Xavi, el único y el mejor entrenador para el Barça
El nuevo técnico transmitió convicción para revertir una crisis reflejada en Vigo: del 0-3 al 3-3
No se sabe si Xavi es el entrenador que necesita el Barça. Hay quien incluso pone en duda su condición de técnico porque su currículo se remite a un centenar de partidos en Qatar. Y aunque tampoco se puede asegurar que cuenta con la adhesión unánime del barcelonismo, da la sensación de que es el único y el mejor para el banquillo del Camp Nou. Al Barça le viene muy bien el desafío aceptado por Xavi porque no precisa solo a un entrenador, sino que requiere también de un gurú que...
No se sabe si Xavi es el entrenador que necesita el Barça. Hay quien incluso pone en duda su condición de técnico porque su currículo se remite a un centenar de partidos en Qatar. Y aunque tampoco se puede asegurar que cuenta con la adhesión unánime del barcelonismo, da la sensación de que es el único y el mejor para el banquillo del Camp Nou. Al Barça le viene muy bien el desafío aceptado por Xavi porque no precisa solo a un entrenador, sino que requiere también de un gurú que alimente la fe azulgrana en un momento de desafecto social y ruina económica y deportiva resumida en la partida de Messi.
El día después de Messi amenaza con ser tan largo como duros fueron los años posteriores al adiós de Kubala y al invierno que llegó a partir del 0-5 de Cruyff. Necesita el Barça de un culé que detenga la caída y levante al equipo a fin de que el club siga buscando dinero para montar un plantel capaz de competir por LaLiga y la Champions. El momento es tan delicado que tiene que ser alguien que crea en el Barcelona. El més que un club pide més que un entrenador y Xavi encaja en el papel si se tiene en cuenta el recibimiento que mereció de 10.000 aficionados en el Camp Nou.
Xavi fue presentado como nunca se había exhibido a un técnico del Barça. La liturgia del estadio parecía anunciar la llegada del futbolista más idolatrado y deseado de Europa o de una estrella del cine o del pop, si no de la NBA. Nadie se cuestionó entonces si, como entrenador, estará a la altura del jugador que fue en el Barça y en la selección que conquistó el Mundial 2010. Ningún aficionado sospechó que la apuesta pueda salir mal, como ha pasado con Pirlo o Solskjaer, sino que funcionará, igual que ya ocurrió con Guardiola o Zidane.
Xavi correspondió a la euforia con respuestas cortas, precisas y serenas, también repetidas y alguna igual de sedante que su pelopina, tal y como eran sus pases, porque habla como juega y trata al micrófono con el mismo tacto que la pelota, tan admirado por Laporta que el presidente rehuyó tratar los términos de la rescisión del contrato con el Al-Sadd. A Xavi le avala su sentido de la orientación y el tono de su discurso: se puede apelar al orden, la norma, la exigencia, la intensidad, y también a los extremos, sin necesidad de ser duro ni de gritar ni tampoco de ser moralista, como se acusa a los defensores del estilo del Barça.
Aunque la clasificación desanima, separado el equipo 10 puntos del Madrid y seis de la Champions mientras aguarda al Benfica, el técnico transmitió seguridad, confianza y convicción por revertir una situación reflejada en Vigo: el 0-3 expresó lo que puede ser el Barça y el 3-3 delató lo que no deja de ser. A Xavi le obsesiona jugar bien y ganar como heredero de Cruyff y Guardiola. Huye del victimismo y le mueve la ambición. “Somos el mejor club del mundo”, afirmó para después añadir “y también el más difícil”, sabedor de que no se puede “fallar a la afición” porque “hay talento y equipo” y no “es lo que hay” como se contaba hasta su vuelta al Barcelona.
Nada mejor que una lección de autoestima, subrayada con alguna frase grandilocuente —”me dejaré la vida para que funcione”— para oficiar su estreno porque sabe de la importancia que tienen los entrenadores para el Barça. Xavi siente que puede gobernar al equipo desde el banquillo como hacía en la cancha y la hinchada aplaude ilusionada en la grada del Camp Nou.
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