Brad Binder se la juega bajo un aguacero y gana el GP de Austria
El sudafricano resiste con gomas de seco las últimas cuatro vueltas de una carrera marcada por la lluvia | Las Ducati de Bagnaia y Martín completan el podio en una carrera que Márquez disputó con Quartararo antes de caerse
Irrumpió la lluvia con fuerza en las últimas vueltas del GP de Austria y el aguacero veraniego encumbró a Brad Binder, el piloto que mejor supo jugar sus cartas. Tenía sotas y caballos, los ases estaban en posesión de las Ducati; alguno, incluso, escondido en la manga de Marc Márquez. No contaba el sudafricano entre los favoritos para el triunfo, ni siquiera en este circuito de Spielberg, el escenario de pruebas de KTM. Ese circuito Red Bull, que da nom...
Irrumpió la lluvia con fuerza en las últimas vueltas del GP de Austria y el aguacero veraniego encumbró a Brad Binder, el piloto que mejor supo jugar sus cartas. Tenía sotas y caballos, los ases estaban en posesión de las Ducati; alguno, incluso, escondido en la manga de Marc Márquez. No contaba el sudafricano entre los favoritos para el triunfo, ni siquiera en este circuito de Spielberg, el escenario de pruebas de KTM. Ese circuito Red Bull, que da nombre y sustento también al equipo austriaco. Y que celebró a lo grande la victoria de uno de los suyos. Ganó el que más se la jugó.
En Austria ganó el piloto que mejor se colocó cuando empezó a llover, a siete vueltas del final de una carrera de locos; el que más riesgos asumió en los últimos cuatro giros, al entender que sus opciones pasaban por resistir en pista, con gomas lisas, para asfalto seco, mientras sus rivales entraban a cambiar sus neumáticos por unos de lluvia. Pilotó como los ángeles Binder en los últimos tres giros. Delicado. Convencido. Amarrado a la resiliencia. Feliz y acongojado a la vez, consciente de que el triunfo se le podía escapar en cualquier momento. Pero no fue así. Su velocidad punta bajó más de 40km/h en el penúltimo giro, otros 40 más en el último. “Honestamente, lo he pasado realmente mal para aguantar encima de la moto. Cuando necesitaba echar mano del freno, no había respuesta”. Aun así, el de Potchefstroom logró su segunda victoria en MotoGP, la primera del año.
Todo se definió en los últimos 40 kilómetros. Rodaba Bagnaia en cabeza, líder de un pequeño grupo de elegidos en el que estaban Márquez y Quartararo a la gresca por la segunda posición. Apretaba el de Honda al francés y le metía tanta presión el ocho veces campeón del mundo que el de Yamaha cometía un error para dejar a Márquez en segunda posición. Dispuesto para lanzar su ataque también sobre la Ducati. Pero aquellas cuatro gotas que asomaron mientras se formaba la parrilla y que volvieron a aparecer en las primeras vueltas, como un aviso de lo que vendría, regresaron con fuerza en aquel instante clave. Los primeros movimientos llegaron desde atrás: Miller y Rins decidían apostarlo todo al chaparrón y entraron enseguida a cambiar neumáticos. Probablemente demasiado pronto. No había tanta agua en el asfalto cuando regresaron a pista. Faltaban seis vueltas. Y sufrieron más de lo esperado.
Mientras tanto, rodaban tensos y al acecho los pilotos de delante. Se cayó Oliveira cuando iba octavo. Y avisó de los peligros. Tardaron poco en diluirse las distancias entre los seis primeros clasificados, que se agruparon ante la dificultad de mantenerse en pie con la pista mojada. Se colocó Márquez en cabeza a falta de cuatro vueltas. Era la referencia. El piloto a seguir. Y cuando enfiló el pasillo de los garajes le siguieron todos: Bagnaia, Quartararo, Martín y Mir. Todos, menos uno: Binder. Y triunfó. Porque, a pesar de que el de Honda logró salir el primero de aquellos cinco pilotos que dominaban la estrategia, el 93 se cayó a dos giros del final, en la primera curva de un circuito diferente, muy rápido, con pocas curvas, la mayoría ángulos cerrados y juguetones. Ahí se fue al traste el triunfo soñado por Márquez, que todavía se ve inferior en condiciones normales, afectado por un físico que recupera fuerzas a la carrera y una moto con la que aún está situándose. Se sabe, sin embargo, favorito cuando el río suena. Acabó 15º tras volver a pista. También acabó en esa primera curva la carrera de Quartararo, séptimo tras salirse de la trazada, un error fatal.
Y al tiempo que los dos favoritos se iban a suelo en plena remontada, resistía Binder milagrosamente sobre su KTM y aceleraban como locos Bagnaia y Martín, divertidísimos adelantando a pilotos en apuros, aquellos que prefirieron resistir en pista con la misma moto y que no podían competir con aquellos dos sabuesos. El italiano y el español remontaron una decena de posiciones en dos vueltas -lo mismo que Joan Mir, finalmente cuarto- para subirse al podio junto a Binder. El sudafricano conservó, por cierto, el triunfo pese a la severidad de dirección de carrera, que le impuso una penalización de tres segundos por exceder los límites de la pista cuando no hacía más que intentar no caerse de la moto. Afortunadamente, esos tres segundos no pudieron empañar su maravillosa carrera. “Esto no fue correr, fue sobrevivir”, decía risueño al bajar del podio.
Pese al sufrimiento, hubo pocos pilotos que no se lo pasaran bomba este domingo en el Red Bull Ring. Disfrutaron como niños los 86.376 espectadores que, tras tantos meses de pandemia, llenaron por fin de color las gradas de un circuito de velocidad.
Márquez corrió infiltrado y acabó feliz
Pese a terminar con solo un punto en el casillero, Márquez no podía estar más contento. Los deslices bajo la lluvia se aceptan. Y su carrera en Austria dejó entrever de nuevo muchos detalles del Marc que emocionaba y dominaba antes de romperse el húmero.
El español se felicitó por lo que él llamó “estar ahí”, aspirar al triunfo, pero no está todo hecho todavía. Tuvo que correr con una infiltración de Enantyum porque no soportaba el dolor en el brazo. “No sé valorar todavía dónde estoy. Sigo sin entender qué día me dolerá y qué día no”, concedió. Además, a su moto también le falta. Todavía no son uno. “Quiero gestionar yo la carrera, no que me la gestionen”, remata.
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