El Atalanta, antídoto al horror de la pandemia
El equipo de la ciudad de Bérgamo, triturada por la covid-19, se enfrentará al Real Madrid en pleno divorco con su capitán, el Papu Gómez
Muy pocos hubieran sabido situar Bérgamo en el mapa de Europa a comienzos del año pasado. Pero aquella imagen con una hilera de camiones del ejército italiano aparcados en la avenida del cementerio el 18 de marzo dio la vuelta al mundo. Los 70 convoyes transportaban 700 ataúdes que el crematorio ya no podía asumir. Hacía unos días que el Atalanta, el equipo local, había triturado al Valencia en su cruce de octavos de Champions League en lo que para muchos fue el origen de un gran ...
Muy pocos hubieran sabido situar Bérgamo en el mapa de Europa a comienzos del año pasado. Pero aquella imagen con una hilera de camiones del ejército italiano aparcados en la avenida del cementerio el 18 de marzo dio la vuelta al mundo. Los 70 convoyes transportaban 700 ataúdes que el crematorio ya no podía asumir. Hacía unos días que el Atalanta, el equipo local, había triturado al Valencia en su cruce de octavos de Champions League en lo que para muchos fue el origen de un gran brote de la ciudad española. El partido tendría que haberse cancelado cuando las campanas ya doblaban a muerto en cada iglesia de la provincia, pero nadie sabía todavía que vivían bajo el volcán de la pandemia. El Atalanta, el equipo que se cruzará con el Real Madrid en octavos de final justo un año después, es hoy el antídoto del aquel recuerdo.
El mundo colapsaba, pero las cosas en el campo marchaban muy bien en aquellas fechas. Gian Piero Gasperini, un maestro de los banquillos y algo complicado en el trato personal, había transformado cuatro años antes un equipo pequeño de una rica provincia en una máquina de calcio total. Una especie de Liverpool lombardo que ahoga a sus rivales con presión en todo el campo y velocidad. Lo clasificó para la Champions y fue el máximo goleador de la Serie A. Hoy no le teme a nadie. El pasado fin de semana estranguló a la Juve en su cancha. Pero al principio, cuando Gasperini llegó del Genoa hace cinco años, las cosas no salieron del todo bien.
La primera temporada tuvo un pie fuera. Luego se liberó, apostó por los jóvenes y se apoyó en un argentino menudo que había estado a punto de fichar por el Atlético y se había buscado la vida en el Metalist de Ucrania desde 2013. Acababa de explotar la guerra en la república ex soviética y el Papu Gómez, un futbolista crecido un futbolista que ya había jugado en el Catania de Simeone, entró en pánico y buscó un salida para él y su familia. El Atalanta puso cuatro millones sobre la mesa y cogió el primer avión para regresar a Italia.
El Papu es un tipo normal, pero un futbolista diferente. Gasperini sacó lo mejor de él. Le dio el 10 para moverse libremente en el campo y lo convirtió en el capitán. Listo, rápido, gambeteador. Casi todo el juego pasa por él. El símbolo de la Atalanta (octavo en la Serie A), un club presidido y gestionado artesanalmente por ex jugadores (el empresario Antonio Percassi fue central del club). Pero también de una pequeña ciudad a 40 kilómetros de Milán, joya del renacimiento y motor económico de la región, donde está perfectamente integrado y tiene ya tres hijos que hablan con el acento local. Vive en el centro y hasta hace dos semanas era un bergamasco más. El otro día, antes de empezar el partido contra la Juventus, patinó. Las cámaras le sorprendieron tarareando el himno del equipo rival mientras se reía. Fue el último capítulo. Ayer ni fue convocado para el partido con la Roma, donde el equipo volvió a ser un vendaval y terminó 4 a 1.
El divorcio se certificó el 12 de diciembre. Faltaban dos minutos para terminar la primera parte y el Atalanta empataba a cero con los daneses del Midtjylland en el penúltimo partido de la liguilla de Champions League. Gasperini llamó al Papu Gómez, y le pidió que se fuera a la banda derecha. El argentino se hizo el sordo. Ni caso. Cuando el equipo volvió a salir después del descanso, el Papu ya no estaba en el 11. Nunca le habían cambiado en un momento así. Lo jugaba todo. La bronca en el vestuario fue descomunal. Algunos dicen que llegaron a las manos. “Cuando me vaya contaré toda la verdad”, anunció antes de pasarse los dos siguientes partidos en el banquillo.
Nadie sabe todavía qué ha sucedido realmente. Pero el Papu, cuando a los 32 años había conseguido regresar a la selección argentina de Lionel Scaloni, ya tiene ofertas de media Serie A. La crisis llega en el peor momento. El Real Madrid y los lombardos se jugarán el pase cuando se cumplirá un año del inicio de la pandemia. La ciudad, todavía con la herida abierta, echará de menos al Papu si el espíritu navideño no logra solucionarlo.