Al Barça le falla el pulso
Los azulgrana, especialmente esforzados, ceden un empate ante el Nápoles después de desaprovechar muchas ocasiones en un entretenido choque en el Camp Nou
Al Barça le sobró corazón y le faltó cabeza para derrotar al Nápoles. El equipo se niega a perder y, sin embargo, le cuesta ganar por más que merezca la victoria, protagonista de un épico arrebato final en su destierro a la Liga Europa. La hinchada acabó por cantar “¡Luuk, Luuk!” en honor al neerlandés del que tanto se había burlado cuando un remate suyo de chilena no acabó por encontrar el arco. El estadio alcanzó un punto de fiebre inédito después del entusi...
Al Barça le sobró corazón y le faltó cabeza para derrotar al Nápoles. El equipo se niega a perder y, sin embargo, le cuesta ganar por más que merezca la victoria, protagonista de un épico arrebato final en su destierro a la Liga Europa. La hinchada acabó por cantar “¡Luuk, Luuk!” en honor al neerlandés del que tanto se había burlado cuando un remate suyo de chilena no acabó por encontrar el arco. El estadio alcanzó un punto de fiebre inédito después del entusiasmo mostrado por el equipo de Xavi. Las ganas y las prisas por marcar, por triunfar, por volver a ser, por regresar a la Champions, inflamaron al equipo para bien y le condenaron para mal porque le impidieron templar y rematar al desfallecido Nápoles.
No paran de desfilar delanteros y, sin embargo, la afición evoca a Luuk de Jong porque no hay quien meta un gol en el Barça. No acertaron los atacantes, no fueron contundentes, no encontraron la luz para coronar un ejercicio futbolístico tan intenso como estéril, personificado en Ferran Torres. El delantero falló repetidamente en el tiro y en cambio se mostró espléndido en sus movimientos para generar ocasiones, solo acertado en el penalti del 1-1.
Aunque la sensación es que la Liga Europa acompañará al Barça mientras dure en la Liga, el Camp Nou se puso la camiseta de la Champions. Hubo mucho ruido y una notable liturgia antes del partido porque se desplegó una pancarta que cubría media grada con el lema “Junts som imparables” y los 22 jugadores pusieron rodilla en tierra como símbolo contra el racismo, un gesto inédito en el Barcelona. El encuentro reunió incluso más espectadores de los esperados, 73.525, un número estimable si se tiene en cuenta que se jugaba a las 18.45, que no es ninguna hora en Barcelona.
Los logotipos y la alineación no disimularon en cualquier caso que se disputaba la Liga Europa y que a la Champions se la añorará siempre en el Camp Nou, ni que sea por no poder pitar el himno, el momento de mayor afirmación barcelonista después de los continuos chascos futbolísticos, el último contra un adversario en un momento igualmente delicado como el Benfica. El calendario obliga a regular y Xavi no se olvidó de que espera el Valencia. El técnico aprovechó la jornada para dar descanso de salida a Gavi y sobre todo a Busquets, para que la hinchada se imaginara el equipo que vendrá y tantos esperan sin Busi.
La idea era ver un buen partido y el juego resultó muy vivo y hasta trepidante, un ir y venir entretenido y mejor resuelto de salida por los italianos, sobresalientes en las áreas por la presencia de Koulibaly y Osimhen. El central estuvo espléndido en el cierre y en las ayudas a Juan Jesús para tapar a Adama y el delantero se ofreció a los centrocampistas, en especial a Zielinski, autor del 0-1 después del rechazo de Ter Stegen. El Nápoles era más certero, parecía más firme y también más lúcido seguramente porque es un equipo más hecho y seguro que el confuso e irregular Barcelona.
Los azulgrana no encontraban el timing ni sabían acabar las jugadas en un partido muy equilibrado. No culminaron Ferran, Aubameyang ni Pedri las llegadas después de que el equipo se aplicara en la presión. La facilidad para recuperar la pelota contrastaba con la dificultad para armar el último pase y encontrar la portería. La mecánica de juego tampoco funcionaba con Frenkie de Jong. No paraban los barcelonistas de robar y perder el esférico en un juego sin sentido que acabó por tener su razón de ser en un penalti de VAR. Juan Jesús estiró las manos en un centro de Adama y el colegiado pitó la pena máxima después de consultar el vídeo. La mejor zaga del calcio acabó por ceder ante la insistencia del Barça, torpe en el control del cuero y sin espacios para correr e indesmayable en la búsqueda del marco del Nápoles. Ferran ni pestañeó en el lanzamiento: 1-1.
El empate y los cambios encumbraron al Barça y desmontaron al Nápoles. El partido se convirtió en un ataque y gol en el área de Meret cuando entraron Busquets, Gavi, Luuk de Jong y Dembélé. Al francés le dio igual que le pitaran porque no paró de regatear y de habilitar a Ferran, que marró dos disparos francos, reflejo de la imprecisión del Barça. El resultado fue mezquino con el esfuerzo azulgrana en su regreso 18 temporadas después a la Liga Europa. Nadie pensó en la vuelta sino en Valencia. Aguarda un segundo partido imprevisible porque suda tanto el Barça, juega tan acelerado, que después le falla el pulso, señal de que no recuerda a Maradona, símbolo del Barça-Nápoles.
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