Osasuna se queda a medias ante el Elche
El equipo de Arrasate recupera sus señas de identidad pero flaquea atrás para acabar en un empate ante un rival de escasos argumentos
Se quedó con las ganas Osasuna. Después de sumar un punto de los últimos 21 en juego, quería Jagoba Arrasate que su equipo fuera reconocible, que se expresara de una vez por todas como sabe: con la presión pertinaz y el ritmo, además del juego, tan intenso como vertical. Y, quizá acuciado por la necesidad que exige ser el colista en la tabla, el equipo rojillo fue más Osasuna que nunca, dignificando el oficio con el esfuerzo y con una electricidad que bien valió para desdibujar al rival. Pero no para rematarlo porque la fragilida...
Se quedó con las ganas Osasuna. Después de sumar un punto de los últimos 21 en juego, quería Jagoba Arrasate que su equipo fuera reconocible, que se expresara de una vez por todas como sabe: con la presión pertinaz y el ritmo, además del juego, tan intenso como vertical. Y, quizá acuciado por la necesidad que exige ser el colista en la tabla, el equipo rojillo fue más Osasuna que nunca, dignificando el oficio con el esfuerzo y con una electricidad que bien valió para desdibujar al rival. Pero no para rematarlo porque la fragilidad en su área le pasó factura, conforme el Elche con su excelente definición y con unas tablas que se encontró.
Aunque el Elche arremetió de inicio con un disparo torcido de Morente, pronto se vio incapaz de superar las líneas de presión con el balón en los pies, agobiado porque a cada ocasión que recibían les parecía surgir contrarios de la nada. Así, apretaba con terquedad Osasuna al rival en la raíz, y tenía prisa por llegar al área opuesta, pocos pases y muchos metros, cantidad de diagonales y desmarques de ruptura, también los necesarios intercambios de posiciones para incomodar a la zaga rival. Lo intentó primero Brasanac con un chut demasiado centrado que Edgar pudo repeler con las dos manoplas; e hizo diana Rubén García, que se tiró al suelo para empujar un caramelo con lacito a gol. El regalo fue de Calleri, que demostró que en ocasiones un control orientado -en este caso con el pecho- vale medio gol. Aunque no le desmereció el consiguiente pase en profundidad entre el portero y el defensa rival, justo al sitio para Rubén azuzara a un Osasuna que se convencía de su fútbol.
Poco o nada replicaba el Elche, sin talento ni ingenio para encontrar el último pase. Se contentaba con no encajar más, aliviado porque el larguero repelió un remate de Unai a la salida de un córner. El rechazo, además, lo envió a las nubes David García cuando lo fácil era festejar el gol. Aunque quizá era más sencillo ese remate de Roberto Torres, que le pegó con el tobillo para desaprovechar un pase sensacional de Rubén García.
Desnortado por la fiereza rival, Almirón -ausente por covid, por lo que le sustituyó en el tapete su segundo Muñoz- cambió a tres jugadores de una tacada en el intermedio. Y en un minuto consiguió tirar al traste el trabajo de Osasuna porque Nino se sacudió la presión con un pase a la banda, donde Barragán y Rigoni hicieron un dos contra uno para acabar con el centro a Fidel, que la empujó a la red. Y con eso volvió a darse por satisfecho del nuevo el Elche, que volvió a ceder el balón y la iniciativa. Lo intentó aprovechar Roberto Torres, pero no tenía la tarde en la definición porque en una ocasión le pegó demasiado centrado y en la siguiente, solo con el portero por delante, la cruzó en exceso. Nada que desanimara al equipo de Arrasate; nada que descentrara a Brasanac, que completó una nueva contra de Osasuna ante la perplejidad contraria. Parecía que llegaría el triunfo. Solo lo parecía.
Entre otras cosas porque los cambios telemáticos llevaban magia en el Elche, pues salió Sánchez Miño por Carrillo, lateral por delantero, y al minuto llegó el tanto del punta, que cazó de la nada una bola en el para enviarla a las mallas. Señal inequívoca de debilidad y dudas de Osasuna, equipo que cualquier balón en el área supone un problema. Y bien que lo fue porque le privó de un triunfo que se trabajó de lo lindo, porque acabó en un empate que condena a ambos al lodazal de Primera tras contabilizar ocho envites sin conocer la derrota.