El Levante se impulsa a cuartos
El equipo de Paco López supera con claridad al Valladolid en un encuentro disputado sin entusiasmo por ambos conjuntos
Hay equipos a quienes parece sobrarles la ilusión que genera la Copa del Rey, sin ganas de hazañas mientras las aficiones, yermas de alegrías en tiempos oscuros, sueñan con el barniz copero. Real Valladolid y Levante saltaron a Zorrilla como si la consumición importante se la jugaran el fin de semana, que también, y este sorbo fuese más bien un estorbo. Esta inicial falta de ambición se tradujo tanto en chispazos de talento como en errores. Primero, Toni Villa se infiltró astutamente entre la zaga visitante y, con un remate con la punterita entre las piernas del portero, ese caño tan doloroso,...
Hay equipos a quienes parece sobrarles la ilusión que genera la Copa del Rey, sin ganas de hazañas mientras las aficiones, yermas de alegrías en tiempos oscuros, sueñan con el barniz copero. Real Valladolid y Levante saltaron a Zorrilla como si la consumición importante se la jugaran el fin de semana, que también, y este sorbo fuese más bien un estorbo. Esta inicial falta de ambición se tradujo tanto en chispazos de talento como en errores. Primero, Toni Villa se infiltró astutamente entre la zaga visitante y, con un remate con la punterita entre las piernas del portero, ese caño tan doloroso, sonrió.
La sorpresa del tanto, inesperado en un encuentro que trascurría tan pancho, como si nada, pronto se igualó. Bardhi, listo como él solo y tirador de faltas como el mejor, aprovechó que el Pucela no colocó a nadie a ras de suelo para colar bajo la barrera un sibilino balón que paralizó a Roberto. Empate justo por méritos y deméritos. Puestos a errar, otro fallo antes del descanso. Villarrasa cedió atrás, blandito. Joaquín asumió que todo iría bien, Roberto se confió, Malsa aprovechó el regalo y dejó a los blanquivioletas alelados, como si descubrieran entonces que aquí nadie perdona.
Varias paradas de Roberto precedieron el acierto de Coke tras el asueto. El sonrojo espabiló al Valladolid y Weissman, de profesión goleador, convirtió un envío de Orellana. Le tocaba a Cárdenas desempolvar sus guantes, que hasta entonces solo le guardaban del frío, para amargar a Hervías y Alcaraz. Fue este quien, al tratar de reventarla en un despeje, cometió un absurdo penalti que espantó cualquier amago de remontada.
Morales acertó y comandó a los levantinistas hacia la victoria ya con mucha más tranquilidad. Sergio miraba desde la banda cómo aquello de “hacer lo imposible” para superar la eliminatoria que pregonó en la previa se quedaba en el intento de sus jugadores.
El resultado del viernes ante el Huesca en la competición liguera dictaminará si al menos queda ligeramente compensado el disgusto de la Copa para el Valladolid. Los de Paco López, mundos opuestos, degustan un brindis y la impagable invitación a soñar de cara a los cuartos de final.