El Viñales más paciente se impone en el Gran Premio de Qatar
El piloto de Yamaha gana la primera carrera del año ante las Ducati de Zarco y Bagnaia, impulsados por la velocidad punta de la moto italiana
Maverick Viñales bordó a la perfección su plan. En una carrera limpia, sin sustos, ni bravuconadas; sin toques, ni accidentes, se impuso la indolencia del nuevo Mack, que ya no pierde los nervios. Sí siente, pero no padece. Porque parece vivir en estado de gracia desde que se casó y escuchó los latidos del corazón de su futura hija, Nina. Logró, con paciencia y un fino vuelta a vuelta, imponerse a las velocísimas Ducati, pura potencia en esa recta de poco más de un kilómetro que corona el circuito de Losail. Ni Zarc...
Maverick Viñales bordó a la perfección su plan. En una carrera limpia, sin sustos, ni bravuconadas; sin toques, ni accidentes, se impuso la indolencia del nuevo Mack, que ya no pierde los nervios. Sí siente, pero no padece. Porque parece vivir en estado de gracia desde que se casó y escuchó los latidos del corazón de su futura hija, Nina. Logró, con paciencia y un fino vuelta a vuelta, imponerse a las velocísimas Ducati, pura potencia en esa recta de poco más de un kilómetro que corona el circuito de Losail. Ni Zarco ni Bagnaia, que flirtearon con el triunfo, pudieron resistir, pese al poderío del motor de la Desmosedici, la carrera perfecta de Viñales, ganador en la primera cita del año.
Se alzó Viñales victorioso en el Gran Premio de Qatar cuatro años después de aquella primera carrera que disputó con una Yamaha, en 2017. Se las prometía muy felices entonces, al inicio de un Mundial que lideró durante semanas —logró tres triunfos en cinco citas— antes de que todo se complicara sobremanera.
Nunca quedó muy claro si la culpa del mal rendimiento de la M1 la tuvieron los neumáticos Michelin, tan inestables e impredecibles, los tropecientos chasis que fabricaron los ingenieros japoneses o ese motor que les dejó tirados en más de una ocasión en la temporada pasada. Pero Viñales ha dejado de dudar para empezar a correr. Y a ganar.
A su regreso a Qatar este mes de marzo no le pilló por sorpresa al de Roses esta Yamaha rebelde, que hace siglos que ya no es dulce como la seda, ni aborda las curvas como si se deslizara por raíles. El español ha pasado más de tres años intentando entender qué fallaba hasta que ha asumido que no le queda otra que dominar a la bestia. Y quererla como es.
Hoy la M1 por fin responde, ahora que el que la monta la exprime al máximo, y aunque nadie sabe a ciencia cierta si el método servirá para todos los circuitos y toda una temporada con 19 carreras previstas. La tan cacareada falta de agarre que dejaba casi inútiles a las Yamaha no mermó a Maverick esta vez. Y cree él que puede haber encontrado la solución.
”Habrá que tirar mucho”, resumía Viñales cuando se le preguntaba un día antes por la estrategia para la carrera, la primera de la temporada. Salía el catalán desde la segunda posición de la parrilla y su objetivo no era otro que forzar la carrera, para intentar romper la baraja y reducir la nómina de aspirantes en un fin de semana en que los tiempos se midieron al milímetro.
No era mal plan, pero tampoco era fácil la ejecución. Adelantó a Zarco a falta de once vueltas y se colocó segundo, a rueda de Bagnaia, el hombre de la pole, a quien cazó dos giros más tarde. Y se escapó. En solo una vuelta sacó más de medio segundo. Y dobló la distancia en las dos siguientes. Ya no tuvo rival.
Sabía el piloto que las salidas siguen sin ser su fuerte ni el de su moto, por muchas pruebas que se esforzara en hacer durante los entrenamientos. Pero se repuso a las posiciones perdidas en las primeras vueltas. Con paciencia. Fiado al rendimiento de su Yamaha en la última parte del trazado catarí, que encadena tres curvas a la derecha propicias para ganar metros antes de superar la 16ª curva final y enfrentarse a una recta en la que las Ducati se convertían en cohetes.
No llegaron las Desmosedici a los 362,4 kilómetros por hora que alcanzó Zarco un día antes, pues para competir ni necesitaban de tantos caballos ni lo hubiera soportado la moto en un trazado tan exigente con el consumo de combustible y en una carrera que tanto destruye los neumáticos. Pero aun así eran imbatibles en la recta. No tiene que explicárselo nadie a Joan Mir, que llegó a las últimas curvas en segunda posición y acabó fuera del podio ante el empuje de Zarco y Bagnaia tras el último rebufo.
Fue la carrera del campeón del mundo de 2020, Mir, otra prueba de menos a más, aunque el remate final resultara inalcanzable y se quedara sin premio. Las posiciones ganadas en las curvas de Losail y la distancia conquistada al salir de ese 16º viraje se le escurrió en apenas 20 segundos.
La remontada de Mir
El de Suzuki había remontado desde la décima posición de la parrilla —todavía debe mejorar su rendimiento durante la sesión de clasificación de los sábados— hasta la cuarta a falta de cinco vueltas para el final. Y siguió intentándolo. Pues así fue como ganó el título el año pasado, con remontadas y grandes finales de carrera.
A tres vueltas para terminar, el mallorquín adelantó a Bagnaia, aunque su moto no rueda todavía con la dulzura con que lo hacía en 2020. Y esperó a las últimas curvas para imponerse a Zarco entre la 15ª y la 16ª curva. Dar gas a tope en esos metros finales no le sirvió de nada. Las Ducati están en otra dimensión cuando solo se mide la velocidad punta como ocurre en un final de carrera como el de Qatar.
La victoria de Viñales contrastó con el final de carrera de Quartararo, que fue perdiendo fuelle en los últimos kilómetros para terminar finalmente quinto. Sexto fue Alex Rins, que se descolgó de la pelea por el podio justo en el momento en que su compañero de equipo, Mir, le ganaba la cuarta plaza a cinco vueltas del final.
Pedro Acosta debuta con podio en Moto3 a los 16 años
Cuando el viernes, primer día de los entrenamientos oficiales del Gran Premio de Qatar, Pedro Acosta acabó la jornada inaugural con el mejor tiempo de la parrilla de Moto3, nadie pensó que el chico acabaría el fin de semana en el podio. Acosta, de 16 años y natural de Mazarrón (Murcia), debutó ayer con un segundo puesto en el campeonato del mundo. Una hazaña que no lograron antes ni Valentino Rossi (sexto en su debut) ni Marc Márquez (18º). El de Acosta es el mejor resultado de un rookie desde el segundo puesto de Romano Fenati en 2012, también en el circuito de Losail. El italiano también debutaba aquel año y también tenía 16 años. El debut más espectacular, fue, sin embargo, el de Can Oncu, que ni siquiera era piloto oficial de Moto3 cuando se estrenó como wild card en la última carrera del año, en Valencia, a los 15 años. Ganó. Fue la victoria más precoz en el Mundial.
Hoy, la sensación es Pedro Acosta, que lleva años impresionando al público español en los circuitos que acogen competiciones monomarca para principiantes. En 2019 debutó en la Red Bull Rookies, el campeonato para los mejores talentos en Europa, y en 2020 fue campeón pese a sufrir una fractura en la pierna a principios de año.
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