Jon Rahm aplaude a Tiger Woods
El vasco y el estadounidense, que acaba con una pronunciada cojera, comparten ronda y confidencias en el cierre del Masters
Un león y un tigre heridos se encontraron en el tee del uno, se miraron las heridas y se lanzaron a una última carrera en la selva. Jon Rahm y Tiger Woods compartieron la cuarta jornada del Masters de Augusta muy lejos de la lucha por la chaqueta verde. El vasco desembarcó en el torneo como el favorito en las apuestas, después de cuatro puestos de honor seguidos entre los 1...
Un león y un tigre heridos se encontraron en el tee del uno, se miraron las heridas y se lanzaron a una última carrera en la selva. Jon Rahm y Tiger Woods compartieron la cuarta jornada del Masters de Augusta muy lejos de la lucha por la chaqueta verde. El vasco desembarcó en el torneo como el favorito en las apuestas, después de cuatro puestos de honor seguidos entre los 10 mejores, y Tiger reapareció en una ronda oficial tras 508 días. Pero Augusta no entiende de quinielas ni de leyendas. Rahm y Woods cruzaron sus caminos después de las peores rondas de sus carreras (una en sus primeros años, otra en los últimos) en el torneo: 77 y 78 golpes respectivamente.
Había ganas de reivindicarse. También un Masters particular entre ellos. Para Rahm, 27 años, número dos del mundo, estaba en juego el orgullo de batir al Tigre, como ya hizo en la Ryder de 2018 y en la ronda inicial de Augusta en 2019, la primavera del 15º grande de Woods. Para Tiger, 46 años, número 973 del mundo, un cuerpo molido por cinco operaciones de espalda y cinco de rodilla, y una pierna rota en un accidente de tráfico, suponía demostrarse que puede resistir a otra generación.
Go Rahmbo! Go Tiger!, gritaban los aficionados. En Augusta decidió la ley del más fuerte, y ese fue Rahm. El león de Barrika firmó una tarjeta de -3, su primera ronda en números rojos en este Masters (nunca había enlazado tres jornadas sin bajar del par) para acabar el torneo en +4. Tiger, vestido de rojo como siempre los domingos, seguido detrás de las cuerdas por su pareja y sus dos hijos, sufrió otra vez muchísimo: +6 en el día, peor ronda igualada, +13 en total.
La mañana comenzó para Rahm con el mismo peaje del sábado, los putts fallados. Erró en el uno (bogey) y en el dos (par), aunque comenzó a apuntarse desde entonces más aciertos (birdies, en 3, 7, 8, 10 y 13) que errores (bogey en el 9, bola al público en el 15). Se concedió al menos alguna alegría con el juego corto aunque todavía sin que apareciera su mejor cara. Tiene deberes por delante para optar a las mayores cimas.
También a Tiger le quedan asignaturas pendientes. Jugar cuatro rondas por primera vez desde noviembre de 2020 le dejó fundido. Su cojera era muy pronunciada. Woods usaba el palo para apoyarse, como si fuera el bastón de un anciano, al salir de un bunker y para agacharse en la lectura de los greens. Su juego era lento, pesado, igual que sus movimientos. Parecía un viejo coche que avanza con una marcha de menos. La jornada se le hizo tan larga como el campo, un recorrido muy exigente por sus continuas subidas y bajadas. Pero así es el Tigre. Puestos a volver, lo ha hecho afrontando una prueba de altura. A conciencia. “Si estoy aquí es para decirle a la gente: ‘Nunca te rindas. Persigue siempre tus sueños’. Lucho todos los días. Cada día es un desafío. Me despierto y empiezo la pelea de nuevo”, explicó el mito.
Rahm acabó tan rendido a la entrega de Tiger como cualquiera. “He disfrutado de él como jugador y como espectador. Me he emocionado. Estando como está, es increíble que haya jugado cuatro días, cojeando. Se nota que en cada momento intenta todo lo que puede”, expresó Rahm. El español charló a menudo con Tiger durante la vuelta, relajados, como dos amigos jugando al golf. También dos padres que hablaban de cómo cuidar a sus hijos y entrenarse al máximo.
El futuro de Tiger es una incógnita. El siguiente grande en el Campeonato de la PGA, del 16 a 19 de mayo, y en el horizonte aparece una cita muy especial, la 150ª edición del Open Británico, en julio en la cuna de Saint Andrews, allí donde venció en 2000 y 2005, un recorrido más plano y amable para su castigada carrocería. Mientras, se despidió del Masters con una espléndida ovación en el 18. Igual daba su resultado. Augusta se puso una última vez en pie. Y Rahm aplaudió al ídolo.
Clasificación del Masters de Augusta.
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