mads Pedersen (segundo). Pero ni uno ni otro, ni el que se precie ni el más pintado, fueron un incordio para Roglic, que cuando apretó al turbo descontó a todos pa...
Roglic no permite que nadie le tosa en La Vuelta, ahora que lleva un reinado consecutivo de tres años, ya camino del cuarto porque en Laguardia pidió lo que es suyo y volvió a ponerse el maillot rojo. Fue después de una rampa de dos kilómetros antes de llegar a meta, cuando solicitó turno el Movistar con Enric Mas (acabó tercero) y cuando lo sugirió el Trek con Mads Pedersen (segundo). Pero ni uno ni otro, ni el que se precie ni el más pintado, fueron un incordio para Roglic, que cuando apretó al turbo descontó a todos para enseñarles la matrícula y explicar que en La Vuelta, superado el topetazo que le hizo apearse del Tour antes de tiempo, solo manda uno. Y ese, ya queda bien claro, es él.
Tras llegar a meta y aceptar que no le habían alcanzado las piernas para disputar la etapa, Valverde sentenció: “Ha sido un día muy duro”. Entre otras cosas porque el pelotón descubrió al fin el verano y la canícula después de las nubes grisáceas y cargadas de llovizna que cubrían los Países Bajos. Pero los planes, para muchos, en ningún caso cambiarían. “Estamos en casa, estamos en Euskadi, con toda la afición. Hay que intentar estar en la fuga buena”, revelaba Mikel Bizkarra (Euskaltel) antes de subirse a la bici. Y no faltó el equipo a su palabra, pues Joan Bou se unió a la escapada con Lutsenko (Astana), Shaw (EF), De Marchi (Israel), Drizners (Lotto) y Ander Okamika (Burgos-BH), que también lo advirtió de buena mañana: “En Holanda ya enseñamos a nuestro equipo en las fugas y ahora, en casa, esperemos seguir por esa línea”.
Pero el pelotón no solo descubría el sol, sino que también aparecían las primeras montañas, ligeras aunque penalizadoras.
No mucho para Joan Bou, desabrochado el maillot, ataque corto pero potente, cara de esfuerzo y respiración entrecortada, primero en atravesar para dicha del Euskaltel el Puerto de segunda categoría de Opakua —cinco kilómetros de subida al 6,9% de desnivel medio—, también el nuevo portador del maillot de lunares. Aunque sí fue un tormento para algunos porque el Jumbo dio gas al frente del pelotón y se produjeron los primeros cortes, descolgados 12 corredores, entre los que estaban varios protagonistas de los primeros días como Van den Berg, Maté y De Gendt. También el inefable Bennett, que sumó puntos en la meta volante y, problema en la bici, decidió tomarse lo que quedaba de asueto.
Así, kilómetro a kilómetro, pedalada a pedalada, los de Jumbo devoraron la distancia con el pequeño grupo que quedaba fugado, descabalgados hacía tiempo Okamika y Bou, que se le salió la cadena y entendió que su trabajo estaba más que hecho. Y cuando quedaban 33 kilómetros, se volvió a la casilla de salida, el pelotón sin nadie por delante, momentos de descanso para Jumbo e indefinición para el resto.
Hasta que se llegó a Leza y comenzó de nuevo a escarparse la carretera, kilómetros serpenteantes con los árboles en las cunetas como guardianes, también con los aficionados que desde la noche anterior ya habían instalado sus autocaravanas para poder hacer con los primeros rayos del sol esas subidas, aunque, sobre todo, no perderse detalle del paso del gusano multicolor por su zona. Un pelotón, en cualquier caso, cada vez más desnutrido por las numerosas pájaras de los corredores y porque el Trek decidió tomar la iniciativa al frente del pelotón y endiablar la carrera, un destrozo en toda regla, ejercicio rompepiernas con la idea de llegar a los últimos metros con Mads Pedersen como único verdadero esprinter en la disputa.
Freno a Alaphilippe
Artimaña que aceptaron todos menos Jumbo, que trató de imprimir aún más ritmo hasta que se coronó la cima, hasta que arrancó Alaphilippe para intentar coger segundos de bonificación. Pero se quedó con las ganas, ninguneado por un Roglic que, por primera vez, aclaraba que no está para bromas y que si ha venido a La Vuelta es para conseguir la cuarta de carrerilla, gesta nunca hecha por nadie.
Comenzó entonces una bajada sinuosa, curvas peligrosísimas, cerradas y técnicas, de esas en las que uno no se puede permitir pasarse de frenada, ni siquiera para admirar los infinitos viñedos que decoraban el paisaje. Quedaba, sin embargo, la última ascensión, dos kilómetros de alto voltaje. “No creemos que vaya a atacar alguno de los que aspira a la general”, señalaban desde Ineos antes de la carrera. Pero Roglic decidió lo contrario. “Es mejor comenzar con unos segundos por delante que por detrás”, resolvió el nuevo líder. Lógica del abusón.
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