Pep y Tuchel ya han ganado
La final de la Champions entre el City y el Chelsea enfrenta a dos entrenadores que se admiran y que conocen a la perfección la parte ajedrecística del juego
Al City y al Chelsea les espera la gloria. Dos fortunas frente a frente, dos equipazos de autor, dos entrenadores que lo mismo te juegan un partido moviendo los vasos en una sobremesa, que dibujando en la pizarra las jugadas que se imaginan. Estrategas que se admiran y que conocen a la perfección la parte ajedrecística del juego. Sería apasionante conocer hasta dónde llevaron el análisis en las últimas tres semanas estos monstruos de la razón pura. Estudiaron hasta el más mínimo detalle para no dejarse sorprender y, seguramente, en algún momento se les encendió la luz y descubrieron el pequeño...
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Del dibujo a la realidad
Al City y al Chelsea les espera la gloria. Dos fortunas frente a frente, dos equipazos de autor, dos entrenadores que lo mismo te juegan un partido moviendo los vasos en una sobremesa, que dibujando en la pizarra las jugadas que se imaginan. Estrategas que se admiran y que conocen a la perfección la parte ajedrecística del juego. Sería apasionante conocer hasta dónde llevaron el análisis en las últimas tres semanas estos monstruos de la razón pura. Estudiaron hasta el más mínimo detalle para no dejarse sorprender y, seguramente, en algún momento se les encendió la luz y descubrieron el pequeño resquicio por donde pueden, a su vez, sorprender. Ese partido ya está jugado y los dos creen haberlo ganado. Pero, a partir de las ocho de la tarde, las fichas empezarán a moverse, a improvisar, a desequilibrar, a cansarse, a equivocarse, a distraerse. Empezarán a jugar. Y el fútbol volverá a ser fútbol.
El legado
Gloria al Atlético, gloria al campeón, que supo sufrir como le gusta a su historia, que supo sobrevivir como le gusta a su entrenador, que supo ganar contradiciendo el himno de Sabina. A cada club le acompaña una cultura y un prejuicio. En el Atlético es aquella pesante definición de pupas la que sigue corriendo por las venas de la institución. Por esa razón, el Atlético es un grande que no acaba de creérselo. En el festejo hubo todo lo que cabe en las explosiones de alegría: felicidad y alivio, pero también un deseo de venganza ante el destino. Sin embargo, tiene una plantilla estelar, una afición devota, un estadio espectacular y diez años de triunfos. Me quedó la percepción de que, en el imaginario, la Liga la ganó Simeone antes que el club. Como si solo el Cholo fuera capaz de ganarle a la fatalidad. Él cambió la historia, pero su gran legado será borrar el viejo trauma.
Conspiraciones por todos lados
Ramos, el dueño de la Selección si nos atenemos a los partidos jugados, se queda sin Eurocopa. No va a la Selección por culpa de la Selección. En la última convocatoria cometió la imprudencia de invitarse, cuando lo razonable hubiera sido aprovechar esos días para recuperarse de su lesión. Sumó partidos que le sirvieron para atacar el récord que le obsesiona, pero como su musculatura no estaba preparada, sufrió una nueva lesión que le impide ahora asistir a la Eurocopa, privando a España de su talento y personalidad. Hasta aquí la versión lógica, demasiado sobria para el territorio emocional del fútbol, que prefiere convertir cada decisión en una trama malvada de los enemigos de nuestro escudo. Estas teorías conspirativas son la prueba de que nuestro punto de vista es una mezcla de lo que vemos, lo que sentimos y lo que imaginamos. Un punto de vista que no es de fiar.
La fuerza de la lógica
En el Villarreal-Manchester el fútbol volvió a votar contra la Superliga. La vieja costumbre de lo imprevisible mantuvo a los neutrales con la boca abierta delante de la televisión, viendo como el equipo representativo de una ciudad de 50.000 habitantes desafiaba, hasta rendirlo, a una multinacional del fútbol. El del Villarreal es un caso de éxito empresarial que supo convivir con los vaivenes del fútbol y que supo entender que el producto no se llama marketing, sino fútbol. Tiene una cantera ejemplar, ficha respetando un estilo, y crece, ni más ni menos, que en la medida de sus posibilidades. La fuerza emocional del fútbol la aprovechó para convertir al Villarreal en un eje social de la ciudad y la provincia y, desde ayer, en un orgullo para España entera. En el Villarreal-Manchester el fútbol volvió a ser imprevisible. O no. No hay nada más previsible que ser premiado por las cosas bien hechas.
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