Osaka, el eslabón que faltaba
La japonesa, citada con Brady por el título, se perfila como heredera de Serena gracias a su tenis demodelor, proyección comercial y carisma fuera de las pistas. Apunta a su cuarto Grand Slam
¿Qué hacer después de tumbar a una leyenda como Serena Williams y conseguir el pase a una final de un Grand Slam, la segunda en Melbourne y la tercera de una carrera que, de ganar hoy la final contra Jennifer Brady, empezaría a pintar a algo más que serio? Para Naomi Osaka, la respuesta es sencilla: aprovechar las cámaras para enviar un mensaje a un familiar.
“¡Mari, deja de mandar imágenes raras al chat grupal...
¿Qué hacer después de tumbar a una leyenda como Serena Williams y conseguir el pase a una final de un Grand Slam, la segunda en Melbourne y la tercera de una carrera que, de ganar hoy la final contra Jennifer Brady, empezaría a pintar a algo más que serio? Para Naomi Osaka, la respuesta es sencilla: aprovechar las cámaras para enviar un mensaje a un familiar.
“¡Mari, deja de mandar imágenes raras al chat grupal!”, estampó la japonesa, de 23 años, nada más batir a la todopoderosa Williams, que afronta su fase crepuscular y más pronto que tarde dejará un gigantesco boquete en un circuito que demanda ya desde hace tiempo, demasiado, una sustituta que releve a la referente de los 22 últimos años, cuando la norteamericana comenzó a ganar. Retirada Maria Sharapova y en declive Serena, el tenis femenino se retuerce en busca de símbolos que enganchen al aficionado y también a los patrocinadores. Y por ahí se eleva con fuerza Osaka, aquella adolescente que deslumbró hace tres años en Nueva York, derribando a su icónica amiga, y que ahora levanta la mano postulándose, sin miedo, firme. No es tarea fácil, pero se adivina una heredera. El tiempo lo dirá.
De momento, Osaka amanecerá este sábado (9.30, Eurosport) con la posibilidad de anotarse su cuarto Grand Slam y mantener una cadencia importante. Se abrió paso en el US Open de 2018, continuó en Melbourne al año siguiente y el curso pasado se hizo con la silenciosa edición de Nueva York. Es decir, va a major por temporada. Lo contemplan con satisfacción los jefes de la WTA, el organismo que gestiona el circuito femenino. Pedían a gritos un eslabón que suavizase el decaimiento progresivo de Williams y la nipona cumple desde todos los ángulos: el deportivo, el comercial y el de los intangibles. Seduce jugando y factura como nadie. La gente la quiere.
Osaka tiene detrás una historia jugosa. Hija de un haitiano y una japonesa que tuvieron que emigrar del país asiático a los Estados Unidos por racismo, se ha erigido en una convencida activista. “Antes que tenista soy una mujer negra”, ha dicho más de una vez. Tras el asesinato de George Floyd a cargo de un policía, se desplazó a Minneápolis para unirse a las marchas de protesta y luego alzó la voz con un artículo en la revista Esquire. También fue portada de Time (“La nueva revolución americana”) y desfiló por el último US Open con los nombres de víctimas negras en las mascarillas que lucía.
Desde el prisma económico, la multinacional IMG ha conseguido elevarla a los altares, hasta el punto de que el último informe de la revista Forbes reveló que actualmente es la deportista mejor pagada del planeta. Con unos ingresos de 34,2 millones anuales, supera en 1,4 a Williams. La actual número tres del mundo es todo un filón, especialmente entre los más jóvenes. Sus asesores han diseñado un sofisticado entramado de sponsorización asociándola con un estilo y unas marcas que atraen a la generación Z. Su timidez, su forma clara de pronunciarse y su frescura tienen un tirón inigualable hoy día, conforme crece su marca y también su dimensión como tenista.
Después de una eclosión salvaje, se perdió durante un tiempo y luego volvió a revitalizar su juego. Alcanzó la cima del ranking y tras algunos devaneos volvió a enfocarse y las rivales la temen. “Cuando fui la número uno, sentía que tenía que hacer algo más que el resto”, recordaba estos días. “Sentía que tenía que hacerlo como lo hace Federer y los otros dos grandes, o como lo ha hecho Serena durante tanto tiempo, pero me presioné demasiado. Parecía que tenía que ganar o ganar siempre. Era algo así como yo contra el mundo, y cuando estás ahí debes superar ese sentimiento”.
En la pista, Osaka cada día se reafirma más como una jugadora sumamente agresiva, que acostumbra a controlar y a resolver los puntos con la cifra mínima de golpes. “El tenis femenino tiene una nueva jefa. Es realmente carismática, apenas tiene debilidades y todavía puede mejorar. Juega como lo hacen las campeonas”, sentenció esta semana en el canal Eurosport la belga Justine Henin, exnúmero uno y ganadora de siete grandes. “Quería ser la primera japonesa en ganar un Grand Slam, esa era mi meta cuando empecé; luego aparecieron otras barreras que romper y ahora siento que el propósito de mi viaje es diferente. Quiero hacer historia”, dice sin transmitir vértigo, con ese tono suave que la caracteriza.
Ante la guerrillera Brady (24ª en la lista mundial, novel en un partido así), puede dar un nuevo paso.