Nadal y el pie: seguir o no seguir, esa es la cuestión

El campeón de 21 grandes, golpeado por un dolor crónico que se ha agudizado con la edad y le martiriza, libra una batalla interior sobre su continuidad profesional

Nadal devuelve la pelota de revés durante el partido contra Djokovic en la Philippe Chatrier.Foto: CLIVE BRUNSKILL | Vídeo: GETTY

Patrick McEnroe, hermano del célebre John e ingenioso comentarista de ESPN, resumía con su habitual agudeza el triunfo sísmico de Rafael Nadal frente Novak Djokovic en los cuartos de París: Incroyable (Increíble). Todavía procesa e intenta descifrar el planeta tenis la última proeza del español, el qué y el cómo, el fondo y la forma. Con él sobre una pista, no existe lo inverosímil. Decía hace unos días el tenista que el duelo contra el actual número uno tal vez sería el último que disputara en París, en su Chatrier, pero en realidad, ...

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Patrick McEnroe, hermano del célebre John e ingenioso comentarista de ESPN, resumía con su habitual agudeza el triunfo sísmico de Rafael Nadal frente Novak Djokovic en los cuartos de París: Incroyable (Increíble). Todavía procesa e intenta descifrar el planeta tenis la última proeza del español, el qué y el cómo, el fondo y la forma. Con él sobre una pista, no existe lo inverosímil. Decía hace unos días el tenista que el duelo contra el actual número uno tal vez sería el último que disputara en París, en su Chatrier, pero en realidad, Nadal lleva toda una vida disputando su último partido. Todos y cada uno de los puntos que ha dirimido con el rival de turno, fuera contra quien fuera, ya sea el uno, el 50 o el 200 del listado, da igual, los ha abordado como si fueran su último servicio. Él no hace excepciones.

Situado otra vez ante un desafío mayúsculo, a solo dos pasos de conquistar su 14º título de Roland Garros y el que significaría su 22º de un Grand Slam, cuando hace no mucho estaba penando una vez más en la enfermería, el mallorquín libra desde hace unos meses una profunda batalla interior: seguir o no seguir, esa es la cuestión. Golpeado de forma recurrente por el mal del pie izquierdo que le persigue desde los inicios de su carrera, el deportista sopesa ahora si le merece la pena seguir sufriendo, dado que el dolor ha crecido de forma considerable y cada vez es menos controlable, o bien da un giro vital, cuelga la raqueta e intenta disfrutar de esos otros alicientes personales y profesionales que le ofrece el día de mañana.

El curso pasado, después del intento que llevó a cabo para regresar a la competición tras la enésima advertencia del pie, se vio obligado a echar el freno y habló claro. “Llevo un año sufriendo mucho más de lo que debería y necesito tomarme un tiempo”, transmitió. En ese momento, Nadal se reunió con su equipo y barajó dar un paso a un lado. “Tengo lo que tengo, y no se va a solucionar. Es increíble que pueda seguir compitiendo”, reconoció tras alzar contra todo pronóstico el trofeo del Open de Australia. Su entorno le animó a continuar y él, 35 años, a dos días de los 36, aceptó y lo puso todo, pero el azote nunca ha dejado de castigarle, en mayor o menor grado en función de las circunstancias.

Nadal, así lo ha contado, no puede entrenarse ni trabajar con normalidad desde hace tiempo. No han sido pocos los días que ha tenido que frenar en plena sesión o bien disminuir el ritmo, cuando él y su preparador principal, Carlos Moyà, no han tenido que recoger los bártulos, dar media vuelta y deshacer el camino a casa. En no pocas fases, el deportista no se ha reconocido. Aun así, no ha desistido. En septiembre inició un “tratamiento un pelín más agresivo” y salió apoyado en muletas de la clínica del doctor Ángel Ruiz-Cotorro, en Barcelona. Sucede que además de ser presa de su propio cuerpo, de ese chasis que tantos sinsabores le ha proporcionado, Nadal tiene un físico superdotado y solo así se puede comprender el extraordinario episodio australiano de comienzos de año.

De Indian Wells a Roma

Triunfó a lo grande en Melbourne, pero su compañero de viaje, el dolor, nunca le abandonó. En Indian Wells se le vio hacer varios gestos extraños. “El pie me ha molestado un poco más estos días”, admitió tras vencer a Reilly Opelka. Después llegaría la fisura en la costilla, una cuestión accidental, y otra preparación a la carrera para llegar a tiempo a Roland Garros. Reapareció en Madrid, y cuando tan solo había disputado cinco partidos, tres en la Caja Mágica y otros dos en el Foro Itálico de Roma, hizo una cruda confesión después de caer contra el canadiense Denis Shapovalov, dejando una imagen sobrecogedora en la pista, sin poder disimular una cojera que entre bastidores se percibe con regularidad: “No estoy lesionado, vivo con una lesión”.

Nadal, durante el partido de cuartos en París.Foto: MARTÍN DIVISEK (EFE) | Vídeo: REUTERS

Nadal envía desde hace tiempo señales. Dice que su continuidad depende enteramente de la felicidad y que, en el instante en el que el sufrimiento se imponga al disfrute diario, dejará de jugar.

En París, a diferencia de Roma, adonde viajó sin ningún supervisor médico, sigue sus pasos al milímetro el doctor Ruiz-Cotorro. La fórmula anestésica le ha permitido competir con garantías hasta el momento, pero aun así, el tenista no termina de verlo claro. Más allá de ganar, Nadal desea jugar con regularidad, algo que no ha podido hacer en los tres últimos años. La inactividad derivada del largo confinamiento de 2020 y la cancelación de la mayor parte del calendario de ese año le perjudicaron seriamente a su pie. “Hace un mes y medio, no sabía si volvería a jugar al tenis de manera profesional”, expuso tras resolver su debut en el Open de Australia.

Mensajes enigmáticos

“Será súper difícil, pero todavía tengo fuego interior”, comentaba un mes antes, en su regreso en Abu Dhabi. Y he aquí la cuestión. La llama sigue, pero ha perdido fuerza y el balear ha dejado declaraciones reveladoras a lo largo de estas dos semanas en París. “Este partido [contra Djokovic] quizá podría ser el último que juegue en este torneo. No sé que puede pasar en un futuro cercano con mi carrera. Con todo lo que llevo encima, cualquier cosa puede ser”, afirmó antes del cruce con el serbio. E incidió dos días más tarde, después de batirle: “No sé qué pasará después de este torneo. Ya hablaremos después y entenderéis un poco todo. Voy a buscar una solución, pero de momento no la tenemos”.

Los mensajes enigmáticos de Nadal han generado una gran inquietud y crecen las especulaciones sobre una posible retirada. Teme el tenis la posibilidad de que el mallorquín se haya cansado de luchar y pueda cerrar un recorrido esplendoroso, en una sospecha que también abarca a la carrera del suizo Roger Federer, de 40 años. Mientras, él trata de aparcar ese debate interno y pensar exclusivamente en los dos peldaños que le quedan para volver a gobernar en Roland Garros. Es decir, trata de no pensar más allá de Alexander Zverev, el rival del viernes en las semifinales.

“No, no me sorprende en absoluto. No es la primera vez que él [Nadal] es capaz de caminar y estar al cien por cien físicamente pocos días después de haber estado lesionado. Lo ha hecho muchas veces”, apuntaba Djokovic de madrugada. Media hora después, Nadal tomaba la palabra y, de nuevo, un desagradable escalofrío en el deporte.

Coger un camino u otro, esa es la cuestión.

EL SÍNDROME DE MÜLLER-WEISS

A. C. | París

Nadal padece una osteocondritis del escafoides, una lesión degenerativa que debilita el hueso y la articulación, para la que no existe una cura efectiva. En abril de 2004, durante su participación en el torneo de Estoril, el balear sufrió una fractura por sobrecarga y la lesión derivó en una artrosis en esa zona del pie. A partir de ahí, se le aplicó un tratamiento médico y físico de prevención, pero conforme el deportista ha ido haciéndose mayor, el grado de dolor ha aumentado.

La lesión afecta a la biomecánica del pie y a la pisada, y a partir de ahí a todo el aparato locomotor, las articulaciones y la espalda. Desde el comienzo de su carrera profesional, Nadal se ha sometido a un tratamiento conservador que ha ido aumentando de grado en función del dolor y las necesidades de la competición. El tenista juega con unas plantillas especiales y unas zapatillas (calza un 42) diseñadas expresamente para él por la firma Nike en 2006. 

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