“¿Jugar al golf con láser? Están matando el arte”
El uso de un aparato para medir las distancias aviva el debate sobre la tecnología
“La mayoría de nosotros podía hacer una ronda de 65 golpes de 30 o 40 formas diferentes. Seve podía hacer 65 de 10.000 formas diferentes”. La frase de un histórico golfista como Nick Price es una de las decenas que recorren el libro Seve, His life through the lens (Su vida a través del objetivo), un completísimo álbum de las imágenes más icónicas de Ballesteros que David Cannon, el fotógrafo de la agencia Getty que mejor le retrató, ha editado con motivo del décimo aniversario de la ...
“La mayoría de nosotros podía hacer una ronda de 65 golpes de 30 o 40 formas diferentes. Seve podía hacer 65 de 10.000 formas diferentes”. La frase de un histórico golfista como Nick Price es una de las decenas que recorren el libro Seve, His life through the lens (Su vida a través del objetivo), un completísimo álbum de las imágenes más icónicas de Ballesteros que David Cannon, el fotógrafo de la agencia Getty que mejor le retrató, ha editado con motivo del décimo aniversario de la muerte del genio, el pasado 7 de mayo. La obra es un emotivo tributo del mundo del golf, sobre todo el británico, a un jugador de quien todos destacan su poderosa imaginación para el juego. Un estilo que ya no existe.
Este jueves comienza en Kiawah Island, en Carolina del Sur, el segundo grande de la temporada, el Campeonato de la PGA (de jueves a domingo de 19.00 a 1.00 en Movistar Golf), y frente al viento que amenaza, ante las dunas que llenan de trampas un recorrido de 7.200 metros, los golfistas no hablan de imaginación, sino de tecnología. Por primera vez, los jugadores podrán usar en una competición oficial del circuito un aparato láser para medir las distancias y, en teoría, acelerar así el juego, un problema, el de las rondas eternas de más de cinco horas, ante el que los rectores del golf quieren actuar para no perder audiencia joven. En un deporte que ha abierto la puerta continuamente a las mejoras tecnológicas (palos que son como cañones, bolas que vuelan cada vez más, todo tipo de artilugios para medir cada parámetro en los entrenamientos), el láser ha sido para algunos la gota que colma el vaso. “Es la mayor tontería que han podido hacer en un torneo del PGA, y sobre todo en un grande”, se queja Jon Rahm, número tres del mundo, 26 años. “Es algo que han hecho porque sí y sin preguntar a los jugadores. Para algo tenemos ya a los caddies y los libritos de distancias [las referencias que siempre han usado los golfistas para conocer cuántos metros hay desde su posición hasta la bandera, y según eso utilizar un palo u otro, imaginar un tipo de golpe u otro]. Yo soy un enamorado del golf e intento mantenerlo lo más puro posible. Intentar eliminar tanto el error humano en el deporte es hacerlo peor, es quitar el arte al golf”.
Algunos caddies y jugadores han venido utilizando el láser, el llamado rangefinder, en las rondas de prácticas del PGA. Se trata de una especie de pequeños prismáticos que detallan la distancia exacta hasta el hoyo. Otra herramienta más para llevar el deporte a una hoja de Excel en la que calcular hasta el más pequeño detalle, una corriente que el estadounidense Bryson DeChambeau ha simbolizado como uno de sus máximos defensores. “Esta tecnología está quitando totalmente la esencia del golf”, prosigue Rahm. “¿Qué más dará el láser? Si ya tenemos un libro, no va a acelerar nada el juego, pero nada. Si se creen que se va a jugar más rápido, no es así. Lo que sí me parece bien en un campo como este es que si te vas detrás de las dunas y no puedes ver muy bien, poder usar el láser para eso. Si las mediciones en la calle están tan lejos, ahí sí puede ayudar. Pero también creo que deberían quitarse los libritos de los greens. Hay muchas cosas que quitan la parte artística del golf y se está mecanizando demasiado el juego”. Todo lo contrario a lo que representaba Seve.
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