Pedri ya es Iniesta… Y no lo sabe.
Es uno de esos tipos tan especiales que dominan los partidos desde una humildad y una clarividencia que resultan insultantes a tan tierna edad
“Miradlo: es millonario y aún no lo sabe”, les comentó Pepe Mel a los suyos en uno de los últimos entrenamientos de Pedri como jugador de la U.D. Las Palmas. A partir de ahí, no dispongo de mucho más contexto que ofrecer, pero la democracia es libre y la imaginación también. ¿Podría estar el canario recogiendo los balones sueltos al final de la sesión, como un recogepelotas al uso? Podría. De hecho, me gusta pensar que así fue porque Pedri es uno de esos tipos a los que imaginamos saltando al Camp Nou, o al Parken Stadion de Copenhague, como quien va a jugar una pachanga con los amigos en el c...
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“Miradlo: es millonario y aún no lo sabe”, les comentó Pepe Mel a los suyos en uno de los últimos entrenamientos de Pedri como jugador de la U.D. Las Palmas. A partir de ahí, no dispongo de mucho más contexto que ofrecer, pero la democracia es libre y la imaginación también. ¿Podría estar el canario recogiendo los balones sueltos al final de la sesión, como un recogepelotas al uso? Podría. De hecho, me gusta pensar que así fue porque Pedri es uno de esos tipos a los que imaginamos saltando al Camp Nou, o al Parken Stadion de Copenhague, como quien va a jugar una pachanga con los amigos en el claro de la iglesia: pocos artificios, cero vanidad; tan solo un futbolista con alma y las mismas condiciones que hicieron de Andrés Iniesta un gigante en tetra brik.
Su cita con la gloria de los manejadores, esos tipos tan especiales que dominan los partidos desde una humildad y una clarividencia que resultan insultantes a tan tierna edad.
Nacho Carretero, al que telefoneo para comunicarle que entrego mi vida a este chico, me cuenta que no alcanza a comprender el nivel de fortaleza mental necesaria para, con 18 años recién cumplidos, tomar la batuta de la selección nacional y desmembrar a Croacia con sus controles, sus conducciones, sus pases en el momento preciso y al lugar adecuado, su lectura impecable del tiempo y el espacio. Sus detractores, en su mayoría aficionados de otros clubes españoles, lo comparan a la baja con Luka Modric, como si en semejante crítica no fuese implícito el reconocimiento a un prodigio en plena fase de aprendizaje. “Ha marcado un gol fantástico”, me dice uno de ellos tras el traspié con Unai Simón, como si achacarle errores preventivamente fuese a evitar lo que parece ineludible: su cita con la gloria de los manejadores, esos tipos tan especiales que dominan los partidos desde una humildad y una clarividencia que resultan insultantes a tan tierna edad.
“Pedri ya es Iniesta”, concluye Raúl Caneda en su cuenta de Twitter. No es un cualquiera, ojo. Segundo entrenador de Juanma Lillo en la Real Sociedad, el Almería o los Dorados de Sinaloa, donde coincidió con un Pep Guardiola a medio caballo entre las botas y los banquillos. Entrenador jefe del Al Ittihad o el Al Nasser, entre otros, y muleta telefónica de un buen número de entrenadores de élite, siempre atentos a sus análisis y consejos: puede usted desconfiar de su palabra, querido lector, o puede concederle la credibilidad que se merece y empezar a tratar a Pedri con el respeto de quien roba elogios a quien nunca los regala. En todo caso, la opinión del gallego también puede servirnos como una simple referencia, el punto de partida para disfrutar de un fútbol, el de Pedri, que entra por los ojos y convence desde el primer día a entrenadores tan dispares como el propio Caneda, Mel, Ronald Koeman o Luis Enrique.
Quizás quede alguien en este país que se tome las decisiones del asturiano como un capricho pasajero o la respuesta -discordante- de un tipo impulsivo que primero piensa en llevar la contraria a la prensa y, después, en ganar la Eurocopa: allá cada uno con sus consideraciones. Lo único cierto es que la selección jugará para meter la cabeza entre los cuatro mejores de Europa y Pedri será de la partida: serio, mentalmente indestructible, despojado de colorantes artificiales y tan humano que da pavor enfrentarlo. “24 kilates en cada pie y otros tantos en la cabeza”, pudo haber dicho Mel para arrojar más luz sobre su comentario. Qué más da: si algo podemos sacar en claro con Pedri es que siempre sobran las palabras, incluidas estas seiscientas y pico que me acabo de cascar para simular lo contrario.
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