Tabárez: “La garra charrúa se ha exagerado”
El entrenador de Uruguay, que a los 74 años acumula 212 partidos al frente de su selección, conversa sobre su manera de liderar y elogia a Bielsa y a Guardiola
Óscar Washington Tabárez (Montevideo, 74 años) se declara un admirador del perfil bajo y de los perdedores. Sin embargo, es el técnico que más partidos ha dirigido en una selección: 212 al frente de Uruguay. Lo sigue, con 193, Joachim Löw, de 61 años, que ya confirmó que dejará Alemania después de la Eurocopa. Tabárez no se quiere bajar de la Celeste. Al menos, hasta Qatar 2022. Lo avala su historial. Siempre que estuvo sentado en el banquillo del Centenario, Uruguay se clasificó para el Mundial (1990, 2010, 20...
Óscar Washington Tabárez (Montevideo, 74 años) se declara un admirador del perfil bajo y de los perdedores. Sin embargo, es el técnico que más partidos ha dirigido en una selección: 212 al frente de Uruguay. Lo sigue, con 193, Joachim Löw, de 61 años, que ya confirmó que dejará Alemania después de la Eurocopa. Tabárez no se quiere bajar de la Celeste. Al menos, hasta Qatar 2022. Lo avala su historial. Siempre que estuvo sentado en el banquillo del Centenario, Uruguay se clasificó para el Mundial (1990, 2010, 2014 y 2018). En sus vitrinas también figura la Copa América 2011. Recuerda con precisión detalles y resultados, habla claro y no escatima su tiempo. Jugador, entrenador, docente. A Tabárez el mundo del fútbol le conoce como El Maestro.
Pregunta. ¿Qué conserva de Maestro? ¿Solo el mote?
Respuesta. Fui maestro de escuela primaria durante muchos años. Hay cosas que se quedan para siempre, sobre todo en actividades que pueden ser parecidas. Un maestro y un entrenador tienen como principal objetivo trabajar con grupos. Ahora, hace tiempo que estoy en la selección y el jugador llega con muchos conceptos ya incorporados. Pero hay aspectos a trabajar tan o más importantes.
P. ¿Cómo cuáles?
R. Como los valores, sobre todo el respeto. Tiene que haber una concordancia grande entre lo que dice y hace el entrenador. Eso los jugadores lo captan siempre. Eso determina un grupo fuerte, que se levanta en las adversidades. Y, cuando se tiene la fortuna de ganar, no entrar en ningún tipo de euforia. Perder con dignidad y ganar sin estridencias. Esa es una norma nuestra.
P. ¿Por qué en una época en lo que todo parece efímero, usted mantiene su lugar de trabajo?
R. No es normal, es verdad. En este momento es un récord. Tengo más de 200 partidos. No hay otro caso.
P. ¿Y por qué ha pasado?
R. Hemos tenido problemas, pero siempre nos hemos levantado. Y eso es una virtud. Aprovechamos el envión de Sudáfrica [Uruguay finalizó cuarta] y ganamos la Copa América en 2011. La selección estuvo 18 partidos sin perder. Pero después de eso, en 2012, en eliminatorias sacamos cuatro puntos de 18. En ese momento dudaron todos, menos el grupo de trabajo.
P. No parece afectarle la brecha generacional con sus jugadores.
R. Son más jóvenes, pero tenemos maneras de pensar similares. No soy de hablar, pero por mi formación, como educador, tengo muy claro lo que significa motivar. Y, a veces, esa motivación de no viene de afuera. A mí me hace mucha gracia cuando se dice que un entrenador es muy motivador. Puede ser que un técnico tenga empatía con un futbolista, pero el conductor de un grupo no vive de la empatía, vive de encontrar una necesidad y encausarla en una motivación.
P. ¿La garra charrúa es el símbolo de que lo colectivo está por encima de la individual?
R. En 1935, cuando la gran generación de futbolistas uruguayos estaba en sus últimos momentos de rendimiento, fueron a jugar contra un equipo argentino que era el súper favorito. Le ganaron 3-0. Se asoció esa expresión a la rebeldía, a luchar aunque potencialmente el rival se considere superior, a no dar nunca nada por descontado. Hay gente que lo ha exagerado y parece que tengamos un don respecto de jugadores de otros países. En todo el mundo hay jugadores con garra.
P. ¿Qué es tener garra?
R. Me parece que es un término que puede llevar a ciertas confusiones. Un jugador tiene la obligación de dejar todo dentro de la cancha. Pero quizá nosotros, como somos un país pequeño en un territorio con poca población, muchas veces nos tenemos que enfrentar a equipos con más población y con más posibilidades. No nos olvidemos que estamos en el continente de Argentina y Brasil. Y, sin embargo, algunas veces les hemos sorprendido.
P. ¿Lo dice por el Maracanazo?
R. La última Copa América que ganamos fue en Argentina y a Brasil… el gran ejemplo es el Maracaná. Pero es un ejemplo que muchas veces se deformó. Pasó de una realidad a un mito. Y todo lo que vino después de eso fue duro. Cuando pasó lo del 50 yo tenía tres años, no me acuerdo de nada, pero toda mi niñez y mi adolescencia la pasé escuchando hablar del Maracaná.El mensaje que giraba alrededor de los futbolistas de la selección era que campeones eran los de antes, los del Maracaná. Eso dio rienda suelta a la impotencia. Cuando se va a una cancha con la obligación de ser campeón y no se logra jugando al fútbol, la impotencia puede no tener freno y se puede confundir lo que significa dejar todo con ser violento y agredir. Y, a veces, nos hemos confundido.
P. ¿Ha cambiado eso ahora?
R. No es solo dejar todo dentro de la cancha o jugar un poco fuerte, hay otras cosas que nos hacen competitivos.
P. ¿Por ejemplo?
R. En Uruguay, 60.000 niños por año juegan al baby fútbol. Uno de esos niños llega a la selección. Esa ha sido la historia de Francescoli, de Fonseca, de Valverde o de Betancur. Y cuando se les atiende, se les recibe y se intenta que incorporen cosas, como el potencial físico y el entendimiento del juego, pueden mejorar. Pero lo importante, para nosotros, es la formación de personas. El porcentaje de los niños que juegan al fútbol en Uruguay respecto del que llega a Europa es del 0,14%. Estas estadísticas es lo primero que conocen los niños que llegan a la selección con 13 años.
P. ¿Se acepta eso en la sociedad actual?
R. Hay otras cosas en la vida. Si no son futbolistas profesionales, pueden ser buenos ciudadanos o trabajar en el deporte. Creo que estamos haciendo lo que debemos y nos está dando muchos resultados. Un ejemplo de eso es Federico Valverde.
P. ¿Por qué?
R. Cuando llegó con 13 años se le vio el talento, pero era chiquito. Tenía problemas de comunicación, una timidez casi patológica. Pero el talento lo tenía y lo teníamos muy claro en la selección. Fue incorporando cosas. Me acuerdo de que estuve un tiempo sin venir porque me tenía que operar de la columna y cuando volví me puse ver un entrenamiento: “¿Quién es ese chico?”, pregunté. “Valverde”, me contestaron riéndose. Tuvo unos progresos físicos y de comprensión del juego, que certifican por qué está en la élite del fútbol mundial. Y salió de ahí.
P. ¿Le sorprendió más la temporada de Luis Suárez o la de Cavani?
R. La de los dos. Desde el punto de vista conceptual, están en su mejor momento. Saben todo. Saben cómo moverse, cómo enfrentar las distintas situaciones. Son muy competitivos. Y están muy mentalizados en que todavía les queda cosas por hacer en la selección.
P. ¿Qué más les queda por hacer a Cavani y Suárez?
R. El próximo mundial y la Copa América. Sé que son parte de sus pensamientos. Pueden aportar desde lo individual, pero también desde su condición de liderazgo junto a la de Godín y la de Muslera.
P. ¿Para qué está Uruguay?
R. ¿Usted vio de Eso no se habla [película argentina con Marcello Mastroianni? Ya veremos para lo que estamos. Sí aspiro a ser competitivos, como nos pasó en la última Copa América que nos tocó perder en una definición por penales después de haber hecho un gran partido. El fútbol es el deporte colectivo que más oportunidades da al supuestamente más débil respecto del supuestamente más fuerte. No me gusta anticipar porque se puede malinterpretar. ¿Para qué está? Para algo parecido a lo que ya hizo, porque los jugadores son más o menos los mismos. No sabemos cómo nos puede afectar toda la realidad que nos tocó vivir con la pandemia.
P. ¿Qué piensa de Leo Messi?
R. Uno de los grandes de la historia.
P. Si en el Maracanazo tenía tres años, vio a Di Stéfano, Pelé, Cruyff y a Maradona.
R. Los vi jugar a todos. De hecho, a Di Stéfano lo vi en el campo cuando vino a jugar con el Madrid a Uruguay. Me llamó la atención, dentro de lo que poco que podía entender en ese momento, que aparecía en todos los lugares de la cancha. Eso no se veía. Fue un adelantado. Y también vi a Pelé y a Cruyff y a Diego, por supuesto. Y Messi, como entrenador, te ocupa muchos pensamientos por su capacidad individual y su aporte al equipo.
P. ¿Se puede hablar de un mejor?
R. No puedo hacer ese ejercicio porque es un deporte colectivo. Tampoco se pueden comparar épocas. Y lo del mejor del mundo es más un asunto mediático, para premios y esas cosas. Todos los jugadores de los que hemos estado hablando han marcado una diferencia por lo que hacían con la pelota, pero también por la influencia y el liderazgo frente a sus compañeros. Con el solo hecho de jugar, ya imponían cosas.
P. Explique cómo es su relación con Marcelo Bielsa.
R. No he tenido muchos contactos, pero escribió el prólogo del libro Maestro, el legado de Tabárez. Cuando yo estaba en Boca, él estaba en Newell´s. Una persona muy especial, después de ganarnos una final vino al vestuario a saludarme. Sin embargo, hizo algo que nunca voy a olvidar, algo que admiro de las personas: rehacerse. Perdió un partido 0-6 en la Libertadores ante San Lorenzo. ¿Y qué hizo Bielsa? En su primera declaración dijo: “Fue una derrota fuerte pero es la oportunidad para hacer cosas que vengo pensando desde hace tiempo”. Y con los mismos jugadores hizo otro esquema. Cambió todo. No había línea de cuatro, ni juego posicional. Llegó a la final, perdió por penaltis contra el São Paulo de Tele Santana.
P. Guardiola.
R. El mejor. No es nuevo que sus equipos jueguen bien. Además, logró un equilibrio en defensa con todo lo que hace en ataque, que es inconmensurable e incomparable. La insistencia que tiene y la confianza que les da a los futbolistas. Ha jugado 12 torneos locales y ha ganado nueve. Eso habla de su capacidad como entrenador.
P. Y Klopp.
R. Fue el primero que sufrió los efectos de jugar sin público. Después de ganar la liga con un equipo muy equilibrado, fue goleado en un partido de la siguiente liga. Fue ahí que empecé a reflexionar sobre este aspecto. ¿Cuánto influye el público? Jugar sin público no es fútbol.
P. ¿Por qué?
R. Porque en los equipos con gran poder de convocatoria, la afición juega. Sin público no existe la exigencia ni la ayuda en los momentos malos. El Liverpool tiene un himno que les dice a sus jugadores que nunca caminarán solos. La afición se siente parte importante de lo que hace el Liverpool. Ese apoyo hoy no está. Y es lo que pasa ahora. Nosotros lo hemos sufrido. El público que iba a ver a la selección Uruguay, en las eliminatorias, estaba lleno de gente joven, de niños, de mujeres, que fueron estableciendo una relación con estos jugadores. Una relación muy fuerte. Mire si será importante.
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