Celta y Athletic se anulan
Empate sin goles, fútbol ni pasión entre dos rivales que no exponen lo suficiente para acercarse a puestos europeos
El sexto partido disputado por orden cronológico en la jornada acabó con el tercer empate sin goles, firmado entre dos equipos que quieren y no pueden acercarse a puestos europeos, con demasiados problemas como para llegar a esas cotas, con demasiado talento como para irse más abajo. Celta y Athletic se sumaron a la realidad de este chato campeonato y depararon en Balaídos un partido engañoso, una liza que desde el punto de vista lúdico podía parece...
El sexto partido disputado por orden cronológico en la jornada acabó con el tercer empate sin goles, firmado entre dos equipos que quieren y no pueden acercarse a puestos europeos, con demasiados problemas como para llegar a esas cotas, con demasiado talento como para irse más abajo. Celta y Athletic se sumaron a la realidad de este chato campeonato y depararon en Balaídos un partido engañoso, una liza que desde el punto de vista lúdico podía parecer amena, entregada al continuo transitar entre ambas áreas. Pero que, a la postre, fue un duelo que no acabó de romper. Le faltó emoción al partido, ese valor intangible que convierte al fútbol en vitamina pasional.
Faltó alimento. Todos acabaron con hambre por más que la mesa pareciese bien servida. En la suma final resultó que el Celta tiró tres veces entre palos y apenas una el Athletic, estadísticas complicadas de imaginar cuando el partido empezó pleno de ritmo, sin riendas. Fue un espejismo. Prevaleció el ajedrez táctico, esa pizarra en la que se construye la salida de balón, la presión al rival, las acciones a balón parado, ese espacio en el que el fútbol entrega su imaginación a la previsión. Nadie debió de ganar. Al menos, hubo justicia.
En esa puesta en escena engañosa, el Athletic buscó a Villalibre y Berenguer y encontró a una dupla atacante que parecía tener soluciones. Ambos hicieron honor a sus motes. El primero ejerció de búfalo, arremetió contra la zaga para generar incendios entre los centrales rivales y abrir espacios a sus compañeros; el segundo fue un pollito, allí y acá, bullidor, picando por todos lados. Juntos pudieron encontrar el gol, pero no aprovecharon sus opciones, en especial Berenguer tras una conducción que culminó en el área tras una pared con su compañero.
También dejó pasar el Celta sus momentos, sin último pase, por más que Iago Aspas jugase más en búsqueda de ese fútbol que del remate. No marca el capitán celeste, pero no deja de ser el alma de su equipo. También el que marca su nivel. Si lo baja, se caen los demás. Denis Suárez y Brais Méndez, por citar a dos de sus socios, pasaron de puntillas por el partido.
Con todo atrancado llegó la búsqueda de soluciones. Marcelino llamó primero a Muniain y después a Williams. A ambos los había dejado en la reserva seguramente tras atender al exigente calendario que se le echa encima a su equipo. Buscó su impulso, pero se topó con un Celta que, por una vez, no dio concesiones, que buscó su revulsivo con Solari y Ferreyra, pero que se quedó, como su rival, a cero en un choque decepcionante, sin fulgor ni emotividad. Un cóctel perfecto para disipar el interés hasta de los más apasionados.
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