El Valladolid se deja dos puntos ante el Celta en la última jugada del partido
Un gol a la desesperada de Murillo rescata un empate para el equipo gallego, que mostró una de sus peores versiones
Cuando nada sobra, lo poco que se pierde duele. Dañado se marchó el Valladolid de Balaídos, con un empate que hubiese firmado durante gran parte del partido, que quizás fue un resultado justo en una liza que durante bastantes de sus tramos fue infumable. Pero después de siete jornadas sin ganar el cuadro pucelano estaba en la orilla de la victoria. Apenas a medio minuto de alzar los brazos. Tuvo que bajarlos porque no supo defender un balón frontal al área, un último intento desesperado del Celta por arreglar su d...
Cuando nada sobra, lo poco que se pierde duele. Dañado se marchó el Valladolid de Balaídos, con un empate que hubiese firmado durante gran parte del partido, que quizás fue un resultado justo en una liza que durante bastantes de sus tramos fue infumable. Pero después de siete jornadas sin ganar el cuadro pucelano estaba en la orilla de la victoria. Apenas a medio minuto de alzar los brazos. Tuvo que bajarlos porque no supo defender un balón frontal al área, un último intento desesperado del Celta por arreglar su desaguisado. El central Murillo conectó un testarazo sobre la bocina y cada equipo sumó un punto, pero la sensación generalizada es que el Valladolid se dejó dos.
El epílogo tuvo más sustancia que la hora y media anterior, tiempo en el que prevalecieron imprecisiones e interrupciones. El juego fue premioso, gobernó la exuberancia de los encargados de destruirlo sobre el talento de quienes querían armarlo. Se rascó bastante donde había que generar fútbol. Al descanso el Valladolid tenía a sus dos delanteros amonestados, pero había conseguido desactivar al Celta, incapaz de rematar entre palos. A veces los números explican el fútbol. En la cuenta final la posesión de la pelota se perdió en 296 ocasiones, si se suman los errores de los dos equipos, apenas un tercio de esos errores sucedieron porque el rival recuperó la pelota. El partido murió después de que se señalasen 40 faltas.
Todo fue tan pobre que un gol pareció un tesoro. Lo obtuvo el Valladolid mediada la segunda parte. Sucedió un alarde: Roque Mesa rompió líneas con una conducción e incendió la zaga del Celta, que tuvo que derribarle. Weissman siguió la acción y el árbitro estuvo vivo para no cortarla. El meta Rubén Blanco sacó como pudo el remate del delantero israelí, pero Orellana empujó a la red.
El Celta no articuló respuesta futbolística alguna. Es más, en desventaja, si cabe, aun jugó peor. Antes del gol pudo marcar en un libre directo que Iago Aspas estrelló en la cruceta. Fue el único haz de luz del equipo de Coudet en el partido. Hasta que llegó Murillo y solucionó un problema porque la derrota hubiese obligado al Celta a mirar hacia abajo. Visto lo visto tampoco debería dejar de hacerlo. En ello anda el Valladolid, que pese a sumar a domicilio se quedó con la sensación de estar en la lona. “El fútbol nos está penalizando muchísimo, el resultado te hunde, te pega otro golpe. Pero nos hemos levantado muchas veces”, explicó su técnico Sergio González antes de irse de Vigo. Ahora afronta dos duelos vitales ante Getafe y Osasuna para evitar que el equipo se instale en la retaguardia de la clasificación.