El Real Madrid devora al Maccabi en una noche de catarsis

Poirier, Llull y Yabusele encabezan un festín con hambre atrasada y comunión con la grada que deja a los blancos a un paso de la Final Four de Belgrado (95-66)

Rudy y Poirier taponan a Zizic. EFE

No estaba muerto, estaba de catarsis. El Real Madrid escapó a la carrera del purgatorio en el que andaba meses penando y se llevó por delante al Maccabi en una noche en la que los blancos liberaron su juego y purificaron su alma. El conjunto de Laso devoró el segundo partido de la eliminatoria de cuartos de la Euroliga ante los israelíes y se colocó con un marcador parcial de 2-0 que no ha remontado nadie en la historia del torneo. A un paso de l...

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No estaba muerto, estaba de catarsis. El Real Madrid escapó a la carrera del purgatorio en el que andaba meses penando y se llevó por delante al Maccabi en una noche en la que los blancos liberaron su juego y purificaron su alma. El conjunto de Laso devoró el segundo partido de la eliminatoria de cuartos de la Euroliga ante los israelíes y se colocó con un marcador parcial de 2-0 que no ha remontado nadie en la historia del torneo. A un paso de la Final Four, que se disputará entre el 19 y el 21 de mayo en el Stark Arena de Belgrado.

Un rearme convincente de los blancos. Un ejercicio de solidez y corporativismo, de comunión con su afición, que recordó al mejor Madrid, en el mejor momento. A tiempo de retomar la escalada tras rodar ladera abajo. Un festín con hambre atrasada que estuvo encabezado por Poirier (16 puntos y 10 rebotes), Yabusele (16 puntos) y Llull (17 puntos, con 5 de 9 en triples). El Maccabi quedó apabullado contra un Madrid que primero le dobló el pulso y luego compitió contra sí mismo para recuperar el tiempo perdido, con una mezcla de ansia y rebeldía.

El Madrid sembró cohesión y certezas el miércoles y prolongó a lo grande su propósito de enmienda en el segundo asalto ante el Maccabi. Los de Laso se presentaron con el mismo quinteto inicial y la misma concentración. Con Williams-Goss y Yabusele diversificando la producción por dentro y por fuera, y con Hanga tensando la cuerda en defensa ante un rival en guardia. La terna compuesta por Wilbekin, Evans y Reynolds también redobló la apuesta del conjunto israelí y, sin transición ni tanteo, el partido se desató a lo grande. Pero el Maccabi no pudo seguir el ritmo a un equipo desconocido por reconocible, que se dio un homenaje como en sus mejores días, con un viaje en el tiempo hasta la frontera de los 100 puntos.

Los blancos, que en el primer duelo anotaron 16 triples (su récord en los playoffs y la mejor marca del curso), sumaron tres aciertos desde el 6,75 en los primeros tres minutos de partido y Llull añadió otros tres aciertos consecutivos antes de cerrar el primer cuarto. La aparición del capitán madridista, cuando el Maccabi ajustaba las piezas de su rotación, destartaló la pizarra israelí y lanzó al Madrid hasta los 35 puntos (con 7 de 9 en tiros de dos y 6 de 12 en triples). Una ráfaga que sacó de rueda a los macabeos después de su meritorio sprint inicial (35-24, m. 9).

Derrick Williams se encargó de sostener a duras penas al Maccabi en ese tramo. Pero Randolph y Poirier defendieron el fuerte en ausencia de Yabusele y Tavares, y Rudy anotó el octavo triple de los blancos para estirar un poco más la cuerda (48-33, m. 14). La efectividad desde el perímetro liberó al Madrid en su mejor versión del curso y la autoestima retroalimentó la voracidad defensiva de los de Laso (cinco robos y ocho pérdidas provocadas al rival al descanso).

Con el paso de los minutos, se agigantó Poirier (13 puntos y nueve rebotes en los 13 minutos que estuvo en pista en la primera mitad —26 de valoración—), se crecieron todos sus compañeros, y la intensidad madridista abrumó al Maccabi rumbo a la mejor primera parte de los blancos en toda la temporada. La luz al final del túnel más largo y oscuro de la década. Después de tres meses de crisis, despersonalización, anotaciones raquíticas y desplomes inauditos (de 17 derrotas en los 29 partidos previos al playoff; 12 en los últimos 17 desde la final de la Copa en Granada), los de Laso se reconocieron como nunca en su versión de siempre. El segundo cuarto se cerró con un parcial de 21-11 y la contabilidad de la primera mitad registró 56 puntos y la valoración global un 74-26. De Causeur a Poirier, el Madrid más mosquetero, ovacionado en pie por los parroquianos del Palacio camino de los vestuarios —hubo ovaciones para Draper y Usman Garuba, presentes entre el público; y pasó desapercibida la presencia de Heurtel y Thompkins, de nuevo fuera de la lista, en las sillas de pensar—.

La ventaja acumulada permitió al Madrid cicatrizar la angustia reciente y ventilar la claustrofobia. Y se lanzaron con gula a devorar definitivamente al Maccabi en la reanudación. Del 54-34 del minuto 18, al 62-37 nada más comenzar el tercer cuarto. Y de ahí, al 74-48 con el que se cerró el tercer cuarto, tras el cuarto triple de Llull, que desató el guateque de las grandes noches en el barrio de Goya, hasta el 95-66 final, un +29 que supone la mayor victoria de los blancos esta temporada y la segunda mayor en un playoff europeo.

El próximo episodio, el próximo martes en La Mano de Elías, donde el Madrid puede resolver el pulso rumbo a la Final Four de Belgrado. La otras tres series de cuartos están empatadas 1-1, mientras que los blancos ya tienen bola de partido. “El trabajo de entrenador es jodido, pero cuando consigues victorias estás contento. Lo más importante es ser un equipo y estas dos victorias han sido de equipo. Es reconfortante saber que tienes un equipo reconocible y reconocido”, resumió Laso, recurriendo a su lema fundacional.

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