El Atlético se entierra en su área
Hugo Duro, con dos goles en el descuento, propicia el empate del Valencia ante el equipo de Simeone, cada vez más irreconocible por su debilidad defensiva (3-3)
El fútbol es caprichoso en sus giros. Puede ser tan imprevisible que de un partido que nació áspero por la boca de los entrenadores puede brotar otro alocado, ignorante de todas las precauciones que se pueden diseñar y escribir en una pizarra. Tiró el Atlético una ventaja de dos goles en el tiempo de descuento. Un incunable si se habla de un equipo de Simeone, que se rajó por el centro de una defensa que esta temporada hace aguas. Lo mismo a balón parado que con cualquier centro con algo de intención. La blandura defens...
El fútbol es caprichoso en sus giros. Puede ser tan imprevisible que de un partido que nació áspero por la boca de los entrenadores puede brotar otro alocado, ignorante de todas las precauciones que se pueden diseñar y escribir en una pizarra. Tiró el Atlético una ventaja de dos goles en el tiempo de descuento. Un incunable si se habla de un equipo de Simeone, que se rajó por el centro de una defensa que esta temporada hace aguas. Lo mismo a balón parado que con cualquier centro con algo de intención. La blandura defensiva del campeón fue la fe del Valencia, resucitado por el tino de Hugo Duro con sus dos tantos en la prolongación (91 y 96). Ni el mejor Griezmann pudo evitar el desfallecimiento colchonero.
Valencia y Atlético aceptaron el partido gremial diseñado por sus entrenadores. Primero el combate por los espacios, después la pelota. Es tendencia en la era Simeone encogerse unos metros cuando percibe debilidades defensivas en su equipo. Y este curso el preparador argentino tiene motivados sobrados para sospechar que por ahora dirige al equipo menos sólido en sus 10 años como entrenador rojiblanco. El final del encuentro lo reafirmó.
Cuando Simeone opta por fortalecer el esqueleto, trata más de alinear jugadores que piensa que le van a dar trabajo que de meter cemento, que ya no tiene tanto como antaño. Y ahí, Correa y Griezmann están por delante de João Félix en los pensamientos de su entrenador. Así que este preparó a su equipo para la hormigonera que había diseñado Bordalás. Un duelo de desgaste, sin respiro en la faena. De ahí nació una primera media hora plana, de mucho choque y poco toque de la que salió damnificado Trippier con un hombro dislocado. Vrsaljko entró en acción.
A la espera de que un error abriera un resquicio, no había desmayo en ese fútbol de rompe y rasga. El Valencia sostenido por Guillamón y el Atlético por De Paul, que tiene tanto juego como brega. Sin apenas concesiones a su rival, anulados Soler y Guedes, el campeón empezó a imponerse en la batalla y también a hilar más pases. Cumplió el Atlético con una ley natural del fútbol. Cuando hay movimiento y precisión en el pase, aparece el gol. Se juntaron Griezmann, Correa y Luis Suárez en medio del pasillo de seguridad del Valencia. La combinación entre los dos primeros acabó con el charrúa bien perfilado para encarar a Diakhaby, que rompía con cualquier ortodoxia de posición corporal para defender. El medio metro que le dejó a Suárez fue un regalo que este no suele desperdiciar. Lo aprovechó para rebasarle y batir a Cillessen con un toque de interior cruzado que pareció más un putt de golf que un remate. Suave, la pelota entró tras rebotar en la parte interior del poste. No había habido más jugada de gol que esta y un disparo de Correa. En ese partido metálico que se jugaba, el fogonazo de jugada elaborado por el tridente ofensivo del Atlético fue lo más potable que se vio en todo el primer tiempo.
Pérdida a la contra
La salida del entretiempo confirmó esa debilidad defensiva que tanto preocupa a Simeone. Después de otra ráfaga de choques, el Valencia logró mover la pelota de lado a lado hasta hacerla llegar a Helder Costa. El centro de este le cayó a Guedes libre de marca. El luso, en vez de reventar la pelota, amagó con el disparo para limpiarse a Carrasco y soltó un derechazo que era más un pase que un disparo. Oblak alcanzó a desviar la pelota, que impactó en el pecho de Savic y entró.
La igualada encorajinó al Atlético, en especial a Griezmann, que firmó sus mejores minutos desde su regreso. Interceptó el francés en su campo un pase de Racic a Soler y salió hacia el área de Cillessen sin que un jugador del Valencia acertara a detenerle. Asomado ya a la media luna soltó un chupinazo que voló hasta la escuadra derecha del cancerbero holandés. El gol reunió todo lo que aprecia Simeone del francés, trabajo, verticalidad y contundencia. No se quedó ahí el francés, que al poco se inventó un globo por encima de la defensa que Suárez no acertó a culminar, impedido por la presencia de Diakhaby. La pelota resbaló entre ambos y fue a parar a Vrsaljko, que la empujó en la línea de gol. El tanto fue anulado por fuera de juego, pero el VAR rectificó la decisión.
Pese a la diferencia, Simeone dio señales de que efectivamente no se fía de la solidez defensiva de su equipo. Con esa ventaja en el marcador, asustado por un remate al larguero de Wass, metió a Kondogbia por Correa para tratar de cerrar el partido. El objetivo parecía conseguido cuando el encuentro se metió ya en el alargue. De una conducción de Kondogbia a la contra nació el segundo gol del Valencia a la recontra. Disparado por su banda, Gayà enroscó la pelota para que Hugo Duro marcara adelantándose a Mario Hermoso.
Aun restaban seis minutos de prolongación. Tiempo suficiente para volver a agujerear a este Atlético endeble e irreconocible. Una falta lateral enguantada por Guedes la cabeceó en el primer palo a la altura de la frontal del área pequeña Hugo Duro. Allí no estaban ni Oblak, ni uno de sus defensas para impedirlo. El Atlético de Simeone ha desaparecido de su área.
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