La Real se clasifica para dieciseisavos con sufrimiento hasta el minuto 92
Los de Imanol Alguacil, muy superiores al Nápoles, pasan de ronda como segundos en la Liga Europa tras empatar en el estadio Diego Armando Maradona
Un giro del destino en el minuto 92 desactivó la tragedia que se cernía sobre la Real Sociedad en el Diego Armando Maradona de Nápoles. Después de dar un baño de fútbol al equipo napolitano, que, misteriosamente, no se traducía en el resultado, los donostiarras consiguieron el pase a dieciseisavos de la Liga Europa y además les sobró el gol de Willian José en el descuento, que levantó de los sofás a todos los fanáticos txuriurdin que seguían a su equipo por televisión, porque un minuto más tarde marcó el Rijeka, culminando un ejercicio de profesionalidad para un equipo que ya estaba e...
Un giro del destino en el minuto 92 desactivó la tragedia que se cernía sobre la Real Sociedad en el Diego Armando Maradona de Nápoles. Después de dar un baño de fútbol al equipo napolitano, que, misteriosamente, no se traducía en el resultado, los donostiarras consiguieron el pase a dieciseisavos de la Liga Europa y además les sobró el gol de Willian José en el descuento, que levantó de los sofás a todos los fanáticos txuriurdin que seguían a su equipo por televisión, porque un minuto más tarde marcó el Rijeka, culminando un ejercicio de profesionalidad para un equipo que ya estaba eliminado, y dejaba en la cuneta al AZ fuera cual fuese el marcador en Italia. Los últimos minutos fueron de festejo con sordina, con el Nápoles mareando la pelota y la Real en su medio campo, observando el rondo de su rival, entonces ya un amigo. Como en aquellos instantes finales del España-Chile del Mundial de Sudáfrica, cuando Bielsa mandó parar.
Y aun así, el resultado que clasificaba a la Real pareció injusto, porque un empate no reflejaba lo que sucedió en el campo.
Todo se enredó después de media hora primorosa. La Real Sociedad recibió un martillazo que le dejó sonado. Fue inesperado, donde más duele. El equipo donostiarra cayó a la lona en un golpe de fortuna del Nápoles. Les tocó la lotería a los sureños en un saque de esquina que rechazó de cabeza Merino, justo al lugar por el que circulaba Zielinski, que entre un bosque de futbolistas puso la pelota allá donde no llegaba Remiro. Marcó el equipo local y no se lo esperaba. Se puso por delante por casualidad.
Comenzó la Real como un vendaval, sin complejos, en busca de un triunfo para eliminar cualquier duda clasificatoria, como avisó en la víspera Imanol. Nada de cháchara ni demagogia, el técnico ordenó la ofensiva y sus jugadores respondieron como pretorianos, sin cuestionar ni por un momento la decisión de su entrenador. Desde el primer minuto. La presión alta y la recuperación inmediata de la pelota después de cada pérdida, con Merino omnipresente, proyectaban constantemente a la Real hacia el área del Nápoles, desconcertado por la valentía de los jugadores que vestían de negro. El equipo de Gattuso no pasaba del medio campo. No podía, desarmado por el fútbol del grupo vasco.
Ospina tuvo que sacar un remate ajustado de Willian José, después de una gran jugada de Portu en plena ofensiva. La pelota caprichosa, no quería entrar. Quedó claro en el minuto 18, cuando más brillaba el juego realista, que desplegó un exuberante contragolpe en el que los cuchillos donostiarras superaron por velocidad a los zagueros napolitanos. Willian José amagó con disparar, cedió la pelota en paralelo a Portu y el delantero murciano, al borde del área pequeña, con Ospina en el barro, lanzó fuera. Se tiraba de los pelos el futbolista. Se tiraban de los pelos sus compañeros, y los del banquillo, y el cuerpo técnico, y miles de seguidores sentados en sus sofás.
Y más que se tiraban cuando marcó Zielinski y adelantó al Nápoles, pese a que la Real seguía siendo mejor y empequeñecía a Insigne, a Fabián y al resto de jugadores vestidos de celeste. El partido se convirtió en un carrusel de sensaciones encontradas. Con la segunda parte, el Nápoles decidió aplazar su homenaje a Maradona, o al goleador Paolo Rossi, y se encomendó a un catenaccio que hubiera emocionado a los grandes técnicos del fútbol italiano que exportaron su visión defensiva por todo el mundo. Se encerró en su área, en la que una Real ofuscada y ya cansada en los últimos minutos, con todo su arsenal ofensivo en el campo, trataba de encontrar un agujero.
Con el otro partido del grupo empatado, a los donostiarras le hacía falta un gol, y lo consiguieron en el descuento, en un gran centro de Barrenetxea que Willian José controló para fusilar a Ospina. La Real entró en la gloria. Un minuto después marcó el Rijeka y todo se acabó. El sufrimiento de 90 minutos se desactivó en 180 segundos. La Real estará en el sorteo de dieciseisavos.