Nadal se lleva un revolcón contra Rublev

El número tres paga una mala tarde con el saque y el revés, y cae contra el extraordinario ruso en los cuartos de Montecarlo: 6-2, 4-6 y 6-2. “No creo que haya que buscar excusas en la inactividad”, dice

Nadal, tras caer contra Rublev en Montecarlo.Jean-Francois Badias (AP)
Madrid -

El anochecer de Montecarlo viene acompañado de un sorpresón. Es el qué y el cómo, también el cuándo. Lo del porqué lo aporta directamente el talento rebosante de Andrey Rublev, que venía advirtiendo desde hace tiempo de que ahí, bajo esa melena pelirroja de diablillo, hay un formidable tenista que transita por el camino adecuado, así que cuidado. De momento, este viernes le dio un buen revolcón a Rafael Nadal en los cuartos del torneo del Principado: 6-2, 4-6 y 6-2, en 2h 32m. ...

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El anochecer de Montecarlo viene acompañado de un sorpresón. Es el qué y el cómo, también el cuándo. Lo del porqué lo aporta directamente el talento rebosante de Andrey Rublev, que venía advirtiendo desde hace tiempo de que ahí, bajo esa melena pelirroja de diablillo, hay un formidable tenista que transita por el camino adecuado, así que cuidado. De momento, este viernes le dio un buen revolcón a Rafael Nadal en los cuartos del torneo del Principado: 6-2, 4-6 y 6-2, en 2h 32m. El ruso, de 23 años y seguramente uno de los jugadores más en forma desde que se reanudara el circuito tras el parón forzado por la pandemia, firmó una extraordinaria victoria que le guio hacia las semifinales y derribó al rey de la tierra, extrañamente agarrotado durante varias fases del duelo.

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De entrada, a Nadal le costó entrar en el partido. Consciente del colmillo de Rublev, porque nadie disecciona a los rivales mejor que él, accedió a la pista tenso y la rigidez se palpó desde el primer juego, resuelto con cuatro errores y un paso en falso. Mala forma de empezar, maquillada pronto con un break en blanco que vino a ser un espejismo porque el chico de Moscú, con una bazuca en el brazo derecho y un repertorio técnico que ya lo quisieran muchos, impuso ese tenis vertiginoso que corta la respiración. No se sabe por dónde va a salir, frena o acelera cuando debe hacerlo y sus golpes encuentran líneas y ángulos con profundidad, como mandan los cánones. Todo se mezclaba: él florecía y Nadal se marchitaba.

Tiene el ruso un giro de muñeca seco, sabe buscar los contrapiés y fue acorralando a un adversario que se desordenó. La pulcritud de las dos rondas previas, frente a Federico Delbonis y Grigor Dimitrov, dos tentempiés, se fue por la gatera y los fallos con el revés y el servicio —cuatro dobles faltas en los tres primeros turnos, 7 en total— comenzaron a multiplicarse. Fue un mal día de Nadal, borroso desde el principio y enrabietado, reenganchado en la segunda manga gracias a una de esas reacciones tan típicas de él. Pocas veces se ausenta la épica, pero esta vez faltó una ración. Cuando Rublev lo tenía a su merced, se revolvió y ese set acabó liquidándose a empujones. En ese territorio, el español siempre es el más fuerte.

Nadal abortó primero cuatro bolas que hubieran significado el 4-1 y saque para el moscovita, que también dispuso de otra para el 5-2 con el servicio a su favor; a la inversa, encajó cuatro juegos y se llevó un sopapo anímico monumental. De repente, todo se puso en contra de Rublev: tierra, Nadal, un buen puñado de trenes perdidos. Ocurre que el campeón de 20 grandes continuó torcido (“¡pero qué haces, qué haces!”, se reprochaba) y que él se repuso con toda la entereza del mundo, sin pestañear, con determinación; frío y cortante en la réplica para poner la directa tras el espectacular enredo en el arranque del tercer set: de rotura a rotura, y a partir de ahí, un monólogo del tenista que mejor registro ofrece este curso. 23 triunfos y 5 derrotas de Rublev.

Tutorizado por el español Fernando Vicente y residente en Barcelona, de ahí que no extrañe en absoluto la arcilla, tiene mucho que decir a corto plazo. El crecimiento físico y mental es un hecho —el día previo se había dado un palizón contra Roberto Bautista—, la creatividad viene de serie y los resultados lo atestiguan: cuatro títulos (Hamburgo, San Petersburgo, Viena y Róterdam) desde septiembre. Mientras, Nadal, que llegó al Principado con solo cinco partidos en las piernas y tras dos meses sin competir, deberá remontar el vuelo en el Godó después de caer en uno de sus escenarios fetiche, donde Novak Djokovic descarriló el primer día contra Daniel Evans.

Así que, tras el petardazo de Hubert Hurkacz sobre el asfalto de Miami, Montecarlo alumbrará un nuevo campeón de un Masters 1000. Este sábado se medirán en las semifinales Rublev y Casper Ruud (6-4 y 6-3 a Fabio Fognini), por un lado, y Daniel Evans (5-7, 6-3 y 6-4 a David Goffin) y Stefanos Tsitsipas (retirada de Alejandro Davidovich, lesionado) por otro.

“ES DE ESOS DÍAS QUE ERES UN DESASTRE”

Autocrítico, Nadal incidió en el saque y en el revés como dos aspectos clave. “Me faltó sacar normal, ni siquiera bien. Eso me sugestionó todo el juego, porque sólo pensaba en sacar bien y no en jugar. Estaba demasiado concentrado en sacar bien. Luché, pero él lo ha merecido. Perdiendo tantas veces el servicio [7] es imposible ganar”, lamentó.

El balear desligó la derrota del parón competitivo de los últimos dos meses, entre Australia y esta semana. “No creo que haya que buscar excusas en la inactividad”, dijo; “había hecho una preparación de nivel y me sentía preparado para ganar este torneo, pero he tenido un día malo cuando no tocaba”.

Y continuó: “No había tenido ningún problema en los entrenamientos, pero es de esos días que eres un desastre. Han sido un cúmulo de circunstancias malas. Espero que haya sido algo aislado, porque creo que estoy cerca de jugar a un gran nivel”.

El español elogió a Rublev y remató la comparecencia haciendo hincapié en los problemas con el saque, con el que obtuvo un discreto 56% de puntos con los primeros y un 42% con los segundos. “No me he quedado sin gasolina. Había hecho lo más complicado y parecía que las cosas habían cambiado, pero empecé los tres sets con break abajo y en el tercero me lo volvió a hacer tras igualar. Son muchas bofetadas ante un gran jugador”, cerró Nadal.

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