Landa acelera en Santa Cristina, pero no se quita del cogote a los favoritos del Giro de Italia
El día más esperado, el del Mortirolo, acaba con victoria del checo Hirt y con Hindley arrancando una bonificación de 4 segundos, que le acerca a 3 de Carapaz, de rosa
Hay fútbol prosa y fútbol poesía, escribió Pasolini, centenario ya, y hablaba de la Italia geométrica y plana del 70, y del Brasil de Pelé y Gerson, Rivelinho y Tostao, fantasía, instinto, y gusto por lo imposible, el gesto genial que agarra y destroza, que hace exclamar, ay, y gemir, y a Pasolini también le gustaba el ciclismo, fan de Merckx, de Van Looy, las estrellas fijas del firmamento ciclístico, escribió, de Taccone, proletario comprometido, deporte de campesinos y tra...
Hay fútbol prosa y fútbol poesía, escribió Pasolini, centenario ya, y hablaba de la Italia geométrica y plana del 70, y del Brasil de Pelé y Gerson, Rivelinho y Tostao, fantasía, instinto, y gusto por lo imposible, el gesto genial que agarra y destroza, que hace exclamar, ay, y gemir, y a Pasolini también le gustaba el ciclismo, fan de Merckx, de Van Looy, las estrellas fijas del firmamento ciclístico, escribió, de Taccone, proletario comprometido, deporte de campesinos y trabajadores, que se acaba, escribe en el 69 ya.
Al poeta de Bolonia que jugaba al fútbol en los descampados de la Roma que sucumbe a la construcción acelerada, muerto en el 75, le habría gustado Marco Pantani, un corsario, su lírica de la desesperación, salvaje, y que sufran los que intenten imitarle, prosistas de prosa pesada, regular, Indurain, y un electrocardiograma sin sobresaltos, y en la montaña Pantani, que así ha bautizado el Giro la subida al bosque de Santa Cristina por el Valico, abajo viñedos de sforzato [tinto de Lombardía] entre muros de piedra, terrazas verticales en las que ni los mulos pueden trepar, y plantas de grano sarraceno, arriba, algunos abetos, y una carretera empinadísima, Landa busca inspiración en su Pirata, en sus saltos de corazón. Y su corazón ya arranca acelerado, inquieto. Unos metros antes ha tropezado con su compañero Pello Bilbao, ha perdido el ritmo, segundos de pánico, corazón en la boca, adiós sosiego, claridad. Bienvenida la respiración entrecortada, el fin del sueño que se sueña dentro de otro sueño.
La etapa es imposible, será para el checo Jan Hirt, uno de la fuga de 23 en la que Valverde también ensayó metáforas imposibles y versos libres, y no encontró argumento, sin rima. Hirt es el mismo que ya llegó segundo, tras Ciccone, en el último Mortirolo, el del 19. La rosa está allí, a 59s y tres rivales entre medias, Carapaz, Hindley, Almeida. Y Juanpe, mucho más lejos. Aguanta hasta que no puede más el lebrijano, que cedió en Santa Cristina 7m 15s, y ya es undécimo en la general.
Manos abajo, culo arriba
Manos abajo, culo arriba, estampa perfecta, Pantani con pelo y casco, y mirada limpia, sin gafas, Landa acelera en cabeza.
Es la belleza de la inocencia, el ciclista que busca su propia libertad de la única manera que conoce, luchando libremente por la victoria. Poesía, grita la afición, poesía sibilante, poesía de serpiente, suave, inspiración, instinto, poesía en vena que inunda los sentidos, poe… Landa no se arranca el pinganillo. No se libera. La fealdad le ata.
Mira atrás. Le siguen dos, los más fuertes, Hindley, sorprendentemente vivaz, fácil de pedalada, ligero; Carapaz, de rosa, más pesado. Detrás, y parece que se aleja, se difumina, se desdibuja, la sombra blanca de Almeida persigue. La prosa no se rinde. Han girado a la izquierda. Últimos seis kilómetros, Los más duros de todo el puerto, de todo el Giro, añaden los comentaristas.
Hindley, Carapaz, Landa, aceleran por turnos, buscan la debilidad de los compañeros, y Landa se vuelve y allí sigue, en su cogote, el monstruo blanco. Almeida, que hasta parece que se acerca. El fin de la locura en las rampas más duras. Se impone la fealdad, el triunfo del miedo pequeñoburgués, el ahorro, la contabilidad, el sprint por 4s de bonificación (y gana Hindley, siempre). El pacto. Malos tiempos para la épica. Landa habla con Carapaz, con Hindley. Se acabó la pelea. El enemigo es Almeida, concluyen, uno que en la contrarreloj nos gana a los tres.
Más vale relevar de acuerdo y dejarle lejos. Ya habrá ocasión para nuestros versos, concluyen, las cascadas de la Marmolada, el sábado; el Vetriolo, un nombre que asusta, y, sobre todo, el Menador, una pendiente que quita el hipo, el miércoles, hacia Lavarone, por la grieta de Trento.
La prosa es el libro de ruta, mapas y gráficos, nombres, lugares, montañas, en los que, los ciclistas, niños siempre, los ciclistas que los recorren con el dedo encuentran resonancias, evocaciones, buscan inspiración. Los directores, exciclistas, siempre ancianos miedosos, encuentran allí seguridad, control, y, siempre, siempre, siempre, la coletilla deprimente que se remonta a la noche de los Tours de que hay más días, fijaos qué etapas más duras quedan...
“Hemos hecho lo que habíamos estudiado, lo que había que hacer”, dice Alberto Volpi, el director de Landa, que, fiel a los manuales, hace acelerar a su equipo en la subida a Teglio, una emboscada para atacar no para regular, y luego, en la parte pintada de Santa Cristina para preparar la aceleración de Landa, y corren con anteojeras, y no aprovechan la locura de Nibali, el homenaje del Tiburón de Messina al juez Giovanni Falcone, asesinado hace 30 años y un día por la Mafia en Capaci, en la autopista de Palermo.
Para Nibali, es tan deber moral recordar todos los años el día que su Sicilia nunca olvidará como atacar siempre que un descenso puedan revolucionar una carrera. Lo hace bajando el Mortirolo más empinado hasta Mazzo. Llegan nueve juntos a la base. Carapaz solo tiene un gregario, Sivakov; Landa tiene dos, Pello y Poels; Almeida, uno, Formolo; Hindley, dos, Buchmann y Kämna… El verso siguiente debería ser uno de ataque, de continuar rápido. La lógica de los prosistas, el miedo, impone, sin embargo, detenerse, esperar que lleguen los retardados, cuatro Ineos que aniquilan la incertidumbre, rehacerse, empezar de nuevo. “No, en ese momento no pasé miedo, quedaba mucho y sabía que nos reharíamos”, dice Carapaz, que sabe con qué paño se elaboran las victorias, con bonificaciones, con segundos, los días en los que la épica muere.
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