La Liga de todos y de nadie

El regreso del público se presenta como el antídoto frente a un campeonato desfigurado y empobrecido por el adiós de jugadores como Messi y Sergio Ramos

Simeone, durante el último amistoso ante el Feyenoord.Herman Dingler

La Liga asoma la cabeza asustada por la vida que le espera, abrasada por un calor que obliga a cambiar el horario de los partidos después de sobrevivir a una pandemia que la ha dejado desfigurada, huérfana de Messi y Sergio Ramos, los capitanes del Barcelona y del Madrid, ahora juntos en el PSG, después de haber perdido ya a Cristiano. El coronavirus y el cambio climático no juegan a favor de un campeonato cada vez más empobrecido y cuyo relato ya...

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La Liga asoma la cabeza asustada por la vida que le espera, abrasada por un calor que obliga a cambiar el horario de los partidos después de sobrevivir a una pandemia que la ha dejado desfigurada, huérfana de Messi y Sergio Ramos, los capitanes del Barcelona y del Madrid, ahora juntos en el PSG, después de haber perdido ya a Cristiano. El coronavirus y el cambio climático no juegan a favor de un campeonato cada vez más empobrecido y cuyo relato ya no pertenece a calendarios clásicos como el Dinámico. La industria del entretenimiento y de la opinión priman desde la tecnología y las redes sociales sobre una información cada vez más condicionada por la economía y el periodismo de datos que no necesariamente precisan del juego y de su historia para alimentar el debate futbolístico abierto en Europa.

La cuestión es que el Barça y el Madrid ganaron ocho de las 13 Ligas de Campeones disputadas entre 2005 y 2018. Los últimos vencedores han sido el Liverpool, el Bayern y el Chelsea, mientras que el campeón español es el Atlético. Los rojiblancos aspiran a revalidar precisamente el título después de 70 años: lo consiguieron por última vez en 1949-1950 y 1950-1951 después de estrenarse en 1939-1940 y 1940-1941 cuando se denominaba Atlético Aviación. La figura de Simeone es el hilo conductor del torneo después de su llegada a finales de 2011. El fichaje de De Paul, campeón de América, refuerza a un equipo de autor que sobresale por su competitividad y aguarda paciente el despegue de João Félix. El Atlético dejó de ser un equipo difícil de batir para convertirse en ganador con los goles de Luis Suárez.

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La partida del uruguayo del Camp Nou expresa la desorientación del Barcelona. El club regaló al charrúa y ahora no ha podido renovar a Messi después de que la temporada pasada fuera retenido a la fuerza por Bartomeu. El presidente tuvo que dimitir también contra su voluntad y hoy el Barça es un club tan quebrado que hasta última hora no se sabe si habrá cuadrado sus cuentas con los traspasos y la reducción de la masa salarial para inscribir a los jugadores que ha incorporado con la carta de libertad: Memphis Depay, Eric García y Araújo —Emerson ha sido alta como repescado después de actuar en el Betis—. El impacto de la salida de Messi condicionará la política económica y deportiva de un club acostumbrado a encontrar respiro en La Masia, hoy ilustrada por Ansu Fati.

La expectación es máxima para saber si Ansu se ha recuperado —se le aguarda para septiembre— mientras se debate sobre el futuro de Ilaix Moriba, que no juega por no querer renovar un contrato que acaba en 2022. Tampoco se sabe qué suerte correrán Coutinho y Dembélé, mientras se confía en que Memphis mezcle bien con Griezmann. Koeman ha pedido un delantero para compensar numéricamente la baja de Messi. Nadie se ha puesto aún la camiseta con el 10. Al Barça le preocupan las áreas al igual que al Madrid, sobre todo la propia, sin Sergio Ramos ni Varane. La contratación de Alaba puede que no sea suficiente pese a la fiabilidad de Courtois y mientras la figura de Benzema se agranda, parece que a Bale le empieza a interesar tanto el fútbol como el golf y se pide más tiempo para Hazard.

La alternativa de Ancelotti

La paciencia y el saber hacer de Ancelotti se presentan como la mejor garantía para sustituir a Zidane. El currículo del italiano le exime de dar explicaciones más allá de su recordar que le gustaría ganar la Liga que no conquistó cuando estuvo en el Bernabéu (2013-2015). A Ancelotti no le asusta Florentino después de tratar con Berlusconi, Abramovich y Al-Khelaïfi. Al presidente madridista le ocupa el Bernabéu. El fútbol necesita del mejor centro de producción de contenidos y el estadio del Madrid se anuncia como único desde que Florentino se propuso ser Bernabéu. Apuesta por un campo nuevo, por sustituir la Champions por la Superliga y por un equipo liderado por la última figura del mercado: Mbappé. Aunque el tiempo apremia, el mandatario está convencido de su poder y del cartel del club: el Madrid siempre será el Madrid.

La afrenta de Florentino ha seducido hasta a Laporta. Los presidentes de dos clubes enemigos naturales caminan de la mano como socios financieros en un momento de fractura en el fútbol. La bronca es continua porque no hay consenso en la Champions ni en LaLiga para suerte de la Ligue 1 que hoy presume de Messi. No hay un céntimo después de una temporada de pérdidas millonarias y los clubes necesitan capitalizarse no ya para fichar sino para jugar en las condiciones económicas que exigen LaLiga y la UEFA. A la clase media le cuesta engancharse a la competición por más elogiada que sea la obra de clubes como el Sevilla, el Villarreal o la Real Sociedad.

Los aficionados jamás pierden la ilusión al inicio de la Liga. Los del Betis, por ejemplo, celebran los 40 años de Joaquín. El regreso del público a los estadios tras un año de ausencia por la covid puede que sea el único y el mejor antídoto para vencer el vacío que presenta hoy una Liga pos-Eurocopa y previa al Mundial 2022. Nada mejor que el clamor del campo para combatir el ruido del VAR y el miedo a un torneo sin cartel, de rostro anónimo, de nadie y de todos, sin Messi.


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