Excelente Quartararo, majestuoso Aleix en Silverstone
El francés, el más constante, logra su quinto triunfo y amplía su ventaja como líder de MotoGP. En el podio le acompañan Rins y el mayor de los Espargaró, que regala el primer podio a Aprilia en la categoría
Fabio Quartararo da pasos de gigante. Crece con cada gran premio. Con cada pole que pelea, también con las que pierde, como le pasó este sábado. Con cada carrera que gana, como la de Doha, las de Portimao, Mugello, Assen y, ahora, Silvertone. En el circuito británico, frío el asfalto, caldeado el ambiente por unas gradas a rebosar, como si la covid nunca hubiera existido (ojalá), el francés...
Fabio Quartararo da pasos de gigante. Crece con cada gran premio. Con cada pole que pelea, también con las que pierde, como le pasó este sábado. Con cada carrera que gana, como la de Doha, las de Portimao, Mugello, Assen y, ahora, Silvertone. En el circuito británico, frío el asfalto, caldeado el ambiente por unas gradas a rebosar, como si la covid nunca hubiera existido (ojalá), el francés se fio a su maravillosa constancia. Y con una vuelta rápida en 2m0,098s puso tierra de por medio al sexto giro de este gran premio de Gran Bretaña. Entre esa sexta vuelta y la décima impuso un ritmo endiablado que le permitió marcar la diferencia y alcanzar los tres segundos de distancia respecto del resto del pelotón, en aquel momento liderado por Aleix Espargaró.
No hubo más historia. No tuvo Quartararo más que seguir pilotando con muñeca delicada y paso firme, recuperada la confianza que se tambaleó ligeramente un día antes, cuando no fue capaz de incomodar a nadie en la pelea por la primera plaza de la parrilla. Algo no iba bien, pensó. Pero como ha aprendido a entrenar su mente tanto como su cuerpo, se volvió a subir a la Yamaha convencido de que podía ganar. Y pasada la primera parte de la prueba, a 20 vueltas en uno de los trazados más largos del calendario (5,9km), siguió clavando las líneas y los tiempos, como si fuera fácil. Y se mantuvo consistente, sólido, vuelta a vuelta, tal como si levantara una muralla de protección a 100 metros de distancia de su M1.
Allí, al otro lado del muro, incapaces de destronar al nuevo rey de MotoGP, peleaban por acompañarle en el podio un puñado de pilotos listos para el espectáculo y los adelantamientos a cuchillo. Seis pilotos, por cierto, de seis fábricas distintas: además de la Yamaha de Quartararo, la Suzuki de Rins, la Aprilia de Aleix, la Ducati de Miller, la Honda de Pol y la KTM de Binder, por el orden en que alcanzaron finalmente la meta. Ocurrió aquello después de que, de un plumazo, quedaran fuera de juego dos de los aspirantes al podio, Jorge Martín y Marc Márquez, que enzarzados en un duelo por la quinta plaza acabaron tocándose una y otra vez hasta terminar los dos en el suelo después de que el de Honda midiera mal las distancias y se llevara al madrileño por delante. No cubrieron ni una vuelta.
Mientras tanto, resistía en la primera plaza Pol Espargaró, bien situado desde la pole. Y aguantó las cinco vueltas que se dio Quartararo para tomar posiciones. Le adelantó el francés y poco después también su hermano Aleix, crecido a lomos de una Aprilia para la que este año parece brillar el sol cada día. El toma y daca entre hermanos dio paso a otro cara a cara tanto o más emocionante cuando apareció desde las tinieblas Alex Rins, dispuesto a firmar una de esas carreras suyas: décimo en parrilla, el barcelonés fue escalando metros en los primeros giros hasta soñar con el triunfo. Inalcanzable la Yamaha, Rins defendió la plaza con soltura y escapó hasta el podio, por fin, ya era hora, en un fin de semana afortunado y ayudado por el duelo postrero entre Aleix y Miller.
Aleix Espargaró hace historia
Fue en las últimas vueltas, mientras Pol Espargaró trataba de mantenerse encima de su moto, el neumático destruido, la felicidad casi intacta tras un gran fin de semana, cuando Miller atacó el podio. Las últimas cuatro curvas del australiano, decidido a quitarse de en medio al mayor de los Espargaró, Aleix, fueron una delicia. Especialmente por la respuesta del de Granollers, tan contundente en su último adelantamiento. La ocasión lo valía. Y así se celebró en el box de su equipo. “Hace dos años estuve a punto de dejarlo. Siempre habéis estado ahí, nunca os he visto una mala cara, siempre habéis arreglado mi moto sin rechistar después de decenas de caídas. Sois el mejor equipo del paddock”, les gritaba él, emocionado y simpático, en un discurso que encendió los ánimos de los suyos. Nunca había subido una Aprilia al podio en la era de las MotoGP. Aleix, el piloto enjuto, el deportista sublime capaz de subir puertos de montaña como un ciclista profesional, padre de gemelos y empresario, cambió la historia de la casa de Noale este domingo. Y quiere más, dice. Está en un momento dulce. Y espera próximamente en su equipo a otro depredador en horas bajas, Maverick Viñales, con quien aspira a mejorar todavía un poco más para que la fiesta del podio de Silverstone no quede en anécdota.
No será el único cambio de camiseta que veamos este curso. El plan de Yamaha, la fábrica despechada, aunque queda firmar los acuerdos, pasa por darle la oportunidad a Franco Morbidelli (ausente por lesión) de llevar una moto de fábrica y cubrir el hueco de Viñales en el equipo oficial. Además, gracias a la carambola que originó la salida temprana del español de la estructura japonesa, el vacío de Morbidelli en el equipo Petronas lo cubrirá Andrea Dovizioso, que se había tomado un año sabático y volverá a la competición antes de lo esperado. Volverá, también, al equipo satélite de Yamaha después de haber estado hace años en el Tech3. El italiano se subirá a la M1 en el gran premio de San Marino, a mediados de septiembre.
Entretanto, Quartararo sigue a lo suyo. Ajeno a las críticas que vertió Viñales sobre la moto y el equipo que hoy siguen liderando el Mundial de MotoGP. Son ya 65 puntos los que separan al francés de Joan Mir; a 69 está Zarco y a 70, Bagnaia, que se desinfló en Silvertone y terminó 14º.
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