La piel fina del Madrid
Los blancos, con el doble de goles recibidos que la temporada pasada, acumulan varios partidos con profundas desconexiones
En la alta competición, a los equipos también se les distingue por la piel. Todos buscan tener una gruesa, dura y resistente, como los cocodrilos, preparada para las peores adversidades y castigar las debilidades del rival. El Madrid, sin embargo, ha arrancado la temporada con una piel fina; no por bella, sino por frágil. Encaja más goles, le cuesta dominar las áreas y pierde con frecuencia el control de los partidos.
La sonora derrota en Mestalla (4-1) es el caso más claro en un curso que ya acum...
En la alta competición, a los equipos también se les distingue por la piel. Todos buscan tener una gruesa, dura y resistente, como los cocodrilos, preparada para las peores adversidades y castigar las debilidades del rival. El Madrid, sin embargo, ha arrancado la temporada con una piel fina; no por bella, sino por frágil. Encaja más goles, le cuesta dominar las áreas y pierde con frecuencia el control de los partidos.
La sonora derrota en Mestalla (4-1) es el caso más claro en un curso que ya acumula varios episodios. Empezó manejando el encuentro, tomó pronto ventaja y un error mediada la primera parte —la mano de Lucas Vázquez que da lugar al empate— le hizo descarrilar sin remedio en la hora que restaba del duelo, sin respuesta y condenado por una catarata de calamidades propias que desembocaron en tres penaltis (la primera vez que sufre este triple castigo en la Liga) y un autogol de Varane.
Estos apagones tienen un reflejo evidente en la estadística desde hace semanas: los blancos se han quedado en este inicio sin la principal virtud que los impulsó al último título, la fiabilidad defensiva. Si el curso pasado fue el equipo menos goleado del torneo (25 tantos, 0,65 por choque), esta campaña la cifra asciende a casi el doble: 1,12 (nueve goles en ocho compromisos). Un dato que lo sitúa en mitad de tabla en este apartado. Y si se incluye la Champions, la estadística sube a 1,45. El global de la campaña anterior fue de 0,84. Demasiado salto para un vestuario que se quedó sin mazo hace dos años ante la portería contraria.
En Mestalla faltaron Casemiro y Kroos, dos de los jugadores que más garantía de control de juego ofrecen, y salieron otros, como Marcelo e Isco, cuyo rendimiento sigue a la baja. No obstante, el diagnóstico va más allá de una alineación puntual y de la secuencia de desgracias de los blancos en Valencia, que sin previo aviso empezaron a usar las manos en su área como en el voleibol.
Su tendencia al extravío en mitad de un partido suma ya varias escenas en los 11 encuentros disputados. Un Shakhtar en pañales, con diez bajas por la covid, les desangró en casa con tres tantos en apenas un cuarto de hora antes del descanso; el Mönchengladbach les sacó de rueda en sus dos primeras llegadas pese a un estimable arranque; el Inter estuvo a medio palmo de remontar un 2-0; el Betis le sometió un buen tramo de la primera parte tras el 0-1 de Valverde; y el buen arranque contra el Levante no le libró de un rato de susto en la segunda mitad, que acabó con Zidane admitiendo que Courtois les había salvado, igual que tres días antes frente al Valladolid. Penalizado en ocasiones por la falta de gol, ni siquiera ponerse por delante le ha resultado una garantía de menor sufrimiento, como sí ocurrió en la coronaliga, donde cada tanto a favor era administrado con pulso firme.
Zizou no es ajeno al problema y lo apuntó directamente en Mestalla. “Desde el empate, el partido ha cambiado completamente. Nos ha pasado varias veces y eso no me gusta. Tenemos que ver estas situaciones porque con poca cosa nos meten en dificultades”, advirtió sin entrar en análisis más profundos. Nunca lo hace de forma pública.
Courtois sí fue más explícito. “Empezamos bien, pero no sé por qué a veces nos metemos un pelín atrás y no seguimos yendo para arriba. También tenemos que recuperar la unión que tuvimos tras la cuarentena, cuando apenas nos hacían goles”, reclamó el portero belga, que primero detuvo un penalti, que debió repetirse, y luego estuvo a punto de atajar el segundo. “Courtois dijo eso, pero lo sabemos. Hay que estar fuertes defensivamente”, zanjó el entrenador.
Durante el exitoso postconfinamiento del Madrid, la plantilla hizo bueno el discurso del equilibrio de Zidane. Tanto que, tras vencer al desahuciado Espanyol, el técnico llegó a elogiar que los jugadores no habían “arriesgado nada” durante toda la segunda parte para conservar el 0-1. A diferencia del actual, aquel fue un conjunto que, en esas diez citas finales, prácticamente nunca perdió el control y siempre se las arregló para rentabilizar los momentos. Entendió que, sin una descarga ofensiva arrolladora, debía agarrarse a la defensa y al fútbol control. Convirtió la Liga en un estado mental de Champions y ejecutó el plan con eficacia.
El corto parón veraniego, sin embargo, ha devuelto un equipo más deshilachado e inconsistente. La cifra de goles encajados es el mejor chivato de ello, pero no el único: el Madrid es el decimoquinto en número de recuperaciones (55,6 por choque) y el decimosexto en duelos ganados (51,7). En este escenario a campo abierto con un horizonte de nueve meses de competición sin descanso, sin el caramelo de un desenlace rápido que tanto les ha incentivado tradicionalmente, los blancos tienden a perder el hilo de los encuentros. A la vuelta del parón, el Madrid litigará sin apenas margen de error en la Champions, un territorio inhóspito, lleno de cocodrilos, donde las dudas y los apagones se pagan con sangre.