España no defiende ni el juego ni el título

La actual campeona cae sin brillo en las semifinales del Europeo sub-21 frente a una aplicada Portugal

Dalot protege la pelota ante Cucurella, durante la semifinal.Igor Kupljenik (EFE)

España quedó eliminada del Europeo sub-21 en semifinales. La venció Portugal, la selección que mejor había jugado en lo que va de competición, en el curso de un partido tan estridente como insustancial. Se resolvió con un gol en contra del central Cuenca. Fue el justo epílogo de una tarde con aroma de torneo de verano que puso fin a la defensa del título sin que los herederos del gran equipo vencedor en 2019 lograran ponerse a la altura.

Extenuados mental y físicamente tras una temporada frenética, los j...

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España quedó eliminada del Europeo sub-21 en semifinales. La venció Portugal, la selección que mejor había jugado en lo que va de competición, en el curso de un partido tan estridente como insustancial. Se resolvió con un gol en contra del central Cuenca. Fue el justo epílogo de una tarde con aroma de torneo de verano que puso fin a la defensa del título sin que los herederos del gran equipo vencedor en 2019 lograran ponerse a la altura.

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Extenuados mental y físicamente tras una temporada frenética, los jugadores más inmaduros son los que más sufren para responder a la tensión de una eliminatoria. Así lo expresaron los portugueses y los españoles según transcurrían los minutos y comenzaban a perder el control del juego. Si hasta el descanso la suerte del partido se dirimió en el mediocampo, después del intervalo las acciones se aceleraron de área a área. En un homenaje involuntario al fútbol colegial. El duelo se convirtió en una sucesión desmadejada de transiciones. Como a los jugadores les importara menos el resultado que terminar como sea, en la agitación del correcalles se sucedieron oportunidades para los dos. Más por empuje y precipitación que por decantación elaborada, España se prodigó en centros y en tiros desde fuera del área. Cucurella envió un balón al palo, Manu García exigió al portero con otro disparo potente desde 20 metros, Miranda lució su zurda de larga palanca, y a Brahim se le fue por un palmo un disparo cruzado.

El partido había perdido la brújula cuando Vitor Ferreira, <CF1001>Vitinha, </CF>un jugador pálido, flaco y sensible, envió un balón largo al espacio que se abría a la espalda de Miranda. Por ahí entró Vieira, que en su intento por conectar con Tomas envió un pase al punto de penalti. La pelota pegó en Cuenca y se coló en la portería de España. Fue la conclusión espasmódica que probablemente ninguno de los dos contendientes mereció ganar.

A mil kilómetros de la selección que conquistó la Eurocopa sub-21 en 2019, esta España no consiguió jugar bien en todo el torneo. Si en aquel equipo destacaron atacantes como Oyarzabal y Dani Olmo, capaces de interpretar el juego entre líneas bajando a volantear si es necesario, fue mediante la reunión de sus centrocampistas como alcanzó a ser irrevocablemente superior a todos sus adversarios a través de asociaciones extáticas. Roca, Fabián, Ceballos y Fornals conformaron el núcleo del vigente campeón. Aquél pelotón no encontró sucesores en esta generación. Sucede cuando en los equipos españoles hay demasiados futbolistas que no quieren ni oler la pelota bajo presión.

Solo Zubimendi

Solo Zubimendi, mediocentro con verdadero oficio, estuvo a la altura de las necesidades del la competición. Si contra Croacia, el rival desordenado que tantos problemas causó a los españoles en cuartos, el vasco ejerció de sostén universal, contra Portugal su sentido del auxilio resultó insuficiente. Zubimendi no encontró compañía cuando la necesitaba. Ni Gonzalo Villar ni su amigo Manu García se presentaron a ofrecerle apoyos en tiempo y forma. Si lo hicieron fue cuando la presión de los portugueses no los ahogaba, con la pelota de cara, y sin aclarar demasiado la jugada en un contexto de espesura que España solo pudo sobrellevar sin encajar un golpe porque su adversario tampoco es tan brillante como señala su fama.

Firmemente respaldada por su defensa, bien provista de centrocampistas lúcidos y laboriosos y armada de delanteros que intimidaban por su peso más que por su juego, Portugal se mantuvo viva sin brillar ante un rival que movía la pelota mansamente. Únicamente Brahim y Cucurella agitaron la coctelera porque solo por afuera encontraron espacios.

España se difuminó entre los arabescos de Villar y los taconazos de García, siempre vistosos en momentos puntuales, pero rara vez puntuales en todo momento. Su única disculpa es que la temporada ha sido demasiado accidentada para chicos tan jóvenes. Que las vacaciones les sienten bien porque a la vuelta de junio les puede llegar la convocatoria para ir a los Juegos de Tokio.

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