Desde dentro se ve distinto

‘El guardián entre el cemento’ desentraña la idiosincrasia valencianista

El escritor Eduardo Galeano captó la idea y lanzó la frase: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. Luego, el cine la popularizó aún más a través de esa escena de El secreto de sus ojos en la que le explican a Ricardo Darín lo difícil que es abandonar una pasión como la futbolística. Hay, sin embargo, un método bastante efectivo para dejar de sentirla o, cuando menos, atenuarla: vivirla desde dentro. Desde fuera, el relato y la liturgia pueden —y deben— resistir. Al verlos desde cerca, al formar parte ...

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El escritor Eduardo Galeano captó la idea y lanzó la frase: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. Luego, el cine la popularizó aún más a través de esa escena de El secreto de sus ojos en la que le explican a Ricardo Darín lo difícil que es abandonar una pasión como la futbolística. Hay, sin embargo, un método bastante efectivo para dejar de sentirla o, cuando menos, atenuarla: vivirla desde dentro. Desde fuera, el relato y la liturgia pueden —y deben— resistir. Al verlos desde cerca, al formar parte de ellos, cabe la posibilidad de darse cuenta de que, como en tantos otros ámbitos de la vida, todo es más cutre de lo que parece. No se llegará al cambio de equipo. Pero sí a la reflexión y, tal vez, al desencanto.

Algo parecido le sucedió al periodista Javier Pérez de la Cruz. Heredó la pasión familiar por el Valencia, fue portero de las categorías inferiores del club; la ciudad deportiva de Paterna se convirtió en una segunda casa; lo apodaron “el nuevo Zubizarreta” o “el nuevo Cañizares”; hizo de contrapeso para que la mítica lona de Ford que ocupaba el círculo central de Mestalla no saliera volando; se ilusionó con la posibilidad de jugar en el primer equipo; salió cedido; vio cómo el club se resquebrajaba en lo institucional y en lo deportivo; descubrió el fútbol fuera de un gran equipo; se rompió una rodilla; odió al Valencia; deseó que perdiera; acabó la carrera universitaria; se fue al extranjero; el 26 de mayo de 2019, en la final de Copa del Rey ante el Barcelona, volvió a ser valencianista. Lo hizo antes de la victoria. “El equipo se lo merecía; la afición se lo merecía”, cuenta como si en realidad no estuviera hablando de sí mismo.

Pérez de la Cruz relata todo eso —y bastantes cosas más— en El guardián entre el cemento (Libros del K.O.). Un libro que desentraña la idiosincrasia valencianista. Que explica, a través de su experiencia, las últimas décadas del equipo che —excesos urbanísticos incluidos— y que comparte los sentimientos a los que se enfrentan los jóvenes que aspiran a vivir del deporte. También un punto de encuentro con todas las personas que alguna vez soñaron con defender la camiseta de su equipo —con sus pósters, sus revistas y el escudo presente en cualquier rincón— y un sencillo y bonito homenaje a esos padres que acuden a los campos y se sientan solos, siguiendo el partido en silencio. Porque al final, ser de un equipo es “familia, amigos y un paisaje donde sentirse en casa”. Y a casa siempre se vuelve.

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