Carlsen sufre mucho, pero iguala ante Nakamura

El noruego se impone en el desempate relámpago (3,5-2,5) de la 2ª manga tras perder la 1ª (0,5-2,5)

Magnus Carlsen, durante el Mundial de Londres 2018David Llada/Chess24

La ambición, quizá desmedida, de Magnus Carlsen, ha estado a punto costarle muy cara en la 2ª manga contra el estadounidense Hikaru Nakamura. El escandinavo se ha impuesto en la 2ª partida del desempate relámpago y deja el marcador igualado tras dos duelos en la Gran Final del circuito rápido por internet (Chess24) que lleva su nombre y se juega al mejor de siete. El 3º está previsto para este domingo.

“Mi elección de apertura en las partidas primera y tercera no han sido las mejores”, reconoció Carlsen con su sinceridad habitual dos minutos después de ganar el desempate relámpago. Es u...

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La ambición, quizá desmedida, de Magnus Carlsen, ha estado a punto costarle muy cara en la 2ª manga contra el estadounidense Hikaru Nakamura. El escandinavo se ha impuesto en la 2ª partida del desempate relámpago y deja el marcador igualado tras dos duelos en la Gran Final del circuito rápido por internet (Chess24) que lleva su nombre y se juega al mejor de siete. El 3º está previsto para este domingo.

“Mi elección de apertura en las partidas primera y tercera no han sido las mejores”, reconoció Carlsen con su sinceridad habitual dos minutos después de ganar el desempate relámpago. Es una frase importante porque incluye una autocrítica implícita a su carácter, y concretamente a una ambición desbocada.

Como casi todos los campeones muy dominantes de cualquier deporte, Carlsen es un maximalista (también lo eran Fischer, Kárpov y Kaspárov): no se conforma con ser el mejor, sino que quiere serlo en todas las modalidades, facetas y circunstancias. El noruego fue la ‘bestia negra’ de Nakamura durante muchos años en las partidas lentas -el estadounidense ganó por primera vez a Carlsen en la Final de Maestros de Bilbao de 2016 después de trece derrotas consecutivas-, pero el balance está mucho más igualado en los torneos rápidos, como este. Por tanto, la prudencia indicaba que, contra Nakamura en concreto, el campeón debería volver a su estilo de hace tres años, posicional, muy tranquilo y técnico, a veces aburrido, porque su rival se siente feliz cuando el tablero es un tremendo lío.

Pero un maximalista tiende a huir de ese tipo de planteamiento pragmático, porque lo siente como una concesión al enemigo, un reconocimiento de que, en ciertos terrenos, ambos son más o menos igual de buenos. De modo que Carlsen repitió con negras en el asalto inicial la misma (muy compleja) apertura de una partida de ayer en la primera manga, que él perdió, y cambió su octava jugada.

No funcionó. Nakamura dio en todo momento la impresión de que entiende mejor ese tipo de lío, donde las ventajas materiales pueden ser más o menos importantes que conceptos como dinamismo, iniciativa, armonía y ataque, porque el diagnóstico depende de factores dinámicos y resbaladizos, como si un determinado peón puede mantenerse vivo o no durante largo tiempo. Carlsen atacó como un loco, le podría haber salido bien frente a otros rivales, pero no contra el durísimo Nakamura, quien volvió a tumbarlo.

Hikaru Nakamura, durante un torneo de ajedrez 960 el año pasado en el Club de Ajedrez de San Luis (Misuri, EEUU)Saint Louis Chess Club/Lennart Ootes

Era un momento psicológicamente muy delicado para el noruego: derrotado por segunda vez en dos días con blancas y en la misma variante. Carlsen necesitaba un empate balsámico con negras, y lo obtuvo con muy poco trabajo y solo catorce jugadas en el segundo asalto, porque Nakamura entendió que mantener su ventaja en el marcador a falta de dos partidas también era bueno para él. Semejante desenlace en un torneo lento hubiera rozado el escándalo y provocado grandes protestas de los aficionados, pero el formato que la pandemia ha puesto de moda tiene esta ventaja, entre otras.

Carlsen era consciente de que si no ganaba la siguiente partida con blancas, hacerlo con negras en la cuarta sería mucho más difícil. De modo que eligió un planteamiento que recuerda al de Kaspárov ante la última partida del Mundial de Sevilla 1987 contra Kárpov, que necesitaba ganar a toda costa para mantener el título: escuela hipermoderna, las blancas no ocupan el centro con peones, lo atacan desde lejos con piezas, nada de cuerpo a cuerpo… en principio.

Pero Nakamura tentó al campeón, invitándolo a entrar en una posición abierta con enroques en flancos opuestos. Carlsen aceptó el reto, abrió el centro de golpe y quedó peor, si bien Nakamura omitió una continuación muy favorable, pero en una posición intermedia -sin tremendos líos, pero abierta- y apropiada para que su oponente cometiera alguna imprecisión táctica. Eso ocurrió exactamente en el vigésimo lance; Carlsen agarró una ventaja no muy grande pero consistente, y la mantuvo sin fallo hasta que la convirtió en victoria, cumpliendo la vieja regla de que los grandes campeones tienden a ganar cuando no tienen más remedio que hacerlo.

Pero su carrera aún estaba cuesta arriba, porque conduciría las negras en la cuarta. Sin embargo, ante la sorpresa general, fue Nakamura quien esta vez optó por el empate balsámico, repitiendo exactamente los mismos catorce movimientos del empate insulso del segundo asalto. En esa discutible decisión influye sin duda que el estadounidense es el número uno del mundo en relámpago (Carlsen lo es en lentas y rápidas), y esa era la modalidad del inmediato desempate: dos partidas de cinco minutos por bando, y tres segundos adicionales tras cada movimiento. Pero cabe preguntarse si esa actitud no pasaba la ventaja psicológica al escandinavo.

En todo caso, la perdió de inmediato, porque ni siquiera fue capaz de lograr una ventaja importante con blancas en la primera partida, que terminó en tablas tras 75 jugadas, pero sin mucha historia. Ahora sí, Nakamura tenía que utilizar sus mejores armas con blancas frente a la ultrasólida Defensa Berlín que Carlsen había planteado en las dos partidas anteriores con negras. El americano eligió una variante muy antigua, pero no consiguió gran cosa. Sin embargo, se lanzó al ataque a pesar de todo, pero cometió un error táctico garrafal, y quedó completamente perdido. Carlsen acababa de librarse por muy poco de pagar muy cara su ambición desmedida.

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