Carlos Alcaraz no tiene límites
El murciano bate a Carreño (6-3 y 6-2) y eleva su primer Godó al sobreponerse a una semana de alta exigencia en Barcelona, entre lluvia, frenazos y jornadas dobles
Es una historia que comenzó teñida de gris, de nubes y de lluvia, y que acabó con el agradable sol de media tarde en Barcelona, cielo azul. Es una historia de un maratón, de jornadas dobles y de un “milagro” mañanero antes de que pusiera la rúbrica por la tarde, salvando dos bolas de partido ante el australiano Alex de Miñaur primero (6-7(4), 7-6(4) y 6-4, en 3h 40m) y adueñándose después de la final contra su amigo Pablo Carreño, resuelta en un pispás: 6-3 y 6-2, en tan solo ...
Es una historia que comenzó teñida de gris, de nubes y de lluvia, y que acabó con el agradable sol de media tarde en Barcelona, cielo azul. Es una historia de un maratón, de jornadas dobles y de un “milagro” mañanero antes de que pusiera la rúbrica por la tarde, salvando dos bolas de partido ante el australiano Alex de Miñaur primero (6-7(4), 7-6(4) y 6-4, en 3h 40m) y adueñándose después de la final contra su amigo Pablo Carreño, resuelta en un pispás: 6-3 y 6-2, en tan solo 65 minutos. Y es una historia sobre historia, porque Carlos Alcaraz inscribió por primera vez su nombre en la placa plateada del Godó y levantó su cuarto título en la élite, el tercero sobre tierra batida.
Escribe el murciano su propio relato, pero los paralelismos se hacen inevitables. A los 18 años (y 10 meses) se encumbró por primera vez Rafael Nadal en Barcelona y al día siguiente, el 25 de abril de 2005, accedía por primera vez al top-10 del circuito. Lo hace en la misma fecha y tras triunfar en el mismo escenario Alcaraz, que le sucede en el palmarés del torneo y asciende del undécimo al noveno puesto del listado mundial, empeñado en apropiarse inmediatamente del presente. Ofrece el chico más y más argumentos, y en dirección a Roland Garros (del 22 de mayo al 5 de junio) se eleva y reluce.
No tuvo miga la final contra su amigo Carreño, de una sola dirección, conducida magistralmente por el ganador. Sí la tiene el recorrido hasta el premio. Detrás hay mucho tenis, sí, pero esta vez, un grado superior de cabeza y paciencia. La tiene Alcaraz, vaya que si la tiene. El tiempo ha puesto a prueba a los tenistas estos días, obligándoles a un esfuerzo extra y a desdoblarse en jornadas interrumpidas por la lluvia y el granizo, de parón en parón. El viernes ya se tuvieron que encadenar los octavos y los cuartos, y este domingo apenas hubo tregua: de las semifinales a la final, con un intervalo inferior a tres horas.
En el turno matinal, Alcaraz rindió a De Miñaur tras una remontada fabulosa, habiendo estado a un milímetro del fuego. Cercado y sin encontrar las mejores sensaciones, salvó dos bolas de partido del australiano y logró el pase a las bravas. “Estoy totalmente de acuerdo, esta victoria ha sido un milagro”, corroboró. “Las he salvado, una de ellas con un passing-shot que no sé cómo he sacado… Al final, es el espíritu de lucha; esto es tenis y puede pasar cualquier cosa. Hay que darlo todo hasta la última bola”, agregaba antes de afilarse los colmillos y atropellar al treintañero Carreño, con el que comparte entrenamientos y buenos ratos en Villena (Alicante), donde ambos se entrenan.
Un “esfuerzo tremendo”
“En la semifinal he tenido más dudas. Tuve que luchar lo que no está escrito”, continuó. “Y esta tarde [contra el asturiano, 18º del mundo] tenía las cosas más claras. Ha sido el mejor partido del torneo sin lugar a duda”, precisaba Alcaraz, uno de esos elegidos que cuanto más se inclina la cuesta y más demanda la situación, mejor responde al desnivel. No fue una semana para florituras, sino para resistir y sobrevivir, para ir sorteando los días y el agua –Sonwoo Kwon, Jaume Munar y Stefanos Tsitsipas en las escalas previas– hasta desenfundar de verdad en el día clave y darse el chapuzón en la piscina del club.
“El tiempo no ha ayudado mucho”, decía en el parlamento a pie de pista, con un talón de casi medio millón de euros en el bolsillo por el título y unido ya al grupo de tenistas españoles que han dejado huella en el singular torneo de Barcelona; esto es, los Gimeno, Santana (2), Gisbert, Orantes (3), Emilio Sánchez Vicario, Carlos Costa, Albert Costa, Mantilla, Ferrero, Moyà, Robredo, Verdasco y Nadal (12). Este año, son ya 10 trofeos los obtenidos, con el mallorquín y él al frente (3), y Albert Ramos, Roberto Bautista, Pedro Martínez y Paula Badosa completando la cosecha.
“Ha sido una semana muy movida, porque ha habido de todo: buen tenis, irregular e inconsistencia. La habilidad de Carlos es que puede jugar a gran intensidad. Y se lleva un torneo muy importante para los españoles por la tradición. El esfuerzo ha sido tremendo, no ha habido muchas ocasiones en los que se juega dos partidos así. Tres horas y 40 minutos, dos bolas de partido en contra, con un passing imposible… Pero en la final ha sacado fuerzas. Le dije que el cansancio era algo mental, que había que ponerle muchas ganas e ilusión”, expuso su orfebre, Juan Carlos Ferrero.
Jugar no, ganar
“Las finales no se juegan, se ganan. Es lo que me han inculcado desde pequeño“, afirmó. “Sabía que después de la paliza de esta mañana tenía que ser agresivo. Tenía que intentar que los puntos no se alargasen demasiado. Ha sido el mejor partido del torneo, sin duda”, prolongó. “¿Límites? No, no los tengo. Los límites se los pone uno mismo y todavía no quiero tocar techo. Si mantengo este nivel tengo muchas opciones de ganar a los mejores y de seguir ganando torneos”, concluyó ante los periodistas.
A diferencia de otros días, esta vez el logro no viene acompañado del clásico récord de precocidad: el sueco Mats Wilander (18 años y un mes en la edición de 1982) se mantiene como el campeón más joven en Pedralbes. En cualquier caso, Alcaraz –Umag, Río y Miami también en la vitrina– sigue reafirmándose y asombrando. Su juego es un espectáculo y su ascensión –hace un año figuraba en el 120º peldaño del ranking– le confirma como un señor candidato a todo. Tropezó previamente en Montecarlo, primera ronda ante Sebastian Korda, pero advertía: “Vengo con las cosas claras, sé qué tengo que hacer”. Y así, del dicho al hecho. Sol y broche de oro en Barcelona.
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