De Zalazar a Zalazar, un gol desde mediocampo en el nombre del padre

Rodrigo, jugador del Schalke 04, calca casi treinta años después un icónico gol marcado por su padre José Luis con el Albacete al Atlético de Madrid

Zalazar se hace un selfi en plena fiesta del ascenso del Schalke 04 a la Bundesliga.Foto: INA FASSBENDER (AFP) | Vídeo: EPV

No fue al partido de su hijo porque dice que se pone muy nervioso. “Más que cuando jugaba”, previene José Luis Zalazar, uruguayo afincado en Málaga, mundialista en 1986 con su selección antes de dar el salto a España, donde jugó en Cádiz, Espanyol, Albacete y Santander. Estaba ante el televisor, vio salir la pelota y se levantó del sofá. “Me fui caminando a medida que volaba el balón y cuando llegó a la red ya estaba delante de la pantalla”.

Su hijo Rodrigo, de 22 años y futbolista del Schalke 04 alemán, acababa de marcar un gol desde el círculo central en su propio campo. 58 metros rec...

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No fue al partido de su hijo porque dice que se pone muy nervioso. “Más que cuando jugaba”, previene José Luis Zalazar, uruguayo afincado en Málaga, mundialista en 1986 con su selección antes de dar el salto a España, donde jugó en Cádiz, Espanyol, Albacete y Santander. Estaba ante el televisor, vio salir la pelota y se levantó del sofá. “Me fui caminando a medida que volaba el balón y cuando llegó a la red ya estaba delante de la pantalla”.

Su hijo Rodrigo, de 22 años y futbolista del Schalke 04 alemán, acababa de marcar un gol desde el círculo central en su propio campo. 58 metros recorrió la pelota mientras a su padre se le quitaron casi tres decenios de encima: el 3 de abril de 1993 había firmado con el Albacete un gol calcado al Atlético de Madrid, un tanto icónico ahora revivido en un extraordinario guiño generacional. A centímetros del televisor, Zalazar padre se tapó la cara y empezó a llorar junto a su mujer.

“Mis hijos crecieron con aquel gol”, describe uno de los emblemas del Queso Mecánico que Benito Floro llevó de la tercera categoría a la primera. Zalazar se alistó al equipo en 1990 cuando ya estaba en Segunda División y aquella campaña anotó un gol desde campo propio en el feudo del Levante. En los primeros noventa, los porteros ya empezaban a achicar espacios y evolucionar adelantados. “Siempre que salía al campo tenía presente esa opción del lanzamiento lejano”, recuerda. Tiempo después lo repitió en la promoción en la que el Albacete perdió la categoría ante el Salamanca dirigido por Juanma Lillo. Roberto Olabe, ahora director deportivo de la Real Sociedad y entonces meta del equipo charro, fue quien lo encajó. Pero el que más se recuerda se lo metió entre medias al Atlético. “Tuvo más repercusión y fue más bello que los otros dos”, explica José Luis Zalazar.

Y ahí es donde llega el asombro y la emoción. Aquella perfección que batió a Diego, portero colchonero, se repitió como si de un sosias se tratase el pasado domingo en Nuremberg. Y con otro Zalazar por medio. “Es extraordinario porque el gesto en el golpeo es el mismo, idéntico, tras una carrera corta, casi de parado, un control y la pelota, en ambos casos, entra sin botar”, describe emocionado José Luis. Su gol llegó desde 54 metros, un detalle que al hijo no le pasó inadvertido. “Lo marqué desde más lejos que tú”, le dijo. Y Zalazar ya no supo que replicar: “Cuando te supera un hijo solo se te cae la baba”, concluye.

Nada es casualidad. La familia Zalazar, con cinco hijos, ha criado a tres futbolistas profesionales. Kuki juega en la Ponferradina, Rodrigo eligió la vía germana y se fue hace tres años al Eintracht, que le ha cedido de manera sucesiva al Kielce polaco, al St. Pauli y esta campaña al Schalke 04, campeón de la Bundesliga 2. El pequeño Mauro, de 17 años, debutó este mes con el filial del Granada. Hay genética, pero también trabajo. “Son todos unos apasionados del fútbol y desde niños les he incidido en la importancia de trabajar la técnica de los controles y, sobre todo, la del golpeo”, apunta Zalazar, que educó a sus hijos para que dominasen todos los procesos que garantizasen un buen contacto con el balón mediante una técnica sorprendente: les obligaba a descalzarse y a darle sin botas a la pelota.

“Yo no tenía su dinamismo”

Toda esa infancia con los pies en el suelo se plasmó en la solución que encontró Rodrigo en Nuremberg una semana después de marcar el gol que le dio el ascenso a su equipo. También ahí siguió los pasos de su padre, autor de las dos dianas que le valieron en 1991 al Albacete para lograr su primer ascenso a la máxima categoría. El fútbol ha cambiado en treinta años, pero algunos parecidos asombran. Resulta inevitable pensar en el padre al ver jugar a los hijos. “Yo no tenía el dinamismo que tienen ellos, ahora el fútbol tiene una exigencia en el esfuerzo que te obliga a ser un atleta y prepararte en el gimnasio”, describe José Luis, al que le sobraba categoría. “Rodrigo es lo que en Uruguay se denomina un doble cinco, aunque también pueden jugar por los costados. Mauro es un centrocampista moderno, con muy buena pegada. Más parecido a Rodrigo que a Kuki, que es técnicamente el mejor de los tres, un segunda punta con mucho gol”, describe.

“A Rodrigo lo convocó la selección sub-20 de Uruguay y se quedó enamorado del país”, apunta el padre. Tiene claro el chico que quiere jugar con la celeste, aunque ya puesto a convertirse en un émulo debería de considerar que José Luis la vistió en 29 ocasiones y disputó un Mundial con ella. Mientras tanto va haciendo su camino, en el nombre del padre. Tras el partido tomó el teléfono y en Málaga se recibió una llamada:

- ¿Qué te pareció el golpeo, papi?

- Bueno, no estuvo mal…

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