El Chelsea acobarda al Atlético
Un gol de Giroud derrota a los rojiblancos, que pagan el conservador plan de Simeone pese a una alineación titular plagada de talento
Un Atlético acobardado, sin más plan que guardar su portería a cero y rascar algo a la contra, salió de su exilio forzoso en Bucarest raquítico, emitiendo señales de un empequeñecimiento que no había dado en este curso. Fue castigado solo con un gol, pero el equipo de Simeone perdió por inferioridad manifiesta de la pizarra de su entrenador. No le salió nada, pese al lustre del once con el que se plantó. La idea, por timorata, ...
Un Atlético acobardado, sin más plan que guardar su portería a cero y rascar algo a la contra, salió de su exilio forzoso en Bucarest raquítico, emitiendo señales de un empequeñecimiento que no había dado en este curso. Fue castigado solo con un gol, pero el equipo de Simeone perdió por inferioridad manifiesta de la pizarra de su entrenador. No le salió nada, pese al lustre del once con el que se plantó. La idea, por timorata, no conjugó con los nombres que alineó el técnico argentino. Jugó el Atlético a algo que parecía haber desterrado. Simeone volvió a entregar el dominio de la pelota y el territorial y salió trasquilado por un equipo que bajo la dirección de Tuchel jugó con autoridad. Valiente, sin rehuir el peso que le entregó su temeroso rival. Ganó bien y dejó la eliminatoria franca para la vuelta de Londres. Allí, el Atlético deberá mostrar una cara más ambiciosa. Lo de esta vez fue una involución inesperada por la trayectoria que llevaba en lo que va de temporada.
Desde la alineación pareció que Simeone se descamisaba metiendo a todos los grandes talentos de los que disponía. Lemar, Correa y João Félix sonaban a una apuesta decidida por la finura, la imaginación y el desborde. No fue así. Lemar fue carrilero izquierdo y Correa completaba a la hora de defender una línea de seis para cerrar con Llorente el flanco derecho y el descarado repliegue de Atlético en campo propio. Simeone le puso el mono de trabajo a un once al que en principio parecía sentarle mejor el frac.
Tuchel sí se partió la camisa de verdad, por alineación y estilo. Siguió condenando a Kanté para no romper la pareja Kovacic-Jorginho y poder meter dos delanteros, Giroud y Timo Werner. Una boya con oficio y un satélite por delante de Mount. La alineación de Hudson-Odoi en vez de James también fue otro canto del preparador alemán al ataque.
Entre lo que Tuchel ha empujado a su equipo a jugar en campo contrario desde que tomó las riendas del Chelsea y lo que se acobardó el Atlético, el primer acto se jugó en territorio rojiblanco. Con Jorginho y Kovacic nucleando las circulaciones y Hudson-Odoi y Mount intentando afilarlas intuyendo la fragilidad defensiva de Lemar. La amarilla que vio Mount, que le impedirá jugar en Londres, será un alivio para Simeone y sus futbolistas. Con 19 años, el chico tiene metido en la cabeza y en los pies cómo hacer daño combinando o limpiando rivales con el regate. La misma suerte corrió Jorginho. Otro respiro porque el brasileño fue el jefe del partido. De esa superioridad con la pelota el Chelsea solo apuró a Oblak en un zapatazo escorado de Werner.
Sin volumen ofensivo
El Atlético se quedó en sus escasos intentos de rascar algo en las pocas veces que se decidió a robar arribar. Pudo hacerlo en el arranque cuando Saúl interceptó un mal control de Mendy, pero el regate se le fue largo. Lemar también rozó el gol cuando Luis Suárez ejerció de listo de la clase al birlarles la pelota en la línea de fondo a Rüdiger y Christensen. Su centro solo pudo contactarlo el francés en el segundo palo. Suárez también merodeó el gol en un centro de Lemar nacido de una prolongación de cabeza de Saúl que el propio charrúa abrió para el galo. Todo lo que hizo el Atlético en ataque quiso ser vertical, de poco trámite. Un plan que alimentaba poco a João Félix, a Correa y a Lemar. Y menos a Luis Suárez. Por momentos se les vio hundidos en las inmediaciones del área de Oblak. Eso de que el fichaje del uruguayo había propiciado acercar más al equipo al área contraria pasó a mejor vida. El acobardamiento del Atlético sesgó cualquier posibilidad de generar un volumen de juego ofensivo suficiente. Lo poco que pesaron Koke y Saúl con la pelota también fue otra señal de ese equipo achantado, que se encomendó a jugar con la portería a cero y los 180 minutos que dura una eliminatoria. Un plan muy de Simeone que terminó por irle mal en el primer envite. Una propuesta decepcionante para un equipo que hasta hace poco comandaba la Liga por ambición y autoridad. Se encogió su entrenador y lo pagó.
No hizo ademán de cambiar nada el técnico rojiblanco en el segundo tiempo, entregado a ese planteamiento que apuntaba más a Londres que a la cita de Bucarest. Ni jugó en su casa el Atlético ni tampoco se desplegó como si lo hiciera.
El Chelsea siguió a lo suyo. Mandón y sibilino para hacer las faltas que creía convenientes para evitar las transiciones rápidas. Y encontró su premio en el gol de Giroud. El nueve francés enganchó una chilena de un rebote de Mario Hermoso que el VAR detectó para corregir la decisión previa del colegiado de anular el tanto por fuera de juego. Faltaban poco más de 20 minutos y el gol pareció aguijonear algo a los futbolistas de Simeone, que aún no había movido el banquillo. Poco duró esa efervescencia. La entrada de Kanté y Ziyech le dio al Chelsea oxígeno y más control del balón. Suficiente para ganar un partido que fue a buscarlo con más ambición y decisión que su acobardado rival.