París descubre la precocidad de Alcaraz
El murciano (18 años) es el español más joven en ganar un partido en París (6-3, 2-6, 6-1 y 7-6 a Zapata) y el tenista de menor edad desde Djokovic en 2005: “Lo importante es que estoy aprendiendo a sufrir”
A las cuatro de la tarde, cuando el sol derrite los helados de París y cae a plomo sobre el complejo de Roland Garros, una larga fila de aficionados aguarda a que la seguridad les de paso en los exteriores de la Pista 12 porque ahí se dentro está cociéndose algo importante: Carlos Alcaraz –Caglos para la mayoría de ellos por eso del francés–, el chico de 18 años del que viene hablándose desde hace tiempo y cuyo nombre suena con fuerza en el mundo del tenis, luce todo...
A las cuatro de la tarde, cuando el sol derrite los helados de París y cae a plomo sobre el complejo de Roland Garros, una larga fila de aficionados aguarda a que la seguridad les de paso en los exteriores de la Pista 12 porque ahí se dentro está cociéndose algo importante: Carlos Alcaraz –Caglos para la mayoría de ellos por eso del francés–, el chico de 18 años del que viene hablándose desde hace tiempo y cuyo nombre suena con fuerza en el mundo del tenis, luce todo su desparpajo, su evolución y su insultante precocidad para batir a Bernabé Zapata (6-3, 2-6, 6-1 y 7-6(4) y marcar un nuevo giro en una carrera que pinta muy bien: con 18 años y 26 días en su DNI, ya es el jugador más joven en lograr su primer triunfo en el torneo desde Novak Djokovic, que la firmó con 18 años y tres días en la edición de 2005.
Se estrena Alcaraz y la expectación es grande. Por eso, el argentino Horacio Zeballos, el malagueño Alejandro Davidovich, el catalán Carlos Martínez (preparador de Daria Kasatkina) y otros rostros conocidos se acercan para comprobar desde primera línea si el chico, el niño –le llaman algunos miembros del vestuario en tono cariñoso–, es tan prometedor como se dice. Lo es, piensan seguramente, porque ahí abajo el murciano se desempeña con los mismos argumentos que viene luciendo desde que deslumbrase en las etapas inferiores; esto es, dinamismo, pegada, valentía. Un buen compendio de facultades que acaba rindiendo a Zapata, de 24 años, y subraya a uno de los exponentes más atractivos de la nueva hornada de jugadores.
Llega como un tiro Alcaraz. Lejos de los dañinos paralelismos con Rafael Nadal, único, sigue quemando etapas a velocidad de crucero y este lunes engarzó una victoria, la primera en París, que le sitúa incluso por delante del mallorquín –18 años, 11 meses y 20 días cuando superó a Lars Burgsmüller en 2005– en lo que a premura se refiere. “Lo único en lo que me fijo es que este tipo de partidos me ayudan a crecer como jugador, a saber sufrir en la pista y aguantar mucho tiempo. No le doy mucha importancia a eso de ser más o menos joven; de hecho, cuando Rafa ganó aquí su primer partido, ganó el torneo, así que…”, rebaja ante los periodistas, enviando de nuevo el mensaje de que él pretende construir su propio camino, y de que Nadal solo hay uno.
El año pasado, se le resistió la recompensa de acceder al cuadro principal del major francés porque acusó en exceso los nervios en el primer compromiso clasificatorio, ante Aleksandar Vukic; no falló, sin embargo, a comienzos de este año en Australia, donde obtuvo su primera victoria en un Grand Slam (contra el neerlandés Botic Van de Zandschulp) y empezó a conocer los códigos de los grandes escenarios.
“Esperemos que sea la primera de muchas, me quedan muchos Roland Garros por jugar. Hoy le he ganado a un amigo, y eso no se puede olvidar”, dice en la conferencia telemática con los periodistas, mejorando poco a poco con el inglés y acostumbrándose a las cámaras; interactuando con naturalidad y ese perfil llano y humilde que resaltan desde su equipo, orgullosos todos durante el partido desde uno de los fondos, animándole sin parar: de Juan Carlos Ferrero, su preparador, a su agente, Albert Molina.
“¡Vamos, vamos!”, grita él con fuerza, expresivo cada vez que logra un punto meritorio o escapa de alguna situación de riesgo, porque Zapata le exige y le aprieta todo el rato. Pero sale airoso, enseña el puño y gesticula; estruja el puño y en su brazo derecho se inflan las venas y los músculos que con tanto empeño trabaja desde hace un año. “Llevo dos pretemporadas duras y me están ayudando muchísimo. Creo que he dado un salto enorme en el tema físico, y eso es muy importante para aguantar este tipo de partidos”, cuenta antes de rebobinar y recordar que con 12 años ya estuvo jugando en París, pero no en Roland Garros.
“Fue debajo de la Torre Eiffel. Recuerdo hasta dónde me alojé, fue muy especial, uno de los pocos viajes que hice fuera de España con esa edad. Tuve la oportunidad de venir a ver un partido en la [pista] Suzanne Lenglen, uno de Gasquet”, cierra ya como virtual 82º del mundo, tras brillar con luz propia en un día en el que también han progresado Pedro Martínez (6-4, 6-2 y 6-2 a Korda) y Jaume Munar (6-7, 6-1, 7-6 y 6-4 a Thompson). Por el contrario, la nómina femenina española se queda en blanco con las derrotas de Garbiñe Muguruza (6-1 y 6-4 ante Marta Kostuyk), Sara Sorribes (4-6, 6-4 y 6-4 contra Zheng) y Lara Arruabarrena (6-2 y 6-3 para Gracheva).
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