Piqué mantiene el invento
El central, que jugó infiltrado y que no pensaba llegar a la final, lidera la defensa sin flaquezas
Estas semanas se ha dado cuenta de lo que supone no jugar, no competir. Algo nuevo para Gerard Piqué (34 años), que durante su carrera solo había tenido una lesión grave en la cadera y apenas se perdió partidos porque le cogió con las vacaciones de por medio. Pero estas semanas han sido un martirio para el central, desesperado por las cotas de dolor que sufría, también porque al principio de la semana no se veía en el césped de La Cartuja. Pero Piqué jugó. Entre otras cosas porque como dijo en su día ...
Estas semanas se ha dado cuenta de lo que supone no jugar, no competir. Algo nuevo para Gerard Piqué (34 años), que durante su carrera solo había tenido una lesión grave en la cadera y apenas se perdió partidos porque le cogió con las vacaciones de por medio. Pero estas semanas han sido un martirio para el central, desesperado por las cotas de dolor que sufría, también porque al principio de la semana no se veía en el césped de La Cartuja. Pero Piqué jugó. Entre otras cosas porque como dijo en su día Griezmann, no hay nadie en el equipo que pegue un grito. “Él, Busquets, Messi y Alba nos ayudan dentro y fuera del campo”, señaló Mingueza a EL PAÍS. Necesarios, también, por su experiencia en un equipo donde muchos debutaban en una final copera como Dest, Mingueza, De Jong, Griezmann, Pedri... “Estoy muy feliz por el equipo, por los veteranos y por los jóvenes, que han ido saliendo y que en momentos de dificultad han dado la cara del equipo”, resumió Piqué desde el césped, después de ser bañado en champán por Busquets.
Koeman dudó durante la semana sobre qué sistema utilizar, si el sempiterno 4-3-3 de la escuela cruyffista instalado en el ADN azulgrana o el 3-5-2 que tan buen resultado le ha dado hasta que se topó con el Madrid. Se decantó por tres centrales, la mejor de las noticias para un Piqué que no podía hacer demasiados esfuerzos, por más que en el campo no diera síntomas de flaqueza, quizá en algún apoyo. Con dos jugadores a su lado, no debía hacer tantos esfuerzos ni cubrir tanto terreno, feliz por reducir los sprints y por volver a ser el mandamás de la línea, la voz que ordenaba al equipo. También en dar la salida del balón. Pero eso ya lo dijo Tito Vilanova, entonces segundo de Guardiola, en 2008: “Sin Piqué se nos caía el invento”. Por entonces, ni se lesionó ni se cayó nada en el equipo que logró el primer sextete de la historia. Esta vez, sin embargo, sí que pasó por la enfermería.
En noviembre, en el duelo ante el Atlético, sufrió un esguince en el ligamento lateral interno de la rodilla derecha y una lesión parcial del ligamento cruzado anterior. Tras valorar las opciones, decidió hacer un tratamiento conservador en vez de pasar por el quirófano. Y pareció ser mano de santo, porque acortó los plazos de la recuperación muy rápido, quizá demasiado. Más que nada porque no se quiso perder la eliminatoria europea ante el PSG y ya en la ida recayó.
Desde ese día, el dolor no le ha dado tregua a Piqué, pues un pase de más de cinco metros le suponía una odisea [durante el partido solo hizo un desplazamiento en largo]. Tan preocupado estaba que pidió varias opiniones —siempre con el consentimiento del club y con la respuesta de que es cuestión de tiempo— y para jugar ante el Athletic debió infiltrarse por quinta vez. La cuarta fue para intentar llegar al clásico, finalmente descartado, pero citado para que el rival no supiera quién tendría enfrente.
“Piqué estuvo convocado, pero llegaba justo para el Madrid, solo con tres entrenamientos”, apuntó Koeman, que siempre le ha mostrado su apoyo. Pero sí que vio una cartulina amarilla por protestar, por bajar al campo al acabar el encuentro en su función de líder y uno de los capitanes. Y ante el Athletic sí que se ató las botas. Y lo tenía claro, como desveló una conversación con Jordi Alba captada por la televisión tras caer en el clásico. “La Copa la ganamos seguro”, vaticinó al tiempo que el lateral mostraba sus recelos.
Ocurrió que Griezmann puso el lazo a un centro de De Jong y el holandés hizo lo propio con uno de Alba. Y Messi puso la guinda con dos dianas más para convertirse en el máximo goleador en la historia de las finales de la Copa, ahora con nueve (uno más que el legendario Zarra). En el área rival, Piqué celebraba la goleada, que su defensa no encajara gol alguno y la demostración de que, por el momento, mantiene el invento. Cuando le sustituyeron, el abrazo con Koeman entre risas y complicidad, a falta de 10 minutos y con el duelo cerrado, lo dejó más que claro. “Quizá no es la competición más importante, pero estas pequeñas victorias significan mucho”, cerró el 3.
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