Qué raros son los políticos
Muy mal hay que pensar para creer que 50 vacunas a la selección pueden dañar más la imagen que dos contagios
Raros votando a raros. Al rostro inaceptable del capitalismo no lo vemos en la codicia desatada tantas veces y en tantos ámbitos, pero nos espanta cuando asoma en el fútbol en forma de Superliga. Solo entonces se moviliza, indignado, el personal. Qué rara es la gente. Por otra parte, hay un protocolo para la vacunación de la población que el Gobierno rompió tarde y mal cuando se propuso ...
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Raros votando a raros. Al rostro inaceptable del capitalismo no lo vemos en la codicia desatada tantas veces y en tantos ámbitos, pero nos espanta cuando asoma en el fútbol en forma de Superliga. Solo entonces se moviliza, indignado, el personal. Qué rara es la gente. Por otra parte, hay un protocolo para la vacunación de la población que el Gobierno rompió tarde y mal cuando se propuso vacunar a la Selección española. Temen pagar un coste político por conceder privilegios a jóvenes millonarios. Sin embargo, esos chicos representarán a España, y casos como el de Busquets o Llorente atentan contra la imagen de un país que se juega la temporada turística en cualquier viento en contra. Muy mal hay que pensar para creer que 50 vacunas a la selección pueden dañar más la imagen que dos contagios publicados en todo el mundo. Qué raros son los políticos.
El juego más fácil. Para mayor gloria de Bolsonaro, la Copa América al fin se jugará en Brasil, conquista más política que deportiva. La delegación que llegue hasta las últimas instancias estará encerrada hasta 26 días en uno de los países en los que la covid campa por sus respetos con la venia del mismo Bolsonaro. La Conmebol quiere que la fabulosa maquinita que produce emociones y dinero no se detenga, sea cual sea la sede que la acoja. Los jugadores de Brasil no parecían muy dispuestos a jugar, pero como nadie hablaba claro, el debate fue creciendo con la literatura de siempre: encima de privilegiados, traidores a la patria. Hasta que sacaron un mensaje dirigido a la afición en donde se muestran en contra de la Copa América, pero dispuestos a jugar. En resumen, decían: es una locura, pero lo haremos por Brasil. Como se puede observar, el juego de moda no se llama fútbol, sino populismo, y ya lo saben jugar hasta los futbolistas.
Desde allá abajo. Con quince años jugué en una liga regional al lado y enfrente de tipos hechos y derechos que me enseñaron mucho. Paredes de los vestuarios despintadas y húmedas; terrenos de juego verdes porque así lo quería la naturaleza; duchas que nunca sabíamos si traerían agua caliente o fría; jugadores a los que el tiempo les fue poniendo cara de fútbol regional. Es el fútbol modesto, que crece como una enredadera en cada ciudad, pueblo o barrio en lo que es otra hermosa demostración de poder de este juego fascinante. Todo eso tiene un aire decadente, pero esos sitios son también escuelas que han bendecido a auténticos dioses del fútbol que, en sus inicios, aprendieron ahí abajo el oficio y el sacrificio. Tipos cualquiera a los que el tiempo y la fama les fue quitando la cara de futbolistas regionales para ponerles la de héroes.
Hasta lo más alto. Anoche empezó la Eurocopa y mañana la Copa América, un desfile de grandes jugadores en dos puntas del mundo donde el fútbol es sagrado. Todos recorrieron un camino sinuoso hasta llegar a la élite y tienen el prestigio que se ganaron en la cancha. Mientras iban hacia la cima vieron a cientos de chicos con los mismos sueños a los que el fútbol profesional no admitió. Hay algo de lucha por la vida en esa carrera de obstáculos en el que empiezan concursando decenas de millones de aspirantes y solo llegan algunos cientos. Es más difícil de lo que la gente imagina. Si es difícil llegar al profesionalismo, más aún ponerse la camiseta de la selección. Imagínense, entonces, lo que significa llamarse Cristiano Ronaldo o Lionel Messi, reinar en el fútbol mundial durante dos décadas y convertirse en leyenda. Nadie duda del lugar que ocupan en la historia pero ellos, allá arriba, siguen peleando tenazmente contra el presente.
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