La “bendita locura” de la pareja de novatos desconocidos del piragüismo
Los sevillanos Tano García y Pablo Martínez, de 19 y 24 años, se han clasificado para los Juegos Olímpicos de Tokio tras apenas nueve meses remando juntos; España no tenía un C2 desde Atenas 2004
A las ocho de la mañana, Tano García y Pablo Martínez ya están remando en el Guadalquivir. La jornada de entrenamiento terminará sobre las 18.00. El cielo es plúmbeo y anuncia tormenta; parece Asturias más que Sevilla. “Se agradece, ayer nos asfixiamos por el calor…”, dicen los chicos que han devuelto el C2 (canoa) a unos Juegos Olímpicos tras 17 años de ausencia. Han destronado a los titulares de este ciclo olímpico en unos selectivos internos y se han clasificado para los Juegos a última hora y contra tod...
A las ocho de la mañana, Tano García y Pablo Martínez ya están remando en el Guadalquivir. La jornada de entrenamiento terminará sobre las 18.00. El cielo es plúmbeo y anuncia tormenta; parece Asturias más que Sevilla. “Se agradece, ayer nos asfixiamos por el calor…”, dicen los chicos que han devuelto el C2 (canoa) a unos Juegos Olímpicos tras 17 años de ausencia. Han destronado a los titulares de este ciclo olímpico en unos selectivos internos y se han clasificado para los Juegos a última hora y contra todo pronóstico en el preolímpico de Szeged (Hungría) que se disputó en mayo.
El preolímpico es un dentro-fuera, un todo-nada donde solo vale llegar primeros y segundos y donde la competencia en piragüismo es altísima debido a la escasez de plazas. Pablo y Tano llegaron primeros en el C2-1000. España no tenía representación olímpica en C2 desde Atenas 2004. La ha conseguido ahora con un barco que ha reventado todos los pronósticos y que lleva remando apenas nueve meses y con dos chicos que no suman más de 43 años. Pablo tiene 24; Tano, 19. Así lo resumen los dos sevillanos: “¡Esto es una locura, pero bendita es la locura!”.
Los entrenan Marcel y Georgiana Glavan, que caminan juntos por el pantalán del CEAR (Centro de Tecnificación) de Sevilla con mochilas, carpetas, ordenador y libreta. Nadie daba un duro por ese C2; no entraban en ninguna quiniela. Ni para el selectivo interno (donde tenían que medirse a la pareja de este ciclo olímpico, Adrián Sieiro y Sergio Vallejo); ni mucho menos para el preolímpico. Ni cuando salieron escopetados en la carrera se despejaron las dudas en el ambiente. “Nadie los conocía, solo Marcel y yo. En Szeged se escuchaba: ‘uuuu, han salido muy fuerte, demasiado, a ver cuándo pinchan… ¡Ostras, no han pinchado!”, recuerda Georgiana sentada en la pequeña oficina al lado del gimnasio donde se suelen juntar para ver los vídeos de los entrenamientos. Pablo Martínez, estudiante de fisioterapia que hasta hace año y medio tenía la canoa como hobby y pasaba más tiempo estudiando que remando, cuenta que esa tarde en Hungría, después de la victoria, se acercó a Saúl Craviotto y le dijo: “A mí me tenéis que enseñar ahora qué es esto de los Juegos, eh, porque no me hago una idea”. Hasta hacía un par de años él estaba en las gradas animando.
La combinación de Pablo y Tano para este C2, un zurdo y un diestro —es lo normal en la canoa de dos, porque aporta mayor equilibrio, sobre todo en caso de viento y olas—, es una apuesta personal de Marcel, que los mira y anima con ojos de padre. “Tiene un ojo clínico que no falla”, apunta Georgiana. Él, subcampeón olímpico por Rumania en Atlanta 96, vio cualidades que ni siquiera los propios deportistas pensaban que tenían. Tano en 2019 se proclamó campeón del mundo júnior en C1-200. Y en año y medio Marcel le ha reconvertido de esprínter a piragüista de media distancia. “Es como poner a Usain Bolt a correr los 3.000 metros”, dice el técnico.
“No me veo, Marcel, no me veo”, le repetía Tano desde el agua. Y Marcel, erre que erre, incluso cuando no paraban de preguntarle: “¿Pero para qué vas a coger a Tano para el 1.000 si es un velocista?”. “Ya lo veréis”, contestaba mientras trabajaba el fondo con Tano. “Kilómetros y kilómetros, 30 al día. Hacíamos 18 por la mañana y 12 por la tarde. Todo ese trabajo me hizo mejorar. El fondo es lo que me faltaba y tenía que trabajarlo, era mi punto débil”, cuenta el piragüista en la terraza del comedor del CEAR tras la sesión de gimnasio y antes de pasar por la camilla del fisio.
“La inconsciencia es lo que nos ayuda día a día”
Kilómetro tras kilómetro, Tano acabó sintiéndose cómodo en esa distancia. De Pablo, a Marcel le llamó la atención el deseo —palabra que repite constantemente— y las ganas de trabajar. Está en tercero de fisioterapia. Entró de rebote en el equipo nacional. Hacía falta alguien para un C4 y no lo hizo mal. Pidió integrarse en el equipo como interno. “Probamos, tenía muchas ganas de trabajar. Se cansaba, pero ahí seguía porque quería estar. Vi que no se achicaba en los entrenamientos, que se metía sin miedo en las sesiones. Esta es la gente que necesitamos”, explica Marcel. Con Pablo, más que el fondo, tuvieron que trabajar la técnica de palada.
“Yo es que hasta el confinamiento no podía permitirme más de 4-5 sesiones de agua a la semana, no me daba para más. Remar era una afición. A lo mejor salía al agua a las ocho de la tarde después de todo el día de clase”, recuerda Pablo. Él, que se define como el Joaquín del piragüismo, por el buen humor que trae siempre, usa otro símil futbolístico para explicar su progresión. “Iba día a día. Me decía: ‘si vas atrás es lo normal, si vas adelante, bien’. Y cada día iba más adelante. En el C2 igual, la inconsciencia es lo que nos ayuda día a día. Cuando Tano me decía: ‘Quillo, vamos regular… Hemos montado tres veces y estos [Vallejo y Sieiro] llevan cinco años’, yo le contestaba: ‘tira, tira que vamos a ir bien, tú tira, estamos trabajando para nosotros y saldrá”, confiesa. Y cada día iban mejor. Hasta acoplarse del todo y destronar a los favoritos.
La capacidad de bromear incluso cuando no le queda aliento ni para respirar es lo que más valora Tano de Pablo. “Su positivismo ha cambiado mi dinámica de entreno. Yo antes si había un día malo me subía cabreado a la habitación. Con él he aprendido que en los días malos es cuando más tienes que entrenar porque es cuando más sumas”, dice el joven de la embarcación. “Yo de Tano admiro la ambición, solo quiere ganar y ganar. Hasta 2019 yo prácticamente llevaba vida universitaria, de deportista, pero universitaria al fin y al cabo. Ahora me estoy dando cuenta de todo el esfuerzo que hay que hacer y del sacrificio que conlleva”, apunta Pablo. ¿Hasta dónde va a llegar esta bendita locura? Contestan los dos a la vez: “Nosotros no le vamos a poner techo, al final es creérselo”. En Tokio competirán en las eliminatorias el 2 de agosto.
España no llevaba un C2 a los Juegos desde Atenas 2004; allí remaron David Mascato y José Alfredo Bea. Tenían 29 y 35 años respectivamente, la edad más apropiada para remar una distancia como el 1.000 porque la experiencia es lo que permite regular y medir esfuerzos. “La experiencia… o la locura”, concluye Marcel.
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