La revolución incomprendida de Carlos Busquets
La historia del fútbol cambió para siempre cuando en 1986 Johan Cruyff descubrió al padre de Sergio tocando el balón con los pies bajo los palos del juvenil del Barça
Cuando los niños de mi quinta jugábamos en el parque, sólo existían tres posiciones: portero, delantero y portero-delantero, privilegio este que se concedía al equipo que en caso de ser impares se quedaba con uno menos. En el fútbol profesional no existía tal. El portero era portero, no se esperaba que hiciera nada con el pie (muchos ni tenían patada para el saque de puerta, que confiaban al central) y menos que saliera del área. Si había alguna salvedad, como el caso de Gatti, era considerad...
Cuando los niños de mi quinta jugábamos en el parque, sólo existían tres posiciones: portero, delantero y portero-delantero, privilegio este que se concedía al equipo que en caso de ser impares se quedaba con uno menos. En el fútbol profesional no existía tal. El portero era portero, no se esperaba que hiciera nada con el pie (muchos ni tenían patada para el saque de puerta, que confiaban al central) y menos que saliera del área. Si había alguna salvedad, como el caso de Gatti, era considerada una extravagancia exótica. Hoy, sin embargo, el corazón de las aficiones se va acostumbrando al sobresalto de ver a su portero con el balón en los pies, con frecuencia en situaciones de extremado riesgo. ¿Cuándo empezó eso?
En una fecha imprecisa de 1986, Johann Cruyff acudió a ver un partido del juvenil culé, que entrenaba su viejo compañero Carles Rexach. Le llamó la atención el portero por la desenvoltura con que jugaba con el pie. (A Cruyff siempre le gustó eso; presionó en su día para que el mediocre Jongbloed pasara por delante de Schrijvers en la selección holandesa porque manejaba mejor el pie).
Rexach le explicó: el chico había jugado de delantero en sus inicios en Badia. Al Barça infantil ya llegó como portero y como a Rexach le gustaba jugar con la defensa adelantada, encontraba útil que él hiciera la doble función de portero y líbero. Jugaba en la frontal del área, cortaba y entregaba bien. Además tenía reflejos, flexibilidad y estatura para cazar los centros por arriba.
Cuando no mucho más tarde Cruyff llegó al banquillo del Barça, preguntó a Rexach qué había sido de aquel portero. Este le dijo que estaba en el filial y Cruyff lo reclamó frecuentemente para entrenar con la primera plantilla.
En el inicio de la 90-91 Juan Carlos Unzué se fue al Sevilla, al tiempo que la FIFA decidía, tras los abusos del Mundial Italia-90, prohibir que el portero utilizara las manos si le cedía el balón un compañero. Así que Cruyff decidió elevar a Busquets a la primera plantilla como suplente de Zubizarreta. Tras algún partido menor, su aparición ante el gran público se produjo en la final de la Recopa, ante el Manchester United, que jugó por suspensión de Zubizarreta. Vistió pantalones largos (hábito traído de los campos de tierra, que nunca abandonó), lo que le daba aspecto de portero de balonmano. Chocaba a los ojos, como algo estrafalario. El Barça perdió 2-1 y él no estuvo bien.
Para sorpresa de todos, Cruyff declaró que Busquets era el mejor portero del Barça y que en el futuro todos serían así.
Sería el mejor, pero siguió poniendo a Zubizarreta, pilar de los grandes triunfos del Dream Team hasta aquella triste final de Atenas, perdida 4-0 ante el Milán a los tres días de ganar la cuarta Liga consecutiva. Aquella derrota sentó mal, Cruyff emprendió una limpia de vacas sagradas y uno de los primeros en caer fue Zubizarreta, que recalaría en el Valencia.
Busquets ascendió a titular. Lo fue dos temporadas, la segunda de las cuales no la terminó Cruyff, sustituido por Rexach. La afición no le aceptó. Sus pantalones largos no le ayudaban, los riesgos con el pie no se digerían y bajo los palos alternaba buenas paradas con regalos que se hicieron célebres. “El portero sin manos”, llegó a escribir L’Equipe. Su presencia coincidió con un desencanto general en torno a Cruyff: el 4-0 de Atenas, el despido de las vacas sagradas, fichajes que no se entendían (Korneiev, José Mari, Escaich), la elevación al primer equipo de su hijo Jordi y su yerno Angoy… Todo fue deshinchando el fervor por Cruyff y lo de Busquets fue visto más que como un capricho más, una provocación exhibicionista.
Para la 96-97 llegó Bobby Robson, que trajo a Vitor Baía. Fue el año de Ronaldo en el Barça, que ganó la Copa y la Recopa, después de dos temporadas de sequía. En la siguiente llegó Van Gaal con Hesp y Busquets pasó a tercer portero. Hizo unas declaraciones contra el holandés, se quedó sin dorsal… Se fue al Lleida, donde jugó dos temporadas en Segunda y una en Segunda B, hasta retirarse con 35 años.
Sólo fue titular en Primera División dos temporadas, y sin éxito. Rexach defiende que valía, pero que la oportunidad le llegó en momentos malos, con la atmósfera del club alterada.
Ahora es padre orgulloso de uno de los mejores jugadores que nunca tuvo España y entrenador de porteros del Barça Atlético, a los que forma en su estilo.
Y el tiempo le ha dado la razón a Cruyff: hoy todo el mundo busca para la portería un futbolista que pare, no un portero que no sea futbolista.
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