Chasco del Madrid
El Cádiz, remitido a defender con el cuchillo entre los dientes, resiste contra un líder soso de inicio al que no le bastó con el arrebato del segundo tiempo y un mejorado Hazard
No sería actor de la codiciada Superliga, pero el Cádiz se las hizo pasar tan canutas al líder que le dejó seco y turulato. Lo mismo dio que el conjunto gaditano fuera el segundo equipo más goleado de la Liga. El fútbol tiene sus anomalías. Y no pocas. Un Cádiz encapotado en las cuerdas con un regimiento de soldados rasos le entregó al Madrid la pelota y le concedió medio campo. El cuchillo entre los dientes y aguanta que aguanta hasta donde fuera posible soportar. Una traba para el Real, impedido para correr, su sello. Por más abrumador que fuera tras el descanso, dale que dale contra la meta...
No sería actor de la codiciada Superliga, pero el Cádiz se las hizo pasar tan canutas al líder que le dejó seco y turulato. Lo mismo dio que el conjunto gaditano fuera el segundo equipo más goleado de la Liga. El fútbol tiene sus anomalías. Y no pocas. Un Cádiz encapotado en las cuerdas con un regimiento de soldados rasos le entregó al Madrid la pelota y le concedió medio campo. El cuchillo entre los dientes y aguanta que aguanta hasta donde fuera posible soportar. Una traba para el Real, impedido para correr, su sello. Por más abrumador que fuera tras el descanso, dale que dale contra la meta visitante, el líder se quedó tieso. “Queríamos un partido feo”, dijo Álvaro Cervera, técnico de los amarillos. Tal cual. Bingo.
Una décima tardó el Cádiz en retratarse. Ni remotamente se recuerda a los hermanos Mejías, Pepe y Salva. O al Mágico. Hoy, de hechicería poco. Saque de centro inicial y Fali, desde Chamartín, puso la pelota en la Bahía. ¡Qué carajo el balón ni qué gaitas! Es este Cádiz de Álvaro Cervera, sujeto a cuestiones pedestres, que remite todo al esfuerzo.
Bien pronto supo el Madrid que el partido no tendría ida y vuelta. Solo su dirección hacia la ratonera de Ledesma. Y le resultó un peñazo. De entrada, un ataque sosaina tras otro, sin más que un vaivén ordinario del balón. Sin cuerda con Vinicius y con Hazard a lo Hazard —o sea, nada facundo—, el Real terminaba en brazos de Ledesma. El meta argentino del Cádiz iba sobrado ante la rutinaria batería de centros aéreos de Lucas Vázquez. Hazard, según le megafonía, andaba por la banda del lateral gallego. Un espejismo en el primer periodo, entonces un jugador de aire menesteroso. Y un Hazard más cercano del lejano Hazard tras el descanso. Otro ánimo.
Sin volumen el Madrid, al que le dieron la pelota por mensajería para nada, el Cádiz procuró con éxito que se jugara a no jugar. Una, dos, tres trincheras y todos los amarillos a refugio. El Madrid esperaba a Vinicius, pero el tránsito ñoño de la pelota no beneficiaba al brasileño. Tampoco la sintonía con Mendy, asunto pendiente de Carlo Ancelotti. No son pocas las veces que el lateral francés estorba más que libera a Vinicius. Cuando le intenta escoltar le arrastra un alguacil. Vinicius precisa lo contrario, que le quiten barreras del medio. Le cuesta a Mendy, un portento físico al que le falta deducir el juego. Y, a veces a Casemiro. El árbitro le amnistió porque sí tras un hachazo por detrás a Alejo. Amarilla, sin más, que le condenará para jugar el miércoles en San Mamés.
Un atómico disparo de Valverde, relevo de Modric, fue toda la producción del líder en el primer acto. Ledesma respondió con un vuelo tan fotogénico como efectivo. En dirección a Courtois, puro barbecho. El Cádiz va sin tralla. Ser su ariete es un martirio. Que se lo digan al Choco Lozano, lanzado al Bernabéu como un vietnamita. A poco del descanso, el hondureño, marchito, se rompió. ¡Cómo no! Es el papel de este Cádiz legionario forzado al papel de resistente. Tanto que juega solo en medio campo. El propio. Le sobra el rancho ajeno, en el que se siente forastero. No le da para más y es la propuesta de Álvaro Cervera, quien por esa ruta le ha devuelto al gran escaparate.
No daba con la partitura el Madrid. El Cádiz obliga al frontón y no supo asumirlo el Real, falto de ingenio. Reducido a Vinicius, que cogió impulso en el segundo acto, programado por un Benzema más activo. De repente, la gente de Chamartín supo que por allí andaba Hazard, que cabeceó con el flequillo una gran asistencia de Kroos. Ya pujaba Vinicius. También Ledesma. No son pocas las veces que el portero de equipos como este Cádiz se entroniza en el heroísmo de la debilidad. Al otro lado, Courtois granizado. Bien pudo desfilar en chanclas, sin botas y guantes. Solo un aviso, un tiro fuera de Negredo tras una carrera del único que corría hacia el horizonte en el conjunto gaditano, Sobrino.
Como el partido solo tenía ida, hacia Ledesma, Ancelotti retiró a Valverde para que Jovic anidara en el área visitante. Un toque de corneta, con cuatro atacantes a golpe de tambor. El Cádiz, a lo suyo. Colgado de Ledesma y al rebote. Si acaso le caía por accidente el balón... Ya se sabe: el pelotazo no desordena. Ni con un Madrid a más y un Hazard más familiar que jugó su primer partido entero con el Real en dos cursos pudo el líder con un rival titánico.
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