Noche grande de España
El equipo de Luis Enrique derroca en San Siro a Italia tras un partido estupendo, por fútbol, suspense y bravía, que coronó al ‘niño’ Gavi. La Roja jugará la final contra Francia o Bélgica
Una gran España acabó investida en San Siro ante una Italia de récord. La selección de Luis Enrique, que a Italia sí que la leyó, tuvo algo de todo: buen fútbol, mandíbula, audacia y temple para el suspense final. Todos requerimientos necesarios para doblegar al actual campeón de Europa, al equipo que llevaba 37 partidos invicto y que jamás había perdido en San Siro. Una noche para el futuro inminente de la Roja y para el presente inmediato de Gavi, de chiquillo a brigada por obra de Luis Enrique, certero con su obra y más sobrado de la cuenta con el entorno. Lo suyo es el fútbol, juego que da...
Una gran España acabó investida en San Siro ante una Italia de récord. La selección de Luis Enrique, que a Italia sí que la leyó, tuvo algo de todo: buen fútbol, mandíbula, audacia y temple para el suspense final. Todos requerimientos necesarios para doblegar al actual campeón de Europa, al equipo que llevaba 37 partidos invicto y que jamás había perdido en San Siro. Una noche para el futuro inminente de la Roja y para el presente inmediato de Gavi, de chiquillo a brigada por obra de Luis Enrique, certero con su obra y más sobrado de la cuenta con el entorno. Lo suyo es el fútbol, juego que da para mucha cháchara y en el que ni siquiera los más avanzados, como el asturiano, tienen la verdad absoluta.
A la espera de que la Liga de las Naciones cobre solemnidad, en San Siro nadie se lo tomó como el trofeo de la galleta. Lo mismo dio el abrumador calendario. En Milán hubo fútbol protesta, un partido cachas, con el bragado cadete Gavi al frente. El recluta más joven en la historia de España (17 años y 62 días) se saltó todos los cursos y se graduó sin recogimiento alguno desde el primer parpadeo. ¡Qué insolencia!, debió de pensar el reputado Verratti, abatido por el sublevado Gavi, pese a su aire de monaguillo. En su noche de miel, Gavi pedía y pedía la pelota. Ni una arruga. Pierna de mármol y sin esquivar ningún fregado. Como si la Roja fuera su patio particular de toda la vida. Otro partido en el barrio. Nada de asumir un papel gregario.
Expansivo Gavi, no menos lo fue el otro titular inesperado. A Marcos Alonso le ha costado el escalón internacional. Relegado por la proliferación de laterales zurdos y su mejor disposición para lucir en el Chelsea cuando se escolta con tres centrales. No lo hizo España y el tercero de la saga Marquitos despejó toda sospecha. A su alrededor se activó lo mejor del ataque visitante. A un disparo puñetero de Chiesa desviado por Unai Simón, respondió con creces el equipo de Luis Enrique. Italia, en combustión, quería cerrar cada jugada a toda mecha. Más sutil, la Roja se encomendó al triángulo Marcos-Oyarzabal-Sarabia, con hilo directo con Ferran.
El técnico español predispuso a la Roja de tal forma que las variantes en la ofensiva eran constantes, con Sarabia de enlace y Oyarzabal y Ferran a su vera. Un guiño de Marcos a Sarabia no lo culminó Oyarzabal por un meñique. La escena fue recurrente. Italia tenía un cráter por la banda derecha. Lo advirtieron el jugador del Chelsea y el capitán de la Real. El primero enfiló al segundo y el centro del vasco, tal que Gordillo o Roberto Carlos, lo agradeció Ferran con un remate tan exigente como clínico. Tan animado estaba que Marcos, pillo, puso a prueba a Donnarumma. Pícaro porque el madrileño no era ajeno a la bronca de la grada —se supone que del sector milanista, no interista— con el guardameta. Medio Milán no le ha indultado aún tras su marcha al PSG. El disparo de Marcos, sin cicuta, hizo tiritar al guardameta, socorrido bajo el larguero por Bonucci. Quien no vaciló fue Unai tras un tiro de Bernardeschi que acabó por rebotar en el poste izquierdo del vasco. Solo ante Unai, a Insigne se le fue el golpeo a un anfiteatro.
El partido era abrasivo para los dos regimientos. Gavi lo mismo se encaraba con Verratti —imposible no rebobinar a aquella totémica foto que inmortalizó al imberbe Raúl con el centurión Vierchowod en Chamartín— que se jugaba la tarjeta ante Chiesa. A sus 34 años, nada hizo pensar a Bonucci que el ruso Karasaev le iba a sancionar por una airada protesta. Y menos aún que un pretoriano como él sería condenado a la roja. No se inmutó el árbitro tras un codazo a Busquets. Italia escarmentada. Más todavía cuando Marcos, Sarabia y Oyarzabal, que seguían a lo suyo, discurrieron de maravilla para que con otra asistencia del donostiarra Ferran sellara el 0-2 con un cabezazo.
Al inmediato descanso, la azzurra ante el abismo. Pero es Italia, resistente como pocas. Y sufriente como ninguna cuando la trama le remite al esfuerzo agónico. El eterno Chiellini hizo de su gemelo Bonucci y Luis Enrique retiró al goleador Ferran por otro debutante, el canario Yeremy Pino. No se blindó el cuadro de Mancini y nunca racaneó España con el 0-2 y once contra diez, más predispuesta a la puntilla que a sedar el choque con el imán de la pelota. Chiesa evidenció que los de Mancini no se sentían desamparados con una carrera que consumó con un trallazo al poste izquierdo de Unai. La tuvo Oyarzabal con un cabezazo y con la Roja dale que dale, Donnarumma evitó el 0-3 con una parada atómica a Marcos, ese lateral-extremo-delantero (es un excelente cabeceador y lanzador de faltas).
Italia fue Italia hasta el tuétano y, tenaz pese a los contratiempos, puso en un brete a España. De un córner a favor al 1-2. A Yeremy se le quedó corta su cesión a Pau, único centinela. El jugador del Villarreal fue tibio ante Chiesa, cuyo birle produjo una contra del extremo de la Juve. Todo el horizonte para él y Pellegrini y el único verdugo posible era Unai. Sin remedio, embocó Pellegrini. Pero Italia se quedó corta y España jugará el domingo la final contra Francia o Bélgica. Quizá fuera verdad y la derrota en la Eurocopa fue una derrota con futuro.
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