Queralt Castellet: “Después de cuatro Juegos, llegué a pensar: ¿por qué no? ¿Por qué no llega la medalla?”
La española, ganadora de la plata en halfpipe, alcanza la plenitud en la vida y en un deporte que, dice, está disfrutando más que nunca a los 32 años
“Lo bueno cuesta”, dice, y lo sabe no porque haya visto la serie Fama, bailarines en academia, sino porque se lo han enseñado estos Juegos, que afrontó solitaria en una montaña al norte de Pekín. “Todo lo que realmente se quiere se puede. Todo cuesta, pero aun así se puede conseguir”. Pero eso ya lo sabía de antes, porque ella nunca ha renunciado a buscar lo bueno, y se le escapaba. La mitad de su vida, de sus 32 años, Queralt Castellet (Sabadell, 1989), pionera del snowboard acrobático, maestra d...
“Lo bueno cuesta”, dice, y lo sabe no porque haya visto la serie Fama, bailarines en academia, sino porque se lo han enseñado estos Juegos, que afrontó solitaria en una montaña al norte de Pekín. “Todo lo que realmente se quiere se puede. Todo cuesta, pero aun así se puede conseguir”. Pero eso ya lo sabía de antes, porque ella nunca ha renunciado a buscar lo bueno, y se le escapaba. La mitad de su vida, de sus 32 años, Queralt Castellet (Sabadell, 1989), pionera del snowboard acrobático, maestra del la ha dedicado a un único empeño olímpico, hercúleo, el de conseguir una medalla en unos Juegos. Cada cuatro años, un intento, a los 16, a los 20, a los 24, a los 28… Y crecía y era cada día mejor. Y para poder intentarlo, para poder acercarse al sueño, cada año debía ser mejor, arriesgar más, inventar, viajar, pelear, y disfrutar de su pasión, de su amor por el riesgo, por la adrenalina, por los nervios.
Y eso lo cuenta nada más recibir el primer elemento material, no aún la medalla de plata sino un peluche del panda Bing Dwen, la mascota de los Juegos de Invierno de Pekín. “Quería esto mucho, llevo muchos años trabajando por esto”, dice. “Y después de tantos intentos en los Juegos, es fácil llegar a pensar, ¿por qué no? ¿Por qué no llega? Y, finalmente, ser capaz de hacerlo… es algo por lo que estoy muy, muy contenta, aún no me lo puedo creer”.
La medalla es el privilegio de las deportistas. Ellas tienen derecho a alcanzar el doble premio, el de que todo el mundo se emocione y se alegre con ellas, el de ellas mismas gozando de la plenitud alcanzándola, y celebrándolo. “Después de cinco Juegos, una vida, una carrera entera dedicada al snowboard, dedicada a un sueño, a una medalla olímpica… Desde Turín 2006, que ahí es cuando empecé a soñar, cuando vi a las chicas en el podio y dije “yo quiero estar ahí”, me planteé eso y no he dejado de luchar hasta hoy y ahí seguiré”, dice, y parece que da a entender que seguirá cuatro años más, que ya piensa en los sextos Juegos, los de Cortina y Milán de 2026, cuando tendrá 36. “No sé… Estoy haciendo el mejor snowboarding que hecho nunca y lo más importante es que lo estoy disfrutando más que nunca. Creo que es mi mejor momento, estoy disfrutando del snowboard cada día, cada minuto”.
Y ella añade un tercer premio, la cantidad de amigos que ha hecho en su trashumancia por el mundo, en sus años en Nueva Zelanda, en Suiza, en Estados Unidos, entre glaciares, montañas, nieve siempre. “Lo que me ha venido a la mente tras ganar la medalla ha sido toda la gente que me ha estado apoyando desde el principio: mi familia, mis amigos, toda la gente que ha sufrido los momentos difíciles conmigo y toda la gente que ha vivido esto desde el primer momento, y a todos mis amigos por el mundo. Creo que han disfrutado mucho”, dice, y añade otra razón más para el goce. “Estoy disfrutando de mi deporte, de mi pasión, más que nunca. Todo lo que hemos vivido los dos últimos años [la pandemia] me ha hecho ser consciente de lo importante que es disfrutar de cada momento que podamos estar en la montaña, en la nieve, entrenando y haciendo lo que nos gusta. Por eso creo que estoy en mi mejor momento. Lo estoy realmente disfrutando”.
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